Un futuro incierto para Cuba

por Servando González


De una u otra forma, muchos cubanos nos hemos estado haciendo por largo tiempo esta pregunta: ¿quiénes van a regir los destinos de Cuba después de la desaparición del tirano?

La respuesta no es fácil, y los vaticinios históricos casi siempre están condenados al fracaso. Por consiguiente, no voy a aventurar una respuesta, sino plantear algunos interrogantes.

En primer lugar tenemos a Raúl Castro y sus barrigudos generalotes de opereta. Aunque muy pocos de ellos fueron en algún momento conquistados por la retórica marxista, ahora han descubierto en la práctica que el comunismo es la mejor herramienta para explotar al pueblo y mantenerse en el poder eternamente.

No hay que tener una inteligencia superior a lo común para intuir que Raúl y su gentuza, que languidecieron por largos años a la sombra del tirano sin omar ni una decisión por ellos mismos, no tienen la capacidad, y a estas alturas tal vez ni el deseo, de manejar los destinos del país. El castrismo sin Castro, con Raúl arrollando al frente y la comparsa de los generales detrás, no es sino una utopía gestada por los conspiradores de Consejo de Relaciones Exteriores, siempre prestos a la traición. Pero el comparsa raulista no hay quien la arme, y mucho menos que baile.

Como contrapartida tenemos los cubanos del exilio, la mayor parte de ellos perteneciente a generaciones nacidas y/o educadas en los Estados Unidos y, por ende, conquistados por la ideología del llamado liberalismo económico, la globalización y el libre comercio -- que no es sino un neocomunismo encubierto.

Lo que el tirano llamaba el “internacionalismo proletario,” ahora los banqueros de Wall Street lo llaman la “globalización”, pero es el mismo perro con diferente collar. No me sorprendería si un día se descubre que el internacionalismo proletario castrista no se gestó en el Kremlin, sino en Wall Street. Los banqueros de Wall Street y las transnacionales petroleras descubrieron mucho tiempo antes que Raúl y sus generalotes que el comunismo es la mejor herramienta para explotar al pueblo, saquear los recursos naturales de los países, y mantenerse eternamente en el poder controlando los títeres desde detrás de las bambalinas.

Estos “cubano-americanos,” del exilio, que sólo conocen los horrores del castrismo de segunda mano, por las anécdotas que les contaron sus padres, han asistido a escuelas y universidades en los Estados Unidos y, salvo raras excepciones, han sido expuestos en ellas a los virus del colectivismo, el multiculturalismo, y otros similares que desde hace ya algunos decenios se incuban y se inoculan en esos centros educacionales.

Como una tercera alternativa, tenemos los cubanos en Cuba. Me refiero a aquellos cubanos no comprometidos directamente con el sistema. Contrariamente a la mayoría de los cubanos del llamado “exilio histórico”, quienes sólo conocen el comunismo en teoría, los cubanos en Cuba lo han sufrido en su carne por demasiados años. Pero estos cubanos están demasiado desmoralizados e ideológicamente confundidos para jugar un papel político importante en la Cuba del futuro. ¿O no?

Recuerdo que, hace muchos años, leí una curiosa anécdota en Selecciones del Reader’s Digest. Se trataba de un industrial italiano que había hallado una fórmula efectiva para desraizar de las mentes impresionables la quimera del comunismo. Cuando descubría que uno de sus empleados había sido conquistado por el marxismo, le pagaba una semana completa de vacaciones para él y su familia en la Unión Soviética. Al regreso del viaje, el empleado nunca más mencionaba el viaje ni hablaba del comunismo. Era como si hubiese sido vacunado de por vida contra el virus comunista.

Y ése es precisamente el caso de los cubanos no comprometidos con el sistema, pero que, por indecisión, miedo a lo desconocido, ataduras familiares, u otra razón, han decidido permanecer en Cuba. Si los hechos dicen más que las palabras, y quienes escapan de la isla en cuando vuele, flote o salte nos dicen algo, no cabe duda de que la mayoría de los cubanos en Cuba son desafectos al castrismo. Considero que esos cubanos son una cantera potencial que no debemos ignorar, subestimar, y mucho menos despreciar.

Como habrán podido inferir de los puntos que he expresado anteriormente, tengo muchas reservas, dudas, y hasta miedo, ante la posibilidad a una Cuba controlada por cubanos educados en los Estados Unidos. Les expondré mis razones.

Llegué a los Estados Unidos hace unos 26 años, soy ciudadano norteamericano desde hace más de veinte. Pero estoy bastante decepcionado con lo que veo en este país. Aunque yo nunca lo fui, recuerdo varios amigos míos en Cuba que eran muy pro-norteamericanos, y me contaban maravillas de este país. Al encontrarme aquí una realidad muy diferente de la que me pintaron, pensé que me habían engañado. Pero últimamente he llegado a la conclusión de que no me engañaron. Todas las maravillas que me contaron de este país eran ciertas. El problema es que los Estados Unidos que ellos conocieron, el de la post-guerra, no tiene nada que ver con este de ahora.

En realidad casi no tiene nada que ver con los Estados Unidos que yo mismo conocí cuando llegué a este país, pues en los últimos años los cambios se han acelerado considerablemente. Y no soy el único que opina así. El juez Robert Bork, quien fuera nominado en 1987 por Reagan para el tribunal Supremo, y boicoteado por los comunistoides del Senado, editó hace unos años un libro con un título muy elocuente: “Un país que no reconozco”. Debo confesar que yo tampoco lo reconozco. Y lo que más me preocupa es que cada día que pasa me recuerda más la Cuba castrista de la que tuve que escapar.

Como bien señala Bork, en este país las normas morales de la sociedad civil están siendo sistemáticamente subvertidas. Los Estados Unidos de Norteamérica se han convertido en un país donde lo vulgar, lo grosero, lo obsceno, lo despiadado, lo cruel, han sustituido las normas más elementales de decencia y moral. Un país donde los cristianos son hostigados. Un país donde, con el pretexto de un extraña lucha contra el terrorismo, los derechos ciudadanos protegidos por la Constitución están desapareciendo a pasos agigantados. No hay que olvidar que quienes han contribuido a llevar a cabo esos cambios en los Estados Unidos, son los mismo que van de visita a la Cuba castrista y vuelven hablando maravillas de lo han visto allí.

Sin dejar de reconocer mi gran deuda con este país que un día me abrió las puertas y me acogió, no puedo olvidar que, como bien expresara Agustín Tamargo en uno de sus seminales y emotivos artículos, ante todo soy cubano. Creo que nuestra querida patria no se vería bien representada si, por segunda vez, el gobierno cayera en manos de cubanos que sienten más por otro país que por Cuba.

En el epílogo de mi Historia herética de la revolución fidelista, publicada en 1986, expresé mi preocupación de que “Lo más triste de esta tragicomedia que le ha tocado vivir al pueblo de Cuba, sería que tanto el “pro-martiano” Fidel Castro como sus “pro-martianos” enemigos del exilio, pasaran a la Historia como los causantes de lo que José Martí tanto temió: la anexión de Cuba a los Estados Unidos.” Más de veinte años han pasado desde que escribí ese párrafo, pero creo que hoy día tiene más vigencia que nunca.

Cuando hablo de anexión no me refiero solamente a un status legal como en el caso de Puerto Rico o Filipinas, sino a que Cuba se convierta en un apéndice económico, político, social y cultural de los Estados Unidos. Si eso llegara a suceder, para mí sería una prueba incuestionable de que el castrismo habría triunfado definitivamente en Cuba.



Éste y otros excelentes artículos del mismo AUTOR aparecen en la REVISTA GUARACABUYA con dirección electrónica de:

www.amigospais-guaracabuya.org