"DIGALE A WASHINGTON QUE ESPERE"
Describiendo el espectáculo de aquel maremoto revolucionario, el mismo Grau
dijo años después:
-Aquel fue una revolución que se hizo, dia a dia, en medio de la plaza
pública a grito "pelao".
Un día de esos, cuando más númerosa, era la multitud apiñada frente al
Palacio Presidencial y más compenetrado se encontraba el Presidente
dialogando con aquella inmensa y vibrante masa, alguien se deslizó presuroso
entre los acólitos que rodeaban a Grau.
-Señor Presidente, excúseme, pero están llamando de Washington.
Se oyo cuando Grau contestó:
-Digale a Washington que espere que ahora estoy hablando con el pueblo.
"HOLIDAY BANCARIO"
Y en medio del vendaval político que abatia a la Isla de Cuba, Grau
hace una pausa en sus múltiples actividades del día para complacer a un grupo
de corresponsales de la prensa extranjera, sometiéndose a un inquisitivo
interrogatorio de los periodistas acreditados en Palacio.
- Señor Presidente - pregunta a quemarropa un reportero
norteamericano - ¿cómo es posible que pueda funcionar un ejército en el cual
dan órdenes y lo dirigen los cabos y los sargentos?
- Mire, señor periodistas, ése es un asunto interno de Cuba; sin
embargo, con gusto vamos a explicarle para que no vaya a llevarse usted la
impersión de que estamos tratando de ocultar algo misterioso aquí.
De inmediato Grau añade:
- No se decretó en los Estados Unidos, en su país, un "holiday
bancario" para sanear la cartera de los bancos comerciales alla?… Pues mire,
nosotros hemos decretado un "holiday militar" acá para salvar nuestro
ejército…
"EL QUE MATA SOY YO"
Fracasado el brote contrarrevolucionario de los dias 7, 8 y 9 de Noviembre de aquel turbulento
año 1933, de inmediato se llevo a cabo el correspondiente Consejo Sumarísimo
de Guerra para juzgar a los culpables. Batista presentó allí todas las pruebas acreditativas de la responsabilidad
del cabo del ejercito acusado de entregar los aviones que intentaron
bombardear el Palacio Presidencial.
Fue severo el acuerdo unánime del tribunal militar: pasar por las
armas al cabo.
Batista llevó a Palacio la sentencia para que Grau la firmara, pero
el Presidente tomó el papel en sus manos haciendo con el rostro un gesto
negativo. Iba a empezar a exponer la razón de conciencia que el impedia
firmar cuando el jefe del ejercito dijo:
-Es que todo está preparado, Señor Presidente. Solo se espera por su
firma.
Al hacer Grau más ostensible, en su rostro, una mueca de desagrado,
Batista razonó.
-Presidente, en definitiva es la ley la que mata.
-Pues mire Batista, lamento no compartir su opinión. Observe usted
que si yo no firmo ese papel no hay sentencia. ¡Luego, soy yo el que mata!
LA LEY DEL CINCUENTA POR CIENTO
Y para que Nicolas Rios, tan sugerente siempre, que con su tersa
prosa pretende nada más y nada menos que implementar un díalogo para derrocar
suave y versallescamente a la dictadura castrista, compruebe que no soy yo
quien percibe históricamente con justicia a Grau San Martin, sino Chibás,
dejemos que sea este último quien narre cómo fue firmada la ley de
nacionalización del trabajo, también conocida popularmente como la ley del
cincuenta por ciento. De la revista Bohemia de 14 de Marzo de 1944, sin
quitar ni adicionar una coma siquiera a lo escrito por el inolvidable vocero
del autenticismo, he aqui la acuciosa y fidedigna narración de Eddy Chibas:
"En todas partes se hablaba de la ley del cincuenta por ciento, que
el doctor Grau estaba dispuesto a convertir en realidad. Con tal motivo,
Fulgencio Batista se entrevistó con el Presidente de la República:
Batista: Doctor Grau, usted debiera desistir de la ley del cincuenta
por ciento.
Grau: ¿Por qué?
Batista: Ha de traer complicaciones.
Tenemos una oposición muy grande y la ley del cincuenta por ciento
aumentará esa oposición. Puede hasta producir una insurrección armada.
Grau: Tendré en cuenta su opinión…Le agradezco, Batista, el interés
que se toma. El gobierno estudiará la cuestión".
Y continúa Chibas la narración de su crónica:
"El 7 de Noviembre de 1933 se reunió el Consejo de Secretarios de
Grau San Martín. Los Secretarios todos estaban en contra de la promulgación
de la ley. En síntesis la sesión se desarrolló así:
Un Secretario: Desde el punto de vista jurídico no debe dividirse a
los cubanos en nativos y naturalizados. Eso es un disparate.
Guiteras: La ley del cincuenta por ciento daría lugar a que se
argumente que ataca la solidaridad internacional de la clase trabajadora. Sin
embargo, si el Presidente la firma yo la defenderé.
Otros Secretarios: No debe promulgarse la ley. El coronel Batista,
los jefes de las fuerzas armadas, los estudiantes, los partidos politicos,
los sectores revolucionarios, son contrarios a la ley.
Grau: He oído las opinions, muy respetables. De todos ustedes. En
cuanto al argumento jurídico que se esgrime, inclusive hasta la vieja
Constitución especifica que tanto el cargo de Presidente como el de Vice y de
los senadores deben ser ocupados por cubanos nativos. Si se establece desde
el punto de vista politico, por qué no ha de establecerse también en cuanto
al trabajo, que es una función primordial de la sociedad? En ningun país se
concibe que el nativo pueda ser desplazado de las fuentes de trabajo. Eso
sólo pasa en Cuba. Por eso en otras partes no hace falta la ley. Aquí sí es
indispensable.
Un Secretario: Bueno, doctor, el Consejo de Secretarios, en pleno,
por unanimidad, declina toda responsabilidad historico de esa decisión. Esta
ley será de usted solo.
Grau: Me veo, entonces, obligado a asumir yo solo toda
responsabilidad de esa ley ante el pueblo y ante la historia".
"ENTRE BALAS Y BOLAS"
Eddy Chibas no lo narró en su crónica de Bohemia, pero se sabe que al
empezar a retroceder la multitud contrarrevolucionaria armada que intentó
tomar por asalto el Palacio Presidencial el 8 de Noviembre de 1933, aun en
medio del fuerte tiroteo, desde su despacho Grau dio una orden urgente:
-A ver, que me traigan de inmediato la ley del cincuenta por cinto
para firmarla. ¡Hoy es un día maravilloso para ponerla en vigor!
No por gusto un distinguido periodista de la epoca dijo que se
legislaba, entonces, entre balas y bolas