"THE CAT IS OUT OF THE BAG" Por Santiago de Juan
Cuba era uno de los pocos países del mundo, en la época antes del fidelismo, que decía conocer bien a los norteamericanos. Los “yankis” eran personas igual que nosotros, ni más ni menos, especialmente para aquellos que vivíamos en La Habana. Y hago énfasis en lo de ser uno de los pocos países del mundo, porque antes como hoy, la gran mayoría de esos países desconocen completamente las virtudes de este grande y noble pueblo, por ende, el odio que le profesan, que en si, no es otra cosa que ignorancia y envidia. Pero en realidad, nosotros no conocíamos tanto a los americanos como creíamos, y esto lo pudimos palpar cuando llegamos a esta tierra en busca de refugio. La oleada de cubanos que arribó a Miami en 1959 y 1960 (después se rompieron las relaciones diplomáticas y comerciales entre Estados Unidos y Cuba) en su gran mayoría, podría compararse con un ejercito que procede a usar la retirada como una estrategia, para re-agruparse, recuperarse, organizarse, tomar fuerzas y atacar al enemigo. Esto quedó comprobado por lo que la historia recoge como la Invasión de Bahía de Cochinos. El fracaso de la invasión, no terminó con nuestra meta de liberar a Cuba, simplemente aplazaba la fecha. Nos dispersamos por toda la unión americana y decidimos organizar un poco nuestras vidas. Nuestra primera prioridad era la de trabajar para poder subsistir, así, hombres y mujeres, que en Cuba ejercíamos como médicos, abogados, ingenieros, jueces, radioemisores, periodistas, industriales, millonarios, políticos y amas de casa, nos convertimos todos en obreros comunes. El idioma inglés, aprendido en colegios y universidades cubanas, nos ayudaba en algo. Podíamos leer y escribirlo, pero entenderlo y hablarlo nos resultaba muy difícil, por lo que ejercimos como lavadores de plato, cocineros, limpia pisos, pintores, y cuanto otro trabajo que no requiriese contacto con personas existiese. Pero además del idioma, el impacto cultural era algo que no habíamos previsto. Recuerdo el primer periódico que compré, el Cleveland Plain Dealer, en Cleveland, Ohio. Puse un “nickel” en la máquina, lo que hizo que esta me diese acceso a varias docenas de periódicos, sin embargo, tomé solamente uno, aquel por el cual había pagado. Me gustó esta acción de confianza. Mas tarde, en Nueva Orleans, Luisiana, trabajé como lechero. Por la madrugada salía con un camión a entregar leche y mantequilla. Recuerdo que habíamos varios cubanos haciendo aquel trabajo, entre ellos millonarios de Cuba, un juez y otros profesionales, pero que ahora éramos simplemente lecheros. El trabajo era fácil y mal pagado. Teníamos que dejar en las casas de nuestra ruta, un litro o más de leche y si encontramos una orden de mantequilla, para lo que el cliente había dejado una nota en el refrigerador, regresábamos al camión y la poníamos en el frío. Todo esto, en la madrugada, mientras la familia dormía placidamente. Nos íbamos y dejábamos la puerta como la habíamos encontrado. Dudo que el cerrojo tuviese mucho uso en aquella época. Me gustó muchísimo esta acción de confianza. Por cuatro años fuimos nómadas, gitanos, pues nuestra meta era el regreso. Contrario a lo que propagaba e instilaba el régimen castrista en la mente de los que se habían quedado en la isla, el regreso era para reconstruir, no para recuperar. Cuando Pandora abrió la caja y de ella salieron todos los males que acogen al humano, se asustó y la cerró, lo que hizo que la Esperanza se quedase encerrada. El tiempo transcurrido y el convenio de Estados Unidos y Rusia respecto a Cuba, fue lo que tapó nuestra caja de Pandora. Aunque nunca nos resignamos a vivir sin nuestra meta inicial, la lucha para alcanzarla no se convirtió en desigual sino en imposible. Nunca nos rendimos, simplemente optamos por una tregua, no importa lo tanto que esta se alargase. Con el desmoronamiento del Muro de Berlín y la caída del comunismo en el bloque soviético, se levantó de nuevo nuestra esperanza. Pero sólo fue eso, una esperanza furtiva, escurridiza, que pronto disipó. La mayoría del cubano en el exilio adoptó la cultura de respeto al derecho ajeno, el sistema de confianza y honestidad en el que está basado este sistema. Comprobamos el poder de nuestra firma bajo juramento en un documento a la vez que comprendíamos el castigo al que nos arriesgábamos el descubrirse el no ser cierto lo jurado. Una cultura de equilibrio y balance. Bajo estas condiciones echamos raices. El arbol trasplantado dió frutos que contaron con el beneficio de dos culturas, en demostración de nuestra gratitud y agradecimiento a la nación que nos dió abrigo Dos generaciones de cubanos bajo el régimen fidelista, donde la mentira, el robo, la destrucción de los principios básicos de la familia, de la historia, de las tradiciones y legados, de raíces, de fe y esperanza también han hecho ingentes estragos en el carácter y la cultura de ese pueblo. El pueblo cubano es un pueblo apátrida. La Patria es nuestra segunda madre, sin ella, ¿qué somos?. La Patria nos amamanta, pero no es una vaca para ordeñar como muchos hacen, mientras otros quieren hacer. Es un hecho indiscutible que Fidel Castro ha envenenado el pozo. Los que de esa agua han estado bebiendo por más de nueve lustros no han perecido pero si han mutado, evolucionado para subsistir, según ellos. Muchos alegan que es el natural producto de la causa. Mi intransigencia podría aceptar que es el efecto de la causa, pero jamás que ha sido la única opción y mucho menos la más honorable. El resultado les ha distanciado enormemente del orgullo de ser cubano, aunque el adjetivo gentilicio lo mantengan por el mero hecho de haber nacido en esa isla caribeña.
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