El extraño encuentro de Jesús Díaz con la muertepor Servando González La repentina muerte de Jesús Díaz, un conocido escritor cubano en el exilio, ha desatado y seguirá desatando, una avalancha de artículos sobre su brillante carrera como escritor y editor. Pero hay un aspecto oculto de la vida de Jesús Díaz que no ha sido explorado todavía: su posible conexión con los servicios de inteligencia castristas. Este artículo explora esa conexión. ----- Conocí a Jesús Díaz a comienzos de la década de los sesenta, cuando un común amigo me lo presentó en la biblioteca de la Escuela de Letras de la Universidad de La Habana, donde Jesús a la sazón enseñaba filosofía marxista. Recuerdo que Jesús traía en sus manos el manuscrito de un libro de cuentos que había enviado al concurso de la revista Casa de las Américas, y me dio a leer un par de ellos, que devoré en unos minutos en la propia biblioteca. Recuerdo haberle dicho que tenía un premio en las manos. Resultó que no me equivoqué: Los años duros fue uno de los libros galardonados. Después nuestros caminos se apartaron (yo ya había tomado el camino del exilio interior), y dejé de verlo luciendo su inseparable boina verde olivo por la Universidad. Alguien me comentó que Jesús había sido tronado cuando Raúl Castro disolvió la revista Pensamiento Crítico, y Jesús fue a parar al limbo cubano. Años después me enteré de que andaba por el ICAIC (Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográfica) que, junto con la Casa de la Américas, eran los refugios de los intelectuales y artistas castristas que por avatares del destino habían sido defenestrados. Para reivindicarse, Díaz se esforzó en el ICAIC en probar más allá de toda duda su ortodoxia fidelista. No sólo realizó cortometrajes, como el panfleto propagandístico 55 Hermanos sobre un grupo de jóvenes exiliados y descendientes de exiliados cubanos en su primer visita a Cuba, que muestran su amor por Fidel Castro y su obra, sino que también escribió guiones y realizó películas de argumento. Ese esfuerzo lo reivindicó a los ojos del castrismo. Tal parece que los graves problemas sociales, éticos y morales, por no mencionar los políticos y económicos, que confrontó la nación debido a los desatinos de Fidel Castro no lograron conmover las profundas raíces castristas de Jesús Díaz. En 1982, un año después de los vergonzosos sucesos del Mariel --reedición tropical de la persecución a los judíos al inicio de la Alemania nazi-- Díaz gana el Premio IV Concurso de la Sección de Cine, Radio y Televisión de la UNEAC (Unión de Escritores y Artistas de Cuba), por la realización y el guión de Polvo Rojo. En 1986 su estrella todavía brilla reluciente, y obtiene una Primera Mención de Argumento en el I Festival de Cultura Cubana en Burdeos por Lejanía, considerada la primera película que aborda el tema de las relaciones entre cubanos de la Isla y el exilio --desde un punto de vista castrista, por supuesto. ¿Cuál era la posición política de Jesús Díaz mientras vivió en la Cuba castrista? Todo indica que era totalmente ortodoxa. En su libro Cuba, Jacobo Timerman lo califica de "Stalinista", así como de ser "el escritor que mejor expresa la línea del partido". Timerman no exagera. Según algunos que siguieron de cerca su carrera, cuando Jesús Díaz era director de la revista El Caimán Barbudo hostigaba a aquellos a quienes consideraba que no tenían como él una posición castrista ortodoxa (extremista). En una carta abierta a Carlos Monsiváis publicada en la revista electrónica La Jiribilla el 30 de Junio del 2001, los redactores (léase "compañeros" de la inteligencia castrista), afirman que Díaz "Fue un perseguidor de homosexuales en los años sesenta, como bien lo saben los fundadores de Ediciones El Puente; se sumó a la campaña contra Paradiso en nombre de la 'moral revolucionaria'; y fue detractor de la persona y la obra de Reinaldo Arenas." Sin embargo, debido a un problema de amnesia selectiva, los "redactores" no mencionan que Jesús Díaz también fue Secretario del núcleo del partido "comunista" (el fidelista, no el PSP), en el ICAIC. No es hasta 1991, dos años después de la farsa que condujo al asesinato legal de Arnaldo Ochoa y Tony de la Guardia, que Díaz descubre la luz y decide romper con el castrismo. Inicialmente se asila en Alemania, y en 1994 pasa a vivir permanentemente a España. Es allí donde funda en 1996 la revista Encuentro de la Cultura Cubana. En una reciente entrevista aparecida en la revista literaria Lateral (Barcelona, Abril del 2002, pp. 10-11), Díaz respondió a la pregunta "¿Por qué dejaste Cuba?" con estas palabras: "Estaba muy desencantado de la experiencia de la revolución. Todo aquello había terminado en una dictadura terrible, y yo me sentía muy en contra." La mayoría de los exiliados que he conocido, particularmente los que en algún momento sintieron alguna simpatía por lo que creyeron era una revolución verdadera, cuentan que han pasado por un período más o menos largo en el que se han ido distanciando del régimen: el llamado "exilio interior". Pero la conversión de Díaz parece haber sido fulminante, pues hasta los últimos momentos brindó su apoyo al régimen castrista y se benefició de ello. Si, tal como aseguró a Lateral, estaba "muy desencantado" con el castrismo, no hay dudas de que lo supo ocultar muy eficazmente hasta el último momento. Muchos aspectos de los motivos que, según él, lo condujeron al exilio son evidentemente sospechosos. Según las propias palabras de Díaz en la entrevista, lo que lo instó finalmente a exilarse fue una carta escrita por el entonces Ministro de Cultura Armando Hart, en la que éste lo amenazaba de muerte, acusándolo, entre otras cosas de "Judas". Al parecer Díaz olvidó mencionar algo muy importante: aunque en Cuba hay muchos títeres, hay un sólo titiritero. Armando Hart no se hubiera atrevido a escribir tal carta sin la autorización, o la orden expresa, de Fidel Castro. Y es aquí cuando la cosa se complica, porque, como todos sabemos, Fidel Castro nunca ha amenazado a nadie de muerte. Cuando quiere matar a alguien, simplemente lo mata, y se acabó. Cuando Fidel era niño en la finca Manacas, allá en Birán, provincia de Oriente, observó que el matarife que iba a ultimar al cochino siempre llevaba el cuchillo escondido hasta el último momento en que le asestaba la puñalada. Casos como el de Frank País, Camilo Cienfuegos, o el más reciente de José Abrahantes, son buena prueba de que aprendió la lección. Fidel nunca le avisa a nadie con anticipación de que le va a asestar la puñalada trapera. De modo que Jesús Díaz sería el primer caso de un cubano al que un funcionario del gobierno castrista haya amenazado de muerte. Si Jesús Díaz nunca hubiese estado relacionado con los servicios de inteligencia castristas, este estudio lo habría realizado tan sólo desde el punto de vista histórico, y ciertos aspectos oscuros de su vida no habrían pasado de ser más que eso: sospechas. Pero sus vínculos con la inteligencia castrista, como veremos a continuación, abren una legítima puerta para que haga este análisis desde el punto de vista de la inteligencia, la contrainteligencia y el espionaje, y en ese campo las cosas rara vez son lo que parecen ser. Vista desde esa perspectiva, la amenazadora carta de Hart a la que Díaz se refiere pudiera tener otra explicación un poco más compleja. En contrainteligencia y espionaje existe un mecanismo que se conoce como "creación de bona fides", por el que un agente de inteligencia que ha sido destinado a penetrar al enemigo pasa por un proceso falso de rompimiento violento con sus verdaderos amigos. Este falso rompimiento es usado como excusa para luego pasarse a las filas de la oposición y constituye la prueba máxima de que el traidor es lo que dice ser. Ha habido casos extremos en los que agentes han sido apresados y hasta torturados por sus propios amigos, para de esa forma justificar su falso rompimiento con ellos. Esta explicación pudiera ser interpretada como una simple especulación de una mente paranoica -- aunque cierta dosis de paranoia es una condición necesaria para trabajar en contrainteligencia-- pero los hechos extraños sobre Díaz no terminan ahí. Jesús Díaz estuvo involucrado con las visitas a Cuba de las brigadas Venceremos y Antonio Maceo casi desde el principio en que aquéllas comenzaron. Las brigadas Antonio Maceo y Venceremos fueron operaciones de penetración ideológica concebidas y ejecutadas por la inteligencia castrista para clavar una punta de lanza en el flanco del exilio cubano y en el de los propios Estados Unidos. El hecho de que Jesús Díaz haya sido encargado de "atender" a esos grupos de jóvenes despistados --futura cantera de revolucionarios radicales y propagadores de la ideología castrista-- indica que sus nexos con la inteligencia castrista eran bien fuertes. Para haber podido realizar estas funciones Jesús Díaz tiene por fuerza que haber sido un colaborador, un agente, o posiblemente un oficial encubierto de la inteligencia castrista. Cualquier cosa que haya sido, es evidente que gozaba de la total confianza de la inteligencia castrista. Al parecer su trabajo ideológico con las brigadas fue eficaz, pues ciertos hechos parecen indicar que, años más tarde, Jesús Díaz fue seleccionado para jugar un papel clave en una operación de guerra psicológica (psy-op) de los servicios de inteligencia castristas. La ciencia de la psicopolítica, elemento esencial de lo que hoy se conoce como guerra psicológica, fue desarrollada por Lavrenti Beria, uno de los jefes de la KGB en tiempos de Stalin. Es de todos conocido que los agentes de la inteligencia castrista han penetrado, casi sin excepciones, las organizaciones anticastristas en el exilio. El conocido caso de Juan Pablo Roque, el oficial de la inteligencia castrista que logró infiltrarse en Hermanos al Rescate, no constituye la excepción sino la regla. Pero estos agentes lograron infiltrarse gracias a que hacían gala de su anticomunismo furibundo y echaban espuma por la boca al hablar del castrocomunismo. Esto les abrió las puertas de esas organizaciones del exilio, las cuales nunca se han caracterizado por su perspicacia. Esta nueva operación de la inteligencia castrista era algo mucho más sutil, y requería agentes más refinados. El objetivo principal de esta nueva operación, que he dado en llamar "Operación Encuentro", fue la neutralización política de los intelectuales y artistas cubanos no-castristas, tanto en el exilio como en Cuba, mediante la creación de lo que en inteligencia se conoce como un "agente de influencia". Aunque el término "agente de influencia" generalmente se aplica a personass, también puede aplicarse a organizaciones de todo tipo, incluyendo medios de comunicación masiva. Por ejemplo, hay pruebas de que la CIA ha penetrado la mayoría de los más importantes medios de comunicación en los Estados Unidos, incluyendo The New York Times, The Washington Post, CBS, CNN y otros. Es sabido que durante los años duros de la guerra fría, la CIA secretamente penetró y financió varias revistas culturales tales como Partisan Review, Kenyon Review, New Leader. Pero sin duda la más famosa, debido al escándalo que se armó cuando se descubrió la participación de la CIA en su creación y financiamiento, tenía un título muy singular: Encounter. Al parecer algunos "compañeros" de la inteligencia castrista no tienen mucha imaginación --o tienen un gran sentido del humor. La Operación Encuentro se planeó alrededor del año 1990, y poco después entró en la fase operativa con el envío de intelectuales cubanos pro-castristas "exiliados" cuyo objetivo era infiltrarse en las comunidades cubanas en el exilio, principalmente en México, España y los Estados Unidos. No es coincidencia que, a partir de ese momento, un grupo de intelectuales identificados con el castrismo, Jesús Díaz entre ellos, haya tomado sorpresivamente el camino del "exilio". Su misión internacionalista era penetrar y confundir ideológicamente a los intelectuales cubanos del exilio verdadero. No voy a mencionar en este trabajo los nombres de otros intelectuales involucrados en esta operación; ya habrá tiempo para ello. Baste decir que todo intelectual cubano que haya tomado el camino del exilio después de 1990, y que en un tiempo demasiado corto haya llegado a posiciones prominentes en el campo de la cultura o el arte en el país que los acogió, es sospechoso. Entre éstos, los que hayan recibido ayuda financiera de fundaciones norteamericanas tales como la Rockefeller, Ford, Carnegie, Mellon, o MacArthur, son todavía más sospechosos. El caso de Reinaldo Arenas es prueba suficiente de que los intelectuales cubanos en el exilio que mantienen una actitud vertical ante el castrismo, ni suben fácilmente, ni reciben ayuda financiera de las instituciones que he mencionado. Un análisis de Encuentro y de su némesis La Jiribilla, que vaya más allá de lo superficial, indica que, aunque por diferentes vías, el mensaje subliminal de ambas publicaciones es básicamente el mismo: en la Cuba castrista los creadores tienen libertad de expresión. Encuentro publica trabajos de autores cubanos en Cuba, algunos de ellos críticos al castrismo. Jiribilla publica trabajos de autores cubanos como Virgilio Piñera y José Lezama Lima, que en vida no fueron pro-castristas, como prueba de que lo que se dice sobre la falta de libertad de expresión y libertad artística en Cuba es mentira. La Jiribilla muestra todas las trazas de ser una operación de guerra psicológica de los servicios de contrainteligencia castristas. Hay que reconocer, sin embargo, que en ese sentido han hecho un buen trabajo. Pero Encuentro también muestra elementos que la hacen un poco sospechosa. En primer lugar, la primera impresión que uno tiene de Encuentro es que es un clone de Casa de la Américas. Tanto el formato como el diseño gráfico conectan a Encuentro en un plano subliminal con la revista que fue por muchos años el más efectivo vehículo de difusión ideológica del castrismo en el campo de la cultura. Además se publicar trabajos no muy problemáticos de escritores anticastristas del exilio, Encuentro también publicó trabajos no muy anticastristas de escritores cubanos en Cuba. Entre ellos, en su número inicial, Encuentro, la revista que se jactaba de valorar más el arte y la literatura que la política, publicó un fragmento de una excelente obra de ficción de uno de los más renombrados escritores cubanos de estos tiempos (pp. 18-24). Su título: Fragmento del informe del Buró Político, presentado por Raúl Castro, y aprobado en el V Pleno del Comité Central del Partido Comunista de Cuba, celebrado en La Habana el 23 de marzo de 1996 (sin comentario). No sólo eso. Tanto los artículos que aparecen en Jiribilla como la mayoría de los de Encuentro han sido escritos usando un léxico especial, el tipo de jerga particular, el "discurso", que acuñó el castrismo y que se popularizó en Cuba y América Latina. Por ejemplo, en ambas publicaciones, el castrismo, esa mezcla de fascismo jesuítico escondido detrás de una falsa fachada comunista, casi siempre es tratado de "la revolución". Solamente confundidos ideológicos, tontos, o mal intencionados, son capaces de seguir empleando a estas alturas la frase "la revolución" para referirse al proceso más contrarrevolucionario y reaccionario que ha tenido lugar en América Latina. Este uso particular del lenguaje trabaja en un plano subliminal para contribuir a crear en el lector un estado de confusión ideológica. O sea, que el apoliticismo de Encuentro resultó ser, en la práctica, politicismo comprometido con el régimen castrista. Lo que Casa de las Américas hizo abiertamente por muchos años Encuentro lo hacía ahora encubiertamente. Los tiempos habían cambiado, y los servicios de inteligencia castristas se adaptaban a las nuevas circunstancias. Pero las conexiones de Encuentro con el castrismo van más allá de lo puramente formal o ideológico. Una de las características de Encuentro ha sido su habilidad tanto para despolitizar al exilio político cubano como para obtener los fondos necesarios para su publicación. Contrariamente a la mayoría de las publicaciones literarias cubanas en el exilio, que han subsistido precariamente por unos años para finalmente desaparecer por falta de recursos (Mariel es un ejemplo que me viene a la mente), Encuentro siempre contó con fondos abundantes. Cuando Jesús Díaz decidió lanzar Encuentro en la Red, la versión electrónica de la revista, la Fundación Ford aportó $250,000 dólares al proyecto. En la carta abierta a Monsiváis ya mencionada, los eficientes "compañeros" de la inteligencia castrista agazapados tras La Jiribilla acusan a Díaz de haber recibido fondos de "una fundación norteamericana" sin mencionar el nombre. Pero lo que mucha gente ignora es que la Fundación Ford, que fue la que aportó los fondos, como sus colegas, la Fundación Rockefeller y la Fundación Carnegie, abren sus abundantes faltriqueras a cuantos quieran publicar algo sobre las maravillas del castrismo, pero nunca han dado dinero alguno a una publicación de corte anticastrista. De modo que Jesús Díaz tuvo el honor no sólo de ser el único cubano al que el gobierno de Fidel Castro haya amenazado de muerte, sino también el único cubano exiliado supuestamente anticastrista al que la Fundación Ford le haya proporcionado fondos para subvencionar una publicación. Como dirían los personajes de La soprano calva de Ionesco: "Qué extraño", "y qué interesante", "y qué coincidencia." Otra acusación que ha aparecido repetidamente en La Jiribilla es que Encuentro es una creación de la CIA en su lucha encubierta contra la "revolución" fidelista. Como todos conocemos, Fidel Castro ha acusado a la CIA de cuanto problema ocurre en Cuba, desde la escasez de guarapo hasta el desastre de la última zafra (y de todas las anteriores). Pero si prestamos más atención a lo que tanto Castro como la CIA hacen, que casi nunca concide con lo que dicen, se hace evidente que la CIA ha sido siempre la mejor aliada del tirano. Por ejemplo, la CIA tuvo un papel importante en la traición a los invasores de Girón y a las guerrillas del Escambray, que trajo como consecuencia que Castro se consolidara en el poder. La CIA jugó un papel principal en la muerte del Ché Guevara, a quien Castro se había propuesto eliminar. Con todos sus satélites y aviones espías, la CIA se hizo de la vista gorda hasta que Castro ya había enviado más de 20,000 soldados a Angola donde, entre otras cosas, se dedicaron a proteger las refinerías de la Shell en Cabinda. De modo que no sería descabellado sospechar que la CIA haya estado detrás de Encuentro, pero no directamente, como dice La Jiribilla, sino indirectamente, a través de su amigo Fidel Castro. En el enrevesado mundo de la inteligencia, la contrainteligencia y el espionaje casi todo es posible --aunque no siempre probable. Si alguno de mis lectores piensa que exagero cuando afirmo que la CIA es la mejor aliada de Fidel Castro, le sugiero que le pregunte a Edén Pastora, a Orlando Bosh, o a Luis Posada Carriles, quienes por diferentes vías llegaron a conclusiones similares. Independientemente de sus reconocidos méritos como escritor, la trayectoria política de Jesús Díaz muestra todas las características de un oportunismo de la peor especie. (Fue el propio Lenin quien dijo que bajo la piel de todo extremista se ocultaba un oportunista). Si algo tienen bien desarrollado los oportunistas es el olfato. Al parecer Díaz se olió que a Fidel Castro le quedaba poco, y decidió volverse un exiliado anticastrista de verdad, traicionar a sus compañeros de la inteligencia castrista, apropiarse de Encuentro y usarla para sus fines personales. A mediados del 2000 Encuentro da un viraje radical y comienza a politizarse aún más, pero ahora sí en contra del castrismo. Es interesante ver que las críticas verdaderamente virulentas de los órganos de desinformación castristas hacia Jesús Díaz comienzan precisamente por esa fecha. Es tan sólo a partir de esa época que la recién aparecida La Jiribilla comienza un ataque sistemático contra Jesús Díaz, cuyo plato fuerte consiste en la publicación de toda la bazofia pro-Castrista que Díaz publicó durante sus largos años de militancia combativa. Le sugiero a mis lectores que no visiten el sitio de La Jiribilla y lean lo que Díaz escribió, so pena de tener que salir corriendo al baño a vomitar. Sin embargo, tal parece que en el momento crucial el fino olfato de oportunista político le falló a Jesús Díaz. En la entrevista de Lateral que mencioné anteriormente, Díaz pronunció sin saberlo lo que tal vez sería su epitafio: "Hay que trabajar como si Castro ya se hubiera muerto, hay que romper esa obsesión única y trabajar para un futuro que puede ser mañana". Pero Fidel Castro no sólo aún no está muerto, sino que sigue siendo extremadamente peligroso y tiene largas manos asesinas. Tal vez pensando en asegurar su futuro político en la Cuba post- Castro, Díaz cometió el error de cambiar de lealtades, y pasó a atacar al castrismo en serio. Craso error. Díaz quiso bailar en casa del trompo, y éso es algo que Fidel Castro no perdona. Al ladrón de Birán no hay quien le robe. Como muchos que han menospreciado la capacidad de Castro para la maldad, tal vez Jesús Díaz haya pagado su error con la vida. Hace unos pocos días Díaz fue encontrado muerto en su lecho en su casa en Madrid, al parecer víctima de un ataque al corazón. Es de todos conocido que Fidel Castro es un experto en las artes del asesinato político, tanto de sus enemigos como de sus amigos. (En mi libro The Secret Fidel Castro dedico todo un capítulo al estudio de esta malvada actividad castrista). Las largas manos del tirano, en su versión caribeña del "executive action", han alcanzado a muchos de sus enemigos fuera del país. Al principio los métodos eran burdos: el disparo por la espalda o la bomba en el automóvil. Ahora los métodos son más sutiles: desde lo colocación de un isótopo radioactivo en el asiento del auto, que en unos meses provoca el cáncer de la próstata, hasta la inoculación de varios tipos de enfermedades contagiosas. A fines de la década de los cincuenta, la KGB desarrolló una tecnología, simple pero letal, para deshacerse de traidores y exiliados belicosos. El dispositivo consiste en un tubo delgado de metal, de unas seis pulgadas de largo, con un gatillo en el extremo cerrado. Dentro del tubo hay una cápsula de ácido prúsico (el componente principal del gas Zyklon B usado por los Nazis en las cámaras de gas), y un fulminante. El asesino, que con anterioridad ha tomado unas pastillas de antídoto, apunta el tubo a la cara de la víctima y oprime el gatillo. La pequeña explosión vaporiza el ácido, que es inhalado por la persona. La muerte ocurre en unos pocos segundos y el veneno se disuelve en unos minutos, sin dejar trazos que aparezcan en una autopsia. Los síntomas aparentes son los de un paro cardíaco. Conociendo la cercana colaboración que hubo entre los servicios de inteligencia soviéticos y castristas, no es desatinado conjeturar que la KGB haya entrenado a los cubanos en esta tecnología. Si las conclusiones a las que he llegado en este artículo son ciertas, no sería de extrañar que Jesús Díaz haya sido otra víctima más del asesino Fidel Castro. Una objeción que pudiera hacerse a mi teoría es la siguiente: si Carlos Alberto Montaner o Guillermo Cabrera Infante, tan sólo por mencionar dos de los más conocidos, han siempre mantenido una postura mucho más activa y vertical ante el castrismo que Jesús Díaz, ¿por qué asesinar a Díaz y no a ellos? La respuesta es porque, a los ojos del tirano, Montaner y Cabrera Infante son tan sólo enemigos, en tanto que Díaz era un traidor. Esta conclusión se basa en que la propia KGB, que rara vez asesinó a oficiales de los servicios de inteligencia enemigos, siempre fue implacable en el castigo de quienes consideraba traidores. Asesinar al traidor no sólo proporciona el dulce placer de la venganza, sino que sirve de advertencia a posibles traidores. Un caso conocido es el de Julio Antonio Mella, un comunista pro-Moscú que decidió pasarse al trostkismo y fue asesinado en México por la NKVD siguiendo órdenes de Stalin. Personalmente nunca tuve nada en contra, ni a favor, de Jesús Díaz. Cuando lo conocí, y en las pocas ocasiones que hablamos después, casi siempre en la Universidad de La Habana, recuerdo que era (o trataba de aparentar que era) el típico cubano hablador, simpático e inteligente. Recuerdo que había desarrollado lo que yo di en llamar "el estilo 'Cheo' de enseñar filosofía". Al percatarse de que hablar el idioma español correctamente había pasado en la Cuba castrista a ser un síntoma burgués, en sus clases universitarias Díaz explicaba los más abstrusos conceptos de la filosofía marxista hablando como un estibador de los muelles. Con el pasar de los años, después que se convirtió en "funcionario", me parece que perdió mucho de su frescura y simpatía inicial. Una foto que hallé en la internet hace unos días muestra casi al mismo Jesús Díaz que yo conocí en los años sesenta, pero su ceño ya se ha tornado hosco, como bien cabe a los funcionarios políticos castristas en ascenso. La carrera literaria y política de Jesús Díaz nunca me interesó mucho. En definitiva la literatura no es mi campo, y lo único que conozco de su producción intelectual son sus excelentes cuentos de Los años duros y el bodrio cinematográfico 55 hermanos. Y lo considero un bodrio no porque sea un panfleto progagandístico --Leni Riefenstahl creó panfletos propagandísticos para los nazis que aún hoy se consideran obras de arte-- sino porque cuando vi este documental me pareció una melcocha sensiblera de la peor especie. Pero no vamos a echarle toda la culpa al muerto, que en paz descanse. Como dice un dicho norteamericano, hacen falta dos para bailar un tango. El hecho de que uno de los más extremistas entre los intelectuales dogmáticos castristas haya pasado sin transición a dirigir una de las más importantes publicaciones del exilio cubano, dice mucho de la alta calidad de los servicios de inteligencia castristas. Dice mucho también de la inocencia y de la confusión ideológica que predominan entre los intelectuales en general y entre los intelectuales cubanos en el exilio en particular. En cuanto Encuentro tomó algún prestigio, la lista de sus colaboradores se hizo extraordinariamente larga. Lamentablemente, es muy probable que, sin proponérselo, con sus colaboraciones le hayan estado haciendo el juego al tirano. Nadie sabe para quien trabaja. No obstante, el hecho de nadie sabe para quien trabaja funciona en ambos sentidos. La CIA no es el único servicio de inteligencia que planea algo, lo ejecuta, y los resultados son diametralmente opuestos de lo que esperaban. (Y no estoy pensando en la invasión de Playa Girón, cuyos resultados coincidieron exactamente con lo que planearon --como dije anteriormente, en el campo de la inteligencia y el espionaje las cosas rara vez son lo que parecen ser). Si bien hay indicios de que Encuentro fue una operación de desinformación de los servicios de inteligencia castristas, no es menos cierto que, tal vez por mantener la falsa fachada, la revista se vio forzada a abrir un espacio que muchos intelectuales cubanos, dentro y fuera de la Isla, aprovecharon para expresar sus ideas. Afortunadamente, es posible que con sus colaboraciones esos intelectuales hayan contribuído a sentar las bases para una Cuba democrática post-Castro. En ningún momento ha pasado por mi mente que todos los autores que han colaborado con Encuentro, o que todos aquellos que han trabajado en su redacción, hayan sido agentes del castrismo. La mayoría son intelectuales honestos a quienes respeto, y algunos de ellos son mis amigos personales. Si mi teoría es cierta, es muy probable que tan sólo Jesús Díaz, y tal vez unos pocos de sus colaboradores más allegados, hayan sido parte del plan. De la misma forma, es casi seguro que muy pocas personas en el gobierno castrista conocen de la existencia de Operación Encuentro. Las operaciones de contrainteligencia se caracterizan por el más absoluto secreto, pues cualquier indiscreción puede comprometerlas. La compartimentación y la necesidad de saber (need to know) son aspectos esenciales de la profesión. Como todo análisis de inteligencia y espionaje, este estudio se basa en conjeturas, por ahora imposibles de verificar, a las que se llega a partir de datos comprobados. Es posible que algún día, después de la vuelta a la normalidad en Cuba, aparezcan las pruebas documentales sobre éste y otros hechos similares. Si esto llegara a suceder, aunque sinceramente lo dudo, me imagino que muchos nos vamos a sorprender cuando sepamos de tantos nombres conocidos, tanto en las filas del anti-castrismo como en las del castrismo, que aparentaban ser una cosa y en realidad eran otra muy distinta. FIN Servando Gonzalez Servando González es un escritor y analista de inteligencia norteamericano nacido en Cuba. Entre sus libros se encuentran Historia herética de la revolución fidelista y The Secret Fidel Castro: Deconstructing the Symbol publicado a comienzos de este año. Ambos libros pueder ser adquiridos en el sitio de la casa editora, http://www.intelibooks.com.
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