Otro aniversario de una traición

por Servando González

Defiéndame Dios de mis "amigos", que yo me defenderé de mis enemigos.

Contrariamente a lo que se afirma, la invasión de Bahía de Cochinos no fue un fracaso, sino todo un éxito.

Por supuesto, que todo depende de la premisa de que se parte, que para muchos parece ser la de que el objetivo de quienes planearon y ejecutaron la invasión fue derrocar a Castro. Pero ese fue tan sólo el objetivo aparente. El objetivo real, secreto, de la invasión de Bahía de Cochinos fue consolidar a Castro en el poder, y eso lo logró con creces.

Si alquien piensa que esto es un poco enrevesado, sólo basta recordarle que James Jesus Angleton, quien fue jefe de contrainteligencia de la CIA por muchos años, lo llamaba así mismo: "convoluted thinking", pensamiento enrevesado. Y, precisamente, como en el campo de la inteligencia y el espionaje -- y, al parecer también en el de la política --, las cosas rara vez son lo que parecen ser, sólo una lógica enrevesada conduce a la verdad.

Analicemos los hechos.

Antes de la invasión de Bahía de Cochinos, había en la Florida más de una docena de organizaciones anticastristas conspirando activamente para derrocar a Castro por la vía de las armas (que la historia ha demostrado con creces que es la única vía de combatir a Castro); varios grupos de guerrillas anticastrstas se habán hecho fuertes en la Isla, y controlaban gran parte de las montañas del Escambray, en la región central de Cuba; y un vigoroso movimiento clandestino anticastrista en las ciudades tenía en jaque al gobierno de Castro, mediante resistencia cívica, huelgas y sabotaje.

Entonces la CIA, so pretexto de una mejor coordinación, consolidó todas las organizaciones anticastrista de la Florida en una sóla, que ellos controlaban; le cortó la ayuda que le habían venido brindando, y prácticamente abandonó a su suerte, a las guerrillas en el Escambray, y, finalmente, dejó en el limbo al movimiento urbano sobre la invasión que estaban planeando. Fue entonces cuando ésta se produjo.

La invasión no fue una tragicomedia de errores y equivocaciones, como algunos alegan, sino un drama de aciertos y traiciones, pues todo salío tal y como lo habían planeado quienes en realidad controlan la política norteamericana tras bastidores.

Como se sabe, el punto inicial de la invasión en el plan militar original no era Bahía de Cochinos sino Trinidad, una pequeña ciudad casi cien kilómetros al este de Bahía de Cochinos. Y Trinidad era el sitio ideal, pues está a menos de un kilómetro de una excelente playa, que iba a ser usada para el desembarco. Además, Trinidad no sólo está en las mismas faldas de las montañas del Escambray, lo que posibilitaba que, en caso de que todo saliera mal, los invasores podrían adentrarse en las montañas y comenzar una guerra de guerrillas, sino que los vecinos de Trinidad y los campesinos de la zona, eran en su mayoría anticastristas, por lo que se estimaba que muchos de ellos se unirían a las tropas invasoras.

Pero, ya cuando los planes estaban bien adelantados y los invasores habían comenzado su entrenamiento en Nicaragua, de la noche a la mañana, y sin explicación alguna, Kennedy cambió los planes, y escogió Bahía de Cochinos como punto de desembarco. A diferencia de Trinidad, Bahía de Cochinos es una verdadera ratonera; un lugar aislado, rodeado por la Ciénaga de Zapata, y a más de 50 kilómetro de las faldas del Escambray. Allí vivían tan sólo varias decenas de campesinos, por lo que la posibilidad de un masivo apoyo a la invasión era imposible.

Otro de los "errores" garrafales fue que, ignorando la reciente experiencia militar norteamericana en ese tipo de operación durante la Segunda Guerra Mundial, el desembarco se efectuó de noche, lo que aumentó el caos y la confusión. Cuando las lanchas de desembarco se acercaron a la costa, descubrieron un peligroso arrecife, que destruyó los fondos e hizo naufragar a varias de ellas. En la investigación posterior se descubrió que el arrecife aparecía en las fotos que habían tomado los U-2s, pero nadie le informó de esto a los invasores. Otro "error" trágico, contrario a toda lógca miliar, fue que todo el parque y los equipos de comunicaciones los trasportaban en un sólo buque, el Houston. Y ese fue precisamente el que Castro ordenó a sus pilotos hundir a toda costa. Cuando el Houston se hundió, los invasores se qudaron sin municiones y sin comunicaciones.

Obviamente, la guerra es un hecho caótico, y los planes de una parte, por muy bien calculados que hayan sido, chocan con los planes de la otra parte. De modo que es muy fácil, a posteriori, echarle la culpa a la ineficiencia del ejército perdedor, cuando, en realidad, la derrota tal vez pueda haber ocurido debido a la eficiencia del ejército ganador. Pero, en el caso de Bahía de Cochinos, los "errores" cometidos fueron tantos que indican un esfuerzo consciente para que la invasión fracasara.

Por ejemplo, una parte esencial del plan era destruir los aviones de Castro antes del comienzo de la invasión, de modo que los aviones de la fuerza invasora, que no eran aviones caza, sino bombarderos ligeros, controlaran el espacio aéreo. Pero el primer "error" fue comenzar el ataque aéreo 72 horas antes de la invasión, lo que eliminó el importante elemento de sorpresa. Además, aunque se sabía que todos los aviones de Castro no habían sido destruídos en los primeros ataques aéreos, Kennedy volvio a cambiar el plan, y prohibió que se efectuara el resto de los ataques. Esto le dio el control aéreo a Castro, lo que constituyó una ventaja decisiva. Ése fue el puntillazo final que dio al traste con la invasión.

Además, aunque se ha negado, parece que, tras bastidores, los oficiales de la CIA que organizaron la invasión habían dado a entender que, en caso de que todo saliese mal, los aviones de combate norteamericanos entrarían en acción y, posiblemente, los marines desembarcarían para ayudar a los invasores. Pero, cuando la cosas comenzaron a salir mal, Kennedy los dejó en la estacada y ordenó que los aviones norteamericanos no les dieran apoyo. Un tripulante de un portaviones norteamericano que estaba a pocas millas de la costa, ha contado que los pilotos estaban tan furiosos que casi se amotinan cuando vieron como a los invasores los masacraban y a ellos se le prohibía volar para darles ayuda.

Así que la CIA, siguiendo órdenes superiores, primero consolidó todos los grupos castristas en uno sólo, y luego lo decapitó de un sólo golpe. Por su parte, Castro aprovechó la invasión como pretexto para desatar una violenta represión contra los grupos de resistencia urbana, y los eliminó por completo. Y, después que la CIA dejó de enviarles armas y municiones, Castro lanzó una gigantesca ofensiva militar contra los grupos guerrilleros del Escambray, que aniquiló poco después.

La colaboración de la CIA con Castro no comenzó con Bahía de Cochinos. Ésta se remonta a los días de su estancia en la Sierra Maestra. En su babosa biografía de Castro, Tad Szulc menciona como la CIA contribuyó secretamente con armas, municiones y dinero. Esto aclara por fin el misterio de la fuente casi inagotable de dinero con que contaba Castro para comprar a los oficiales del ejército de Batista.

De modo que, como dije inicialmente, lejos de ser una fracaso, la invasión de Bahía de Cochinos fue un rotundo éxito, pues logró con creces el objetivo secreto que se proponía. Que era consolidar a Castro en el poder. ¿Con qué propósito? Con el propósito de dorarle la píldora a los soviéticos, para que se tragaran a Fidel Castro.

Poco después de que tomó el poder en Cuba, Castro dio varios pasos en secreto para acercarse a los sovieticos, pero estos no lo reciprocaron. El motivo de esta falta de interés fue que los soviéticos tenían serias dudas sobre la bona fides de Fidel Castro.

Bona fides es un término tomado del latín, que se usa convencionalmente en inteligencia y espionaje. Cuando un oficial de inteligencia recluta a un nuevo agente, o cuando un oficial de la inteligncia opositora se ofrece a colaborar con el enemigo, lo primero que se hace es verificar su bona fides, es decir, su buena fé, y comprobar que el agente potencial es lo que dice ser y no es un falso traidor que se quiere infiltrar.

Pero comprobar la bona fides de un agente no es cosa fácil. En el caso de Castro, inicialmente los soviéticos no confiaban en él. Sergio Jrushchov, el hijo de Nikita Jrushchov que ahora vive en los estados Unidos, escribió un libro sobre su padre en el que cuenta como cierta vez, al comienzo del insistente e inesperado acercamiento de Castro a los rusos, le oyó decir a Nikita que sospechaba que Castro era en realidad un agente de la CIA.

Sin olvidar que los líderes soviéticos siempre fueron paranoicos, en el sentido de que veían enemigos por todas partes, es bueno recordar que en el campo de la inteligencia, y particularmente en el campo de la contrainteligencia, una buena dosis de paranoia es condición impresindible de la profesión. Es por eso que el propósito secreto de Bahía de Cochinos fue dorarle la píldora a los rusos para que se tragaran a Castro. Y vaya si se lo tragaron. Aunque muy pronto lo lamentaron, porque Castro se le atora a todo el que se lo traga.

Much gente aún piensa que fueron los errores de los norteamericanos los que empujaron a Castro en brazos de los rusos. Todavía se siguen escribient libros y artículos sobre el tema, y todos sustentan esa misma tesis.

Es cierto que los norteamericanos lanzaron a Castro en brazos de Moscú, pero no debido a "errores" ni cosa por el estilo, sino siguiendo un plan perfectamente calculado. La prueba está en dos documentos muy revelador que fueron dados a conocer hace unos pocos años.

Estos documentos son dos cables secretos enviado por el embajador británico en Washington a su gobierno. En uno de éstos, fechado el 24 de noviembre de 1959, el embajador le informa a su gobierno de las presiones de Allen Dulles, director de la CIA y miembro importante de la camrilla que controla el gobierno norteamericano, para que Gran Bretaña no le vendiera aviones de combate a Castro, y éste se viera forzado a adquirirlos en el bloque soviético. Pocos días antes, el 29 de octubre de 1959, el embajador había enviado otro cable en el que informaba a su gobierno sobre las amenazas de Castro de que si los británicos no le vendían los aviones "él los compraría tras la cortina de hierro". No me cabe duda de que Angleton habría visto esta misteriorsa coordinación Castro-Dulles como extremadamente sospechosa.

Obviamente, la inesperada "victoria" de Castro en Bahía de Cochinos, aunque decisisva, no fue el único elemento que convenció a los sovieticos de la legitimidad de Fidel Castro. El proceso había comenzado varios años antes, cuando los mismos intereses que controlan la CIA enviaron a su agente Herbert Matthews a la Sierra Maestra a entrevistar a Castro. Las entrevistas de Matthews, en las que pintaba a Castro como a un Robin Hood caribeño de la talla de Bolívar, fueron publicadas en el entonces prestigioso (ahora ya se sabe que el adjetivo que mejor lo califica no es prestigioso sino mentiroso) New York Times.

Esto fue parte de un procedimiento conocido en el argot de la CIA como sheep diping, que consiste en crearle una personalidad falsa a un individuo con el fin de infiltrarlo en una organización opositora. En el caso de Fidel Castro, el sheep diping funcionó a la perfección. En pocos meses, gracias a los buenos esfuerzos del NYT y de otros medios controlados por quienes deseaban infiltrar a Castro en el campo soviético, un gangster de pacotilla, pro-fascista y reaccionario, a quien los comunistas cubanos odiaban, se convirtió por arte de magia en un líder democrático, revolucionario y de ideas socialistas, que rápidamente se autotransmutó en "comunista".

El proceso de sheep dipping de Fidel Castro culminó felizmente con la invasión de Bahía de Cochinos. Después de la "victoria" de Castro en bahía de Cochinos ni el más paranoico de los lîderes soviéticos tuvo dudas sobre la bona fides de Fidel -- un tremendo error del que poco más tarde se arrepintió Nikita Khrushchev. Esto fue el verdadero origen de la crisis de los cohetes de 1962. Pero eso es parte de otra historia mucho más larga y enrevesada.

Vista sin apasionamientos, la historia de quienes controlan el poder en los Estados Unidos en relación con el pueblo cubano no es sino una larga historia de traiciones. La más reciente la cometió el presidente W. Bush hace tan sólo unos meses, cuando firmó, como todos los presidentes, tanto demócratas como republicanos, lo han hecho hasta ahora, el documento que evita que las partes realmente eficaces del embargo sean implementadas. Esto garantiza que el pseudo-embargo, que sólo beneficia a Castro, se mantenga, pero que el verdadero embargo, que sí sería efectivo, no se implemente.

Y ahora, los mismos que concibieron todas las traiciones anteriores, Bahía de Cochinos entre ellas, están tramando la mayor traición de todas, la traición final

Por si algunos todavía lo ignoran, desde hace unos años se viene gestando una componenda, tramada en las más altas esferas de poder en los E.U. por los mismos que pusieron a Castro en el poder en Cuba en 1959, cuyo objetivo consiste en mantener el Castrismo en Cuba después de la muerte de Castro. Estas personas consideran que, lejos de ser un fracaso, el Castrismo ha sido un éxito total. Más aún, consideran que el Castrismo, que ha convertido parte de la Isla en una gigantesca maquiladora y el resto en el país más pobre de toda Lationamérica, es el modelo a seguir. El hecho de que quienes así piensan jueguen un papel predominante en a política exterior e interior norteamericana debería ser motivo de preocupación para todos lo que vivimos en este país.

Parte importante de este plan-componenda -- que yo he dado en llamar "el paquete mal envuelto" -- es el desprestigio de la comunidad cubana anticastrista en el exilio, a la que ahora se acusa de ser los verdaderos terroristas. El Proyecto Varela, y la adjudicación del premio Sajarov a su confundido o mal intencionado líder, es parte importante del malvado plan.

Llama la atención que todas las acusaciones lanzadas contra Saddam Hussein -- las cuales nunca he dudado que sean ciertas -- se pueden aplicar, sin cambiarles un punto ni una coma, a Fidel Castro. La única diferencia es que, contrariamente a Hussein, quien era tan sólo un criminal de baja ralea, Castro se pasea por el mundo incitando actividades antinorteamericanas y amenazando a éste país. Pero, contrariamente a Hussein, Castro es intocable. Esto explica la ceguera de Mr. Bush en lo tocante a Castro.

Así que si un día de éstos vemos a los Marines desembarcar en Cuba, les aseguro que no será para eliminar el Castrismo, sino para apuntalarlo y garantizar que, como hasta ahora, siga beneficiando los intereses de quienes pusieron al tirano asesino en el poder en Cuba en 1959 y lo han mantenido ahí todos estos años.


FIN


Servando González es el autor de The Nuclear Deception: Nikita Khrushchev and the Cuban Missile Crisis y The Secret Fidel Castro: Deconstructing the Symbol.

Éste y otros excelentes artículos del mismo AUTOR aparecen en la REVISTA GUARACABUYA con dirección electrónica de:

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