EL RESCATE DE LA MEMORIA HISTóRICA por Néstor Carbonell Cortina (Basado en el discurso pronunciado en el homenaje a distinguidos octogenarios de la República de Cuba, convocado por el Instituto San Carlos en Miami, el 11 de mayo, 2006.) Ante todo, mis gracias más expresivas a Rosa Whitmarsh, a Rafael Peñalver y a la directiva del Instituto San Carlos por la honrosa invitación a pronunciar unas palabras en esta patriótica velada en loor a la República y a la excelencia cubana. Breve y sencilla será mi exposición para no restarles lustre ni tiempo a nuestros 73 homenajeados. Mucho me alegra haber podido despejar el calendario para asistir a este acto, porque no hay nada que más me satisfaga que elogiar a quienes, como nuestros homenajeados, son dignos de respeto y admiración. Y no hay nada que más me enorgullezca que exaltar los valores inmarcesibles que hicieron grande a nuestra Patria, y que grande la harán de nuevo cuando cese la noche del despotismo y alumbre en nuestra isla querida el sol radiante de la concordia y de la libertad. Tanto Rosa como Rafael y el Instituto San Carlos merecen nuestras más cálidas felicitaciones por esta tercera iniciativa de congregar y honrar a destacados compatriotas, nativos y adoptivos, quienes por sus virtudes y talentos prestigiaron desde temprana edad a la República y hoy dignifican a la nación cubana del destierro. La selección obviamente no es exhaustiva, pero sí es representativa de lo mejor de nuestra nacionalidad. El tributo que les rendimos a estos distinguidos octogenarios es un acto de reconocimiento, gratitud y justicia. La longevidad, cuando se vive como ellos, honorablemente, es una bendición que merece encomio. Mas hoy celebramos no sólo los muchos años que han vivido, sino también los lauros que han ganado en distintos campos y actividades: en las artes, las letras y las ciencias; en las academias, en el teatro y en el foro; en los círculos intelectuales, periodísticos y religiosos; en los espectáculos musicales y en los deportes; en las empresas privadas y en las profesiones. Pero por encima de sus obras y realizaciones, hay algo intangible que a todos enaltece: el ejemplo luminoso que han sentado. Ejemplo de nobleza de espíritu, de cívica entereza, de devoción a la libertad y de amor a Cuba – amor que en ellos no decrece con la distancia ni se extingue con el tiempo, porque arde, como fuego sagrado, en el altar mayor de la conciencia y en el hondón más puro del corazón. Al exaltar a estos ciudadanos excelsos, estamos también exaltando a la República que los produjo – República fundada por gigantes como Manuel Sanguily, Juan Gualberto Gómez y Enrique José Varona; República que aun con sus fallos y defectos, alcanzó, en sólo 56 años antes del secuestro, altos niveles de desarrollo económico, político, social y cultural. En todos los renglones de importancia, la Republica figuró entre los tres primeros lugares en Latinoamérica. Es importante destacar este hecho para rebatir la mentira totalitaria, esparcida por el régimen, de que había que obliterar el pasado porque Cuba antes de Castro no era más que un páramo de miseria y un centro de corrupciones. ¡Infundio maligno para tratar de justificar su crimen de lesa humanidad: el genocidio de nuestro pueblo, descuartizado por el odio, asolado por la pobreza, subyugado por el miedo, y gangrenado por la putrefacción! Para que Cuba sea Cuba de nuevo, libre de la mentira que envilece y de la desesperanza que abate, es necesario rescatar la memoria histórica de nuestra Patria, con todo el acervo de su cultura, valores y tradiciones. Una de las primeras instituciones en el exilio que acometieron esa labor regeneradora fue Cruzada Educativa Cubana, fundada por Vicente Cauce y María Gómez Carbonell, con el asesoramiento de los ínclitos humanistas Juan J. Remos y Mercedes García Tudurí. Entre las otras organizaciones que, como el Instituto San Carlos, se han destacado también en el noble empeño vivificador, figuran Herencia Cultural Cubana, fundada por Alberto S. Bustamante y dirigida actualmente por Lourdes Abascal Zayas-Bazán; Editorial Cubana, iniciativa impulsada inicialmente por Luis Botifoll y continuada con acierto por José Ignacio Rasco; Círculo de Cultura Panamericano, fruto de esfuerzos tesoneros y enriquecedores, principalmente de su prestigioso secretario-ejecutivo, Elio Alba Bufill; la Colección de la Herencia Cubana, promovida con esmero por Esperanza de Varona, y Cuba Nostalgia presidida por Leslie Pantin. Entre las obras recientes que más han contribuido a difundir enseñanzas históricas y ejemplos edificantes, se encuentran “Cubanos de Acción y Pensamiento” de quien fuera el decano de las letras en el exilio, Octavio R. Costa, e “Inspiradores” del maestro de la lírica y la prosa nimbadas de cubanía y aladas de esperanza, Luis Mario. ¿Por qué es esencial el rescate de nuestra memoria histórica? Porque un pueblo sin historia es como un individuo sin memoria: alelado y confuso en su amnesia; sin puntos de referencia que lo orienten; sin raíces sólidas que lo apuntalen; sujeto a la manipulación y el engaño de demagogos y tiranos; reducido a una masa informe, condicionada en sus reflejos como una manada de animales. Así cayeron bajo el totalitarismo países europeos de avanzada civilización. Así cayó nuestro pueblo bajo la estafa sangrienta del castro-comunismo. Y así pueden caer otras repúblicas de América, si se deja que el cáncer cubano, que está haciendo metástasis en Venezuela, avance impunemente disfrazado de populismo o indigenismo. No habrá paz ni estabilidad en este hemisferio mientras subsista ese foco maligno en Cuba. Para eliminarlo, no bastará con la muerte del tirano. Habrá que abortar la sucesión dinástica que se fragua. Habrá que desmantelar el aparato totalitario que subsista. Y habrá que encauzar a nuestra Patria por el sendero de la justicia y la libertad hasta llegar a un estado democrático de derecho, acorde con las corrientes modernas más progresistas, pero afincado en los derechos fundamentales consagrados en la Carta Magna legítima de la República: la Constitución de 1940. Esta lucha, que ya casi llega a medio siglo y que tantas vidas de buenos cubanos ha costado, se libra no para cambiar de amos ni para que le impongan a nuestra sufrido pueblo un modelo socialista chino, sino para que reine la libertad plena, sin injertos foráneos ni lastres continuistas. Es innegable que la ingente tarea de liberar y reconstruir a Cuba será compleja y difícil. Pero si Polonia ha podido levantarse, redimida y pujante, tras haber sufrido cuatro desmembramientos en su historia, así como dos totalitarismos durante 50 años, ¿por qué Cuba no ha de levantarse también? Cuando se produzca la fisura inevitable que facilite el empujón final, se verá cómo un régimen que parece invulnerable se derrumba, y cómo un pueblo que parece resignado se rebela.
Con la firme convicción de que se aproxima el alba de la libertad, les digo a nuestros homenajeados esta noche: mantengan la fe y cuiden la salud para que puedan ustedes, insignes robles de Cuba, unidos a los pinos nuevos de la democracia emergente, izar en lo más alto del Morro nuestra bandera vindicada y exclamar como en 1902: ¡HEMOS LLEGADO!
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