LA HISTORIA DEL NAUTILUS

LOS CUBANOS ESTUVIERON A PUNTO DE
INICIAR UNA CAMPAÑA SUBMARINA
CONTRA ESPAÑA


El entonces Director del "New York Journal", ofreció al Comité Central Revolucionario de New York el sumergible "Nautilus". La efectividad del buque fué estudiada prácticamente por el General Emilio Núñez, quien rindió sobre la misma un interesante informe.

En una oportunidad el General declaró: "¿Quién me iba a decir que progresarían tanto los submarinos cuando nos ofrecieron a los cubanos el "Nautilus" para combatir con él a la escuadra española?".

Fué su gran experiencia dirigiendo expediciones los que hizo que el Comité Central Revolucionario de Nueva York considerase al General Núñez como a uno de los más capacitados sobre cuestiones marítimas entre todos sus miembros, y ella fué, sin duda, la causa de que un día, allá en el verano de 1897, el General recibiera la orden de trasladarse a Baltimore para una importante misión.

El director del importante diario neoyorquino "New York Journal", William Randolph Hearst, un gran amigo de Cuba y de su causa, se había puesto al habla con el Comité Central Revolucionario para darle cuenta de que el inventor de un buque submarino que estaba fondeado en la bahía de Baltimore, nombrado "Nautilus", le había hecho el siguiente ofrecimiento: Si el barco era útil, él no tenía inconveniente en comprarlo y regalárselo a los cubanos y que, al efecto, podían ir a visitar el barco acompañado de un reportero de su periódico para presentar a su inventor a las personas que llevaran la representación del Comité.

Tal confianza tenía el Comité Central en el General Emilio Núñez, que lo comisionó a él solo para que les informara sobre el mismo. Y acordaron que si el submarino era efectivo, el General Núñez sería el jefe de la primera expedición que en él se llevara a cabo, que tendría por objeto la propia bahía de La Habana a fin de volar los buques de guerra españoles que se encontrasen en puerto.

Con la rapidez que requería el caso, y acompañado de un reportero del "New York Journal" de apellido Caldec se dirigieron al puerto de Baltimore.

Y ahora pasaremos al propio relato que hicera el General Núñez de su visita al "Nautilus":

El buque, que se encontraba a flote cuando nosotros llegamos a su borde, tenía la forma característica de todos los submarinos. No recuerdo que tuviera periscopio, ni entonces llevaba la misión de fijarme en otros detalles que los que me sirvieran para informar sobre su potencia ofensiva. Recuerdo en cambio, que estaba provisto de ruedas Para caminar sobre el fondo del mar, es decir, que más bien que un buque, resultaba un automóvil submarino. La inmersión la efectuaba por el Sistema de admisión de agua en tanques especiales, agua que era luego expelida por el aire comprimido, del cual contaba con grandes depósitos. Cerradas las escotillas y compuertas, el barco no tardó en hundirse, y entonces el inventor nos pasó a la cámara de torpedos que, en realidad, no eran torpedos sino minas, las cuales eran colocadas por medio de un buzo, cuya operación de salida presenciamos y ayudamos. Fue aquello un cuarto de hora de angustia inolvidable. La puerta de la cámara se cerró detrás de nosotros, y, momentos después, empezábamos a sentir una intolerable presión en los oídos. El inventor se apresuró a advertirnos que hiciéramos lo posible por no cerrar la boca, pues el aire comprimido de que se estaba llenando la cámara para evitar la entrada de agua, podría reventarnos los tímpanos, Aumentada la presión de aire de la cámara al límite suficiente, se procedió a hacer salir al buzo, introduciéndolo al efecto en otra pequeña cámara contigua, también provista de doble compuerta. Salió del buque con trabajo, colocó o no colocó en el lugar designado la mina simulada y volvió al buque venciendo enormes dificultades. La cámara, en ese tiempo, se había llenado de una neblina tan espesa que yo no podía distinguir la cara de mis compañeros de encierro. Pero, cuando salimos a la luz, la expresión de terror que el reportero Caldec tenía en el semblante era tal que yo pude por menos que soltar la carcajada pues llegaba a los límites de lo cómico. Caldec declaró acto seguido, que él no volvería a embarcarse en un submarino aunque le regalasen el periódico donde trabajaba. Yo, por mi parte, vistas las penalidades sin cuento de la maniobra y del gran peligro, formé opinión desfavorable, y así, se lo comuniqué al Comité Central, quien aceptó mi informe. Desde entonces, no he vuelto oír hablar de "Nautilus", ni apenas me volví a acordar de é1 hasta ahora que los U-boats alemanes han consagrado la navegación submarina.

Esta interesante narración fue hecha por el General Emilio Núñez el 12 de octubre de 1916.


FIN



Fuente:
Un Procer Cubano
por Ricardo Nuñez Portuondo
UN PROCER CUBANO

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