1492: las dos caras de una época


Muchas de las populares tendencias del llamado revisionismo histórico de nuestros días revelan una crasa ignorancia del pasado o la intención de alterar los hechos. Todo esto resulta con frecuencia en fragantes casos de discriminación a la inversa contra la cultura europea o la raza blanca. En los últimos años, especialmente, relacionado con el quingentésimo aniversario del descubrimiento de América, se han manifestado varias expresiones de indiscutible parcialidad nacidas de extremismos ideológicos -o demagógicos- carentes del más elemental equilibrio erudito.

Dos son los argumentos fundamentales empleados en lo que ha sido una campaña dedicada a desacreditar la significación del año 1492. El primero, con varios años ya de existencia, disputa a Cristóbal Colón el descubrimiento de América; el segundo, relativamente reciente, le atribuye el delito de haber introducido en América la violencia, la opresión la esclavitud y los tantos otros atropellos sufridos por los originales habitantes del continente.

En el primer caso se ha concedido la prioridad en el descubrimiento a varias nacionalidades, pero especialmente a los vikingos. No hay duda de que durante el siglo X de J.C. Erico el Rojo, su hijo Leif y otros se establecieron por algún tiempo en Groenlandia y visitaron regiones como la Isla de Baffin, Labrador y Terranova. Lo que se olvida, sin embargo, es que fracasados estos empeños de colonización y desaparecidos los que participaron en ellos, el continente quedó tan desconocido como antes para el resto del mundo.. Es muy probable que otros viajeros arribaron también a las costas de América, ya arrojados por tormentas, ya en viajes de emigración o de exploración, antes y después de los vikingos, pero igualmente sin dejar efectos positivos para la historia universal. Todo esto nos lleva a la verdad indiscutible de que sólo a partir de los viajes de Colón se supo en el resto del planeta sobre la existencia de América. De ahí la justificación del término "descubrimiento", aunque con cierta reserva es necesario reconocer, como indica Fernand Braulen, que hasta las más pequeñas partes del mundo ya tenían dueño antes de 1500 Una vez dicho esto hay que referirse a algo de mayor significación en relación con nuestro tema: con la fecha del primer viaje puede decirse que comienza una nueva era en la historia universal debido a sus consecuencias económicas, políticas y sociales.

En lo que respecta a la campaña por destruir al Colón mítico creado por los textos escolares se intenta crear, a su vez, un nuevo mito, el de que el descubrimiento y la conquista introdujeron en América la violencia y la opresión. Y no falta quien se refiere a las epidemias y enfermedades que tal mortandad crearon entre los indígenas como si hubieran sido traidas por los europeos con toda intención, con un concepto moderno de guerra bactereológica. Quienes añaden tal acusación a los innegables atropellos de la conquista y la colonización ignoran que desde tiempos remotos la llegada de grupos de población a zonas aisladas generalmente, introduce en ellas microbios patógenos para los que no existe inmunidad. En su libro Ecological Imperialism. The Biological Expansion of Europe, 900-1900, Alfred W. Crosby se refiere a un buen número de casos históricos que confirman tal aserto desde siglos antes de nuestra era hasta el presente.

El desarrollo de los acontecimientos históricos es un proceso que en gran medida crean, y sufren, los seres humanos. Por desdicha desde tiempo inmemorial emigracioones, invasiones, guerras, revoluciones, epidemias, etc. han alterado, o transformado, las condiciones sociales, políticas, económicas, ecológicas y culturales de las diversas partes del mundo. Refiriéndose a la transformación material y sicológica que va ocurriendo en Europa a partir del siglo XVIII, observa Braudel que predomina la ambición de conquistar otros mundos, de adquirir especies y oro, así como el interés por lograr nuevas invenciones y su aplicación utilitaria (1.415).

Por otra parte es innegable que como característica de las limitaciones morales y sicológicas del ser humano las civilizaciones que se han ido creando a través de los tiempos han sido casi sin excepción una mezcla de esplendor y miseria. Junto al creciente desarrollo económico, tecnológico, científico y artístico de Europa durante los siglos XIV y XV existían igualmente muchos elementos de barbarie en la violencia y crueldad de su sistema judicial, en la rapiña y ferocidad de sus ejércitos en campaña, en el fanatismo despiadado de sus conflictos religiosos.

A todo esto hay que añadir lo que Daniel Boosrtin ha calificado de "a peculiarly western intolerance along with a ruthtless determination to convert the heathen" (193). Y esta es la Europa que viene a las Américas. En el caso de España, la reconquista del territorio peninsular, que se logra finalmente en 1492, tras siete siglos de lucha contra los moros, no hace sino agravar esos aspectos negativos del carácter europeo..

Es necesario ver la cadena de acontecimientos desencadenada por el descubrimiento sin el rencor --hasta cierto punto justificado en muchos-, la arbitrariedad intelectual y el apasionamiento que las llamadas teorías y acusaciones revisionistas revelan. Por lo tanto es preciso aclarar si la violencia y la opresión fueron en verdad traídas a las Américas por los europeos del siglo XV y XVI y sus descendientes.

Por otra parte debe recordarse que no fueron los españoles los primeros que vertieron sangre americana. De acuerdo con las sagas escandinavas que se conservan, en los primeros encuentros de los vikingos con los nativos del extremo norte del continente hubo muertos por ambas partes. Y pronto siguieron rivalidades y muertes entre los mismos vikingos hasta que fueron expulsados de la región (Boorstin, 212-214). América había de quedar tan desconocida como antes para el resto del mundo. Sólo a partir de 1492 se puede hablar de viajes de descubrimiento y conquista en el continente.

Colón fue sin duda un hombre de gran valor y, sobre todo, de inquebrantable determinación en la persecución de su ideal. Pero su desmedida ambición de riquezas y poder lo llevó a una política de engaño y opresión en sus relaciones con los aborígenes, que seguirían otros europeos, y continuará en varios países hasta nuestros días. Y aquí cabe añadirse un comentario sobre la inconcebible arrogancia europea que demostraban las ceremonias de toma de posesión de territorios ya poblados y organizados políticamente.

Para vergüenza del género humano no es posible justificar el tratamiento de los aborígenes tanto en Hispanoamérica como en los Estados Unidos, durante la colonia y la república. Pero al mismo tiempo es necesario indicar que durante el período de conquista y colonización España fue el único país donde una organizada defensa del indio, en la que se invocaba el derecho natural y de gentes, llegó a negar el derecho de conquista. Por desdicha las leyes que al fin se aprobaron desde 1540 apenas remediaron la situación del indio debido a la avaricia de los colonizadores y a la distancia entre España y sus colonias.

Si se vuelve la vista al mundo americano hasta 1492 hay que reconocer que no fue el paraíso que muchos europeos imaginaron. Poblada por pueblos en diversos estados de civilización no predominaba en ella ni la inocencia que Colón vio originalmente, ni la perfección que Montaigne exaltó, ni la armonía del hombre en estado de naturaleza que los enciclopedistas, Rousseau y los romáticos crearon. Fue también un mundo de violencia, opresión y fanatismo que en algunas regiones convivió con grandes logros científicos y artísticos.

Cuando los españoles llegaron a las costas de América. las Antillas eran el escenario de un viejo conflicto producido por varias invasiones de pueblos provenientes de la zona amazónica. La cultura más arcaica, la de los guanahacabibes o ciboneyes, había sido desplazada al extremo occidental de Cuba por la más avanzada cultura de los tainos o arahuacos, entonces en posesión principalmente del resto de la isla y las otras Antillas Mayores. Mientras tanto los caribes, que ya dominaban las Antillas Menores, llevaban a cabo frecuentes ataques a las poblaciones tainas. De modo que si las Antillas Mayores pueden considerarse pobladas por pueblos más bien pacíficos, no debe olvidarse la conquista gradual de territorios ajenos hecha por los tainos sobre los guanahacabibes y el intento de dominación implícito de los ataques de los caribes a los tainos.

Entre los pueblos que habitaban lo que hoy constituyen los Estados Unidos y el Canadá las guerras eran constantes. En ellas no faltaban los ataques por sorpresa y hasta el sacrifico de algunos supervivientes. Como ejemplo de la ambivalencia de la naturaleza humana puede citarse el caso de los iroqueses. Cuando los castores disminuyeron en sus tierras los iroqueses atacaron en guerras de exterminio a tribus vecinas, llegando en cierto momento a extender su dominio a la zona comprendida entre los que hoy son los estados de Nueva Inglaterra e Illinois (The World, 130). Por otra parte la Confederación o Liga Iroquesa, creada inicialmente por cinco tribus, fue una original organización política cuya Constitución influyó en varios de los fundadores de los Estados Unidos y en su Constitución (The World, 133).

Innecesario resulta mencionar los frecuentes conflictos provocados por la enemistad existente entre otras muchas tribus. Baste mencionar los ataques implacables de cheyennes y arapahos contra kiowas, de los siouxs contra pawnees y crows; la hostilidad de los pimas y maricopas contra los yapavais, o de los apaches no sólo contrea españoles y mexicanos sino también contra otras tribus. No debe olvidarse tampoco que las peculiares construcciones de los llamados "cliff dwellers" sin duda respondieron en gran parte a medidas de defensa.

Cuando pasamos a las grandes civilizaciones amerindias de Meso América y Sur América se evidencia de nuevo esa ambivalencia del ser humano mencionada en los grandes contrastes observados en el undo europeo. De modo que puede afirmarse que tampoco eran ajenas a la violencia, y menos a la opresión, los pueblos más adelantados del continente.

En Meso América queda la evidencia de avanzadas civilizaciones creadoras de grandes ciudades y vastas construcciones arquitectónicas en las que predominaban pirámides, templos con frisos y murales multicolores, estatuas, estelas y complicadas inscripciones, De estas varias civilizaciones que se inician poco más de un milenio a. de J.C. con los olmecas, y llegan hasta el descubrimiento, ninguna sobrepasa los logros de los mayas. Sin embargo para comprender lo que Frans Blom llama 'la asombrosa proesa científica que fue el sistema numérico y el calendario mayas" basta recordar dos datos capitales: primero, los mayas poseían el concepto del cero, que sólo llegó a Europa con la llamada numeración arábiga poco después del año mil de nuestra era; segundo, en la época del descubrimiento su calendario era más exacto que el del mundo occidental, que fue reformado en 1582 y no seguido en Inglaterra y sus colonias hasta 1752 (Blom, 84).

Desde el punto de vista político estas sociedades fueron gobernadas por regímenes teocráticos de señores absolutos, considerados divinos, y élites privilegiadas que practicaban ritos religiosos relacionados con sangrías personales y sacrificios humanos. Sin embargo, es en la meseta mexicana donde llega a su culminación, con los aztecas, el culto a los sacrificios humanos. Porque en sus constantes guerras de conquista la confederación azteca no sólo extendía sus dominios y sus intereses comerciales sino que obtenía los cautivos necesarios para esos sacrificios. Al mismo tiempo esa cultura que imponía terror entre sus vecinos podía dejar un gran poeta filósofo como Netzahualcoyotl, rey de Texcoco, cuyos aliados aztecas habían edificado la ciudad de Tenochtitlan, que fue el asombro de Cortes y sus hombres por sus impresionantes templos, sus mercados, sus jardines, sus amplias plazas y calzadas.

El otro gran imperio aborigen en la época del descubrimiento, el de los incas, en el Perú, como el de los aztecas se apropió de los adelantos de varios pueblos anteriores. Sorprendente fue en él lo grandioso de muchas construcciones de piedra y oro, sus almacenes, sus acueductos, su extraordinara red de caminos y puentes que unía la vasta extensión del imperio y, sobre todo, la notable organización de sus sistema de gobierno.. Pero no puede olvidarse que todo esto existía en una sociedad estrictamente regimentada en la que los súbditos del inca no tenían otra alternativa que la más absoluto sumisión al monarca. Y cuya economía estaba basada, según lo sintetizó Hermann Trimborn, "en la explotación de una masa trabajadora por una pequeña clase superior"

Cuando Pizarro desembarcó en el Perú en 1532 el país vivía los últimos momentos de una cruenta guerra civil por el trono imperial en la que por orden de Atahualpa se daría muerte a su medio hermano Huascar y a toda su familia.

Hecha esta sucinta, y por lo tanto incompleta, relación de algunos aspectos de los dos mundos que convergen en 1492, se pueden deducir dos conclusiones: si entre el europeo y el americano había una gran diferencia en el orden cultural, en términos generales poca había, sin duda, en lo que puede denominarse grandeza y miseria del ser humano. Lo trágico del encuentro entre esos dos mundos sería, como expresa Miguel León Portilla refiriéndose a aztecas y españoles: " la confrontación de dos culturas y de dos maneras de entender la existencia". A lo que se podría añadir la triste consecuencia de la destrucción , en gran parte, de la cultura indígena.


FIN


Otto Olivera

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