LA REPÚBLICA EN PERSPECTIVA

Por Néstor Carbonell Cortina


En los primeros años de la lucha contra el régimen comunista de Castro, la nostalgia por la Cuba que perdimos nos llevó a muchos desterrados a idealizarla en nuestros recuerdos. La visualizamos cuajada de perfecciones, prístina como un sol sin manchas, bella como una rosa sin espinas. Frente a la barbarie del presente, encumbramos los aciertos del pasado, sin reconocer o sopesar a veces sus lacras innegables.

Últimamente, el péndulo parece inclinarse hacia el extremo opuesto: el negativismo. Es decir, la tendencia a menospreciar los logros de la República y a exagerar, con tintes sombríos, sus fallos y corruptelas. Esta tendencia se observa principalmente en algunos círculos intelectuales, contaminados quizás con el virus nihilista que Castro y sus acólitos esparcen para denigrar todo lo que la República realizó. Esto es lo que suelen hacer los regímenes totalitarios: cercenar todo nexo con el pasado, enlodar las glorias, arrasar las instituciones, obliterar los valores, usos y tradiciones, a fin de erigir en el vacío creado el patíbulo de su monstruosa tiranía.

Para repasar, con balance y perspectiva, los hitos principales de nuestro proceso republicano, ha de tenerse en cuenta el factor tiempo. La República de Cuba murió, mejor dicho, fue asesinada en plena adolescencia. Porque 56 años en la evolución política de una nación, sin experiencia previa en el gobierno propio, no son suficientes para alcanzar la madurez.

La historia centenaria y borrascosa de Europa - cuna de la libertad, pero también del totalitarismo - confirma este aserto. Y también lo corrobora la trayectoria de este gran país que nos abrió sus brazos. Tras declarar su independencia en 1776, los Estados Unidos tardaron 11 años en adoptar una Constitución, 89 años en abolir la esclavitud, 144 años en otorgarle el voto a la mujer, y 188 años en extenderles los derechos civiles a todos sus ciudadanos. Y en el camino, tuvieron que erradicar focos gangrenosos de corrupción política y sobreponerse al cataclismo de una guerra civil con 600,000 muertos (1).

Manteniendo la necesaria objetividad, urge repasar nuestra historia, porque si queremos saber hacia dónde iremos después de Castro, precisa recordar de dónde vinimos. Un pueblo que pierde el hilo histórico es una masa informe sin identidad ni memoria; es una multitud alelada sin luces ni rumbo.

La primera etapa del proceso republicano, la de los "Generales y Doctores", comienza en 1902 con la elección de Tomás Estrada Palma, sin opositor por la retirada de Bartolomé Masó. Don Tomás - paradigma de sencillez y probidad - llega a la presidencia desde los Estados Unidos con blasones bien ganados en las gestas emancipadoras y en el destierro. Habiendo heredado el controvertido apéndice constitucional de la Enmienda Platt que mediatizaba la soberanía nacional, su gobierno procede a regularizar las relaciones con los Estados Unidos, firmando el Tratado Permanente y el Tratado de Reciprocidad Comercial. Asimismo, liquida los haberes de los libertadores (operación maculada por la especulación); hace bueno su lema de "más escuelas que soldados," y acelera la reconstrucción económica del país, estimulando las inversiones extranjeras.

Al aproximarse el período electoral, Don Tomás se ve presionado por sus adeptos a ir a la reelección, y a ganarla a cualquier precio. Bajo su "Gabinete de Combate" se crea un clima de violencias y represiones, que culminan en el vil asesinato del líder liberal Enrique Villuendas. Estrada Palma gana a la brava, y el Partido Liberal, defraudado, se alza en armas. No pudiendo dominar la insurrección, el gobierno renuncia en pleno, invoca la Enmienda Platt y fuerza la intervención de Estados Unidos, que sólo pretendía mediar en la contienda. La recién nacida República sufre un serio quebranto debido a la desbocada aspiración al poder desde el poder, y a la intransigencia de los políticos de ambos bandos.

Al finalizar la segunda intervención norteamericana, que va de 1906 a 1909, el gobernador provisional Charles E. Magoon deja a Cuba pacificada y con buenas leyes, pero endeudada y con prácticas perniciosas, incluyendo el reparto de sinecuras o "botellas" y el otorgamiento de contratas sin subastas.

Se reanuda el proceso republicano en 1909 con la presidencia, tras elecciones libres, del general José Miguel Gómez - héroe de Arroyo Blanco en la guerra del 95, y líder liberal campechano de gran simpatía popular. El gobierno de Gómez es respetuoso de las libertades públicas y constructivo. Organiza el servicio diplomático; crea el ejército permanente y la marina; construye el alcantarillado de La Habana, y suprime el sistema de vales y fichas con que se pagaba a los trabajadores azucareros. En el campo cultural, funda el Museo Nacional y las Academias de Artes y Letras y de Historia.

El problema más serio que confronta el gobierno de Gómez es la sublevación racista - la llamada "Guerrita de los Negros." Ante la grave alteración del orden público, el Presidente Taft ordena el desembarco de tropas norteamericanas. Se opone vigoramente el ilustre Canciller cubano Manuel Sanguily. Taft retira las tropas y se evita una tercera intervención de los Estados Unidos en Cuba.

La corrupción no amaina, sino crece, y el pueblo lamentablemente la trivializa con un estribillo dedicado al Presidente: "Tiburón se baña, pero salpica." No obstante este innegable baldón que empañó su gobierno, Gómez fue un demócrata de cuerpo entero, y desistió de movilizar los recursos del poder para ir a la reelección.

Tras unos comicios inobjetables, llega a la presidencia en 1913 el mayor general de la guerra libertadora, Mario García Menocal, líder conservador austero y de recio carácter. Queriendo ponerle fin a los desmanes del gobierno anterior, nombra un gabinete de figuras prestigiosas. Le da un fuerte impulso a la instrucción pública con más de 1000 aulas adicionales y 7 escuelas normales. Uno de sus mayores aciertos, promovido por el eminente economista Leopoldo Cancio, fue la creación de la moneda nacional, a la par del dólar. En menos de 15 años de independencia, Cuba podía ufanarse de tener una hacienda pública sólida y pujante.

En el campo cultural, se funda Pro-Arte Musical. En su medio siglo de vida, esta institución privada convirtió a La Habana en uno de los grandes centros musicales de América, atrayendo a luminarias como Rachmaninov, Paderewski, Rubenstein, Casals, Tebaldi, entre otras. (2)

Menocal, quien había proclamado que "el principio de la no-reelección era el más firme sostén de la paz," olvida su prédica y decide aspirar de nuevo en 1916. Maniobras fraudulentas por parte del gobierno provocan una sublevación militar, que Menocal domina con el respaldo de Washington. A falta de virtud doméstica, por la que abogara el preclaro repúblico Manuel Márquez Sterling, se manifiesta nuevamente la injerencia extraña.(3) Para mantener el orden público durante su segundo cuadrienio, Menocal recurre a métodos autoritarios. A pesar de ello, el país avanza ayudado por el alza del precio de la azúcar ("las vacas gordas"), que a los pocos años, con el desplome del precio, pasan a ser "vacas flacas."

Con el apoyo de la Liga Nacional (alianza de Conservadores y Populares), y tras elecciones impugnadas por serias irregularidades, asume el poder en 1921 el más culto de nuestros presidentes, el Dr. Alfredo Zayas. Con gran ecuanimidad y tino político, afronta una economía en ruinas, neutraliza la agitación estudiantil dirigida por Julio Antonio Mella, y resuelve la revuelta promovida por Veteranos y Patriotas. Finalmente, se enfrenta al enviado norteamericano, general Enoch Crowder, quien interpretando "preventivamente" la Enmienda Platt, se inmiscuía en asuntos internos de gobierno en su campaña contra la corrupción imperante. El nepotismo y el peculado afloraron indudablemente en las esferas oficiales, pero Crowder, quien fuera censor implacable de esos males, los enjuició con perspectiva al retirarse de Cuba, comentándole al Embajador Guggenheim: "Cuando volví… a Chicago y presencié la corrupción de la política municipal en esta ciudad, sentí vergüenza recordando aquel memorándum [sobre la malversación] que estimé necesario enviar al Presidente Zayas." (4)

La sociedad civil, con sanas inquietudes reformistas, va cobrando fuerzas. Surge el grupo "Minorista," en el que despuntan intelectuales de alto calibre como Jorge Mañach, Francisco Ichaso y Félix Lizaso. En el ámbito internacional, Cuba logra rescatar la soberanía sobre Isla de Pinos y se cubre de gloria con Cosme de la Torriente en la presidencia de la Asamblea de la Liga de las Naciones y con Antonio Sánchez de Bustamente en el Tribunal Permanente de Justicia en La Haya. En el orden interno, Zayas concluye pacíficamente su mandato, con lacras deplorables, pero respetando en todo momento las libertades públicas.

Con el triunfo de los Liberales en buena lid, llega a la presidencia en 1925 otro de los generales de nuestra guerra de independencia, Gerardo Machado. Sin perder tiempo, lanza un programa de obras públicas como nunca se había visto en Cuba. Bajo la dirección del dinámico ministro Carlos Miguel de Céspedes, el gobierno construye el Capitolio Nacional, la Carretera Central, la Plaza de la Fraternidad, y extiende el Malecón. Vestida de gala, La Habana es la sede de la Sexta Conferencia Panamericana a la que asiste el Presidente de los Estados Unidos, Calvin Coolidge. Con legítimo orgullo, Cuba da muestras de su brillante acervo cultural, distribuyendo la obra portentosa, en 18 volúmenes, de la "Evolución de la Cultura Cubana," dirigida por José Manuel Carbonell.

El gobierno impulsa la instrucción pública con escuelas de comercio y técnico-industriales, y fomenta las empresas nacionales con la reforma de aranceles. Éstos y otros sonados logros dan pie para la adulación. Los aplausos desmedidos a Machado lo convencen de que es imprescindible. Se produce así el cesarismo, aupado por la fórmula "cooperativista" que elaboraron los tres partidos existentes. Se reforma la Constitución para prorrogar los mandatos de los funcionarios electivos y autorizar la reelección de Machado por seis años. Tras la protesta cívica, encabezada por los Directorios Estudiantiles, se desata el péndulo sangriento de la violencia. Fracasa la mediación, se intensifa la resistencia, y se agudiza la crisis económica. Con el estímulo del embajador norteamericano Sumner Welles, el ejército fuerza la renuncia de Machado.

Se abre entonces la etapa convulsa de transición revolucionaria que va de 1933 a 1940; una etapa que produce la sublevación de estudiantes y sargentos, el desfile fugaz de 7 presidentes provisionales, y la abrogación de la Enmienda Platt. En este período, en el que juega un papel protagónico la llamada generación del treinta, sobresalen dos figuras centrales: de un lado, Ramón Grau San Martín y la revolución Auténtica de hondo contenido social (inspirada, en parte, en el programa de Antonio Guiteras y la "Joven Cuba"), y del otro lado, el entonces coronel Fulgencio Batista esgrimiendo, entre bambalinas, el poder militar.

La Convención Constituyente de 1940, en la que estuvieron representados todos los partidos políticos con sus distintas vertientes ideológicas, viene a cerrar este período de transición revolucionaria. Con un alto grado de patriotismo, talento y visión política, los convencionales elaboraron una Carta Fundamental ensalzada por la Comisión de Juristas Internacionales de la O.N.U. como notable fórmula democrática de equilibrio social (5); una Carta Fundamental cuyos preceptos aplicables conservan vigencia histórica y legitimidad jurídica. El Presidente de la Convención, Carlos Márquez Sterling, llevó a feliz término esta obra cumbre de la República, en la que intervino decisivamente el Presidente de la Comisión Coordinadora, José Manuel Cortina.

Le sigue la etapa constitucional que va de 1940 a 1952, con tres presidentes electos libremente por el pueblo: Fulgencio Batista, Ramón Grau San Martín, y Carlos Prío Socarrás. Batista asume en 1940 el poder civil y estrena con solemnidad el régimen semi-parlamentario, pero le da entrada a los comunistas en el gabinete. Asimismo, alinea a Cuba junto a Estados Unidos en la guerra y supera los desajustes económicos que sobrevinieron, aunque con irregularidades y corruptelas. Tras celebrar unos comicios impecables, le entrega el poder en 1944 al líder Auténtico de la oposición, Ramón Grau San Martín.

Grau asume la presidencia con inmenso apoyo popular. La abundancia que genera el alza del precio del azúcar le permite proclamar que "hay dulce para todos". Impulsa un amplio plan de obras públicas, que incluyen la Vía Blanca y la Vía Mulata; introduce en la amplia legislación social del país el banco de seguros sociales y la jornada de verano, y le concede a los trabajadores cañeros los beneficios excepcionales del llamado "diferencial azucarero." Grau respeta las libertades públicas, pero les hace caso omiso a las crisis de confianza planteadas por el Congreso. La impunidad del gangsterismo político y la corrupción desaforada provocan el distanciamiento del íntegro Vicepresidente de la República, Raúl de Cárdenas, la escisión del Partido Auténtico, y el surgimiento de Eduardo Chibás como Catón irrefrenable del nuevo Partido Ortodoxo.

A pesar del desgaste del Autenticismo, triunfa su candidato presidencial en las elecciones de 1948, Carlos Prío Socárras. Este líder, ducho en la política, apuesto, ágil y cordial, trata de imprimirle "nuevos rumbos" a su gobierno. Mucho avanza en el campo institucional con la creación del Banco Nacional, el Banco de Fomento Agrícola e Industrial y el Tribunal de Cuentas. Pero la corrupción y el gangsterismo no decrecen, y la crítica demoledora de Chibás, martillada por radio con libertad irrestricta, sólo cesa con el "último adabonazo" de su autodisparo.

En marzo de 1952, a las pocos días de las elecciones, Batista - candidato presidencial sin posibilidades de triunfo - quebranta el ritmo constitucional con el fatídico golpe militar. En sus 7 turbulentos años de gobierno, logra atraer a algunos ministros y consejeros de prestigio, e impulsa el desarrollo de la economía nacional. Aun con zonas de pobreza y atraso en el campo, Cuba alcanza la fase de "despegue" y figura entre los tres países de Latinoamérica con el nivel de vida más alto y con la clase media más sólida.(6) Pero, políticamente, el país no llega a estabilizarse con Batista, ni el gobierno a legitimarse plenamente. Luego del asalto de Castro al cuartel Moncada y otros actos posteriores de violencia, se desorbitan las sangrientas represalias y fracasan los intentos de conciliación - desde el Dialógico Cívico alentado por Cosme de la Torriente hasta la Comisión Interparlamentaria. En el seno de la dividida oposición, prevalecen los revolucionarios del monte y el llano, y quedan marginados los electoralistas, quienes, como Carlos Márquez Sterling, trataron infructuosamente de evitar, por vías pacíficas, el derrumbe de la República.

Tras el ultimátum de Washington y la fuga de Batista y su equipo, se produce la rendición incondicional del ejercito acéfalo, no por derrota, sino por desmoralización. El vacío creado lo llena en 1959, con audacia y siniestro magnetismo, el gran estafador de la Sierra Maestra, Fidel Castro. La digna batalla que, con viva alerta, libra en los primeros meses gran parte de la prensa independiente, encabezada por el decano Diario de la Marina, no pudo impedir que se consumara el primer asalto comunista en este hemisferio. Cuba, debilitada política y moralmente, sin suficientes anticuerpos, cae azotada por el mortífero bacilo moscovita, transmitido por agentes traidores cubanos. Muere asi la República, no por subdesarrollo económico ni por carencia de talentos y buenas leyes, sino por falta de madurez política, cordura y tiempo para consolidar la democracia e inocularla contra la mentira demagógica y el caudillismo envilecedor.

Han pasado 43 años de horrenda tiranía y de inercia o complicidad internacional. A pesar de ello, no se ha extinguido la resistencia en la isla, ni se ha apagado la militancia en el destierro. ¡Que nadie dude de que Cuba de nuevo será libre! Si renació Polonia, descuartizada por más de 200 años y aherrojada durante medio siglo por dos regímenes totalitarios, Cuba también resurgirá en libertad.

Preparémonos para esa etapa tan ansiada de renovación nacional estudiando, con serenidad y perspectiva, las valiosas enseñanzas que contiene la historia de nuestra República. Una República joven que, entre eclipses y caídas, dejó una estela de notables realizaciones en el orden económico, social, jurídico y cultural. Una República que, aunque sacudida por obcecadas pugnas partidistas, contó desde su fundación con esclarecidos ciudadanos como Enrique José Varona, Manuel Sanguily, Juan Gualberto Gómez, Emilio Núñez, José Antonio González Lanuza, Carlos de la Torre, y tantos otros. Que su ejemplo, pleno de acendrada cubanía, nos estimule e ilumine para fortalecer nuestras raíces y edificar, sobre bases justas e inconmovibles, la República democrática del porvenir: austera en las costumbres, respetuosa de las leyes, productiva en el trabajo, generosa y noble en su humanidad.


Notas

(1) Talbott, Strobe, Spreading Democracy, Foreign Affairs Magazine, Nov.-Dec. 1996, pág. 63.

(2) Parera Villalón, Célida, Pro-Arte Musical y su Divulgación de Cultura en Cuba, Senda Nueva de Ediciones, 1990.

(3) Márquez Sterling, Carlos, A la Injerencia Extraña, la Virtud Doméstica, Editorial Universal, Miami, 1986.

(4) Guggenheim, Harry Frank, The United States and Cuba: a Study in International Relations, Arno Press, New York, 1970, págs. 156-157.

(5) El Imperio de la Ley en Cuba, Ginebra, Comisión Internacional de Juristas, 1962, pág. 87.

(6) Marrero, Leví, Cuba: La Forja de un Pueblo, Editorial San Juan, 1971, págs. 21-67.


Obras Consultadas

· Márquez Sterling, Carlos y Manuel, Historia de la Isla de Cuba

· Costa, Octavio R, Imagen y Trayectoria del Cubano en la Historia (2) La República

· Álvarez Díaz, José y Grupo Cubano de Investigaciones Económicas, Un Estudio Sobre Cuba

· Portel Vilá, Herminio, Nueva Historia de la República de Cuba

· Guerra, Ramiro y Otros, Historia de la Nación Cubana

· La Enciclopedia de Cuba (Gobiernos Republicanos)

· Ortiz Martínez, Cuba: Los Primeros Años de Independencia


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