BAHÍA DE COCHINOSHace 37 años que se produjo el heroico desembarco, condenado al fracaso, y los cubanos continúan sufriendo las consecuencias. Hay errores políticos y estratégicos que llegan a ser desastres. Más que fiascos son tragedias; más que fallos son crímenes. Bahía de Cochinos fue uno de ellos. Se ha escrito con abundancia sobre este tema, pero es ahora, con la publicación de documentos ultraconfidenciales del gobierno de los Estados Unidos y de varias memorias privadas, que pueden despejarse muchas de las nebulosas que cubren el fatídico proceso. Documentos ReveladoresUno de esos documentos es el informe que en 1961 rindió Lyman B. Kirkpatrick, inspector general de la CIA, sobre la actuación de la Agencia en la preparación y ejecución de Bahía de Cochinos. El voluminoso documento contiene datos valiosos que ponen de manifiesto numerosos errores de planificación, serias deficiencias logísticas y falta de coordinación entre los servicios de inteligencia, el Pentágono y la Casa Blanca. Asimismo, el informe reprocha a la Agencia el trato humillante a los dirigentes cubanos en el exilio, marginados mientras se gestaba la operación e incomunicados durante el desembarco. Hay mucho de cierto y revelador en el informe de Kirkpatrick, pero también hay mucho de miope y mezquino en sus alegatos. El inspector crucifica únicamente a la CIA, exculpando por omisión la negligencia del Pentágono y la gravísima responsabilidad del Presidente Kennedy por haber micromanejado, alterado y emasculado a última hora el plan recomendado. ¿A qué se debe esta omisión de Kirkpatrick? Todo parece indicar que el inspector general de la CIA quería congraciarse con la Casa Blanca para llegar a ser director de la Agencia (a pesar de la parálisis que le produjo la poliomielitis ). Por eso no entrevistó a los jefes de la CIA a cargo de Bahía de Cochinos, ni siquiera les envió una copia del informe. Fue John McCone, el nuevo director que sustituyó a Allen Dulles a fines de 1961, quien le ordenó a Kirkpatrick que les entregara una copia del informe y que incluyera en el expediente los descargos que formularon. Acusado por McCone de haber sido tendencioso y superficial en su informe, Kirkpatrick reconoció en carta al director de la CIA de fecha 1o. de diciembre de 1961 que el fracaso de Bahía de Cochinos se debió fundamentalmente a estos tres factores: a. "Subestimación general por parte del gobierno de E.U. de la magnitud de la operación requerida para derrocar al régimen de Fidel Castro. b. Fallo del gobierno de E.U. por no prever todas las contingencias...., incluyendo la necesidad de utilizar fuerzas militares de E.U. si los exiliados cubanos no pudiesen acometer la tarea ellos mismos. c. Fallo del gobierno de E.U. por no estar dispuesto a comprometer los recursos necesarios para el éxito de la operación planeada y ejecutada." Otro de los recientes documentos iluminadores es el libro Reflections of a Cold Warrior de Richard M. Bissell, quien como subdirector de la CIA a cargo de planes (léase operaciones encubiertas) fue la figura señera durante todo el proceso que culminó en Bahía de Cochinos. Dotado de un talento privilegiado (cultivado en Groton y Yale) y de una prepotencia persuasiva, Bissell ingresó en la CIA en 1954 e inició una verdadera revolución tecnológica. Bajo su dirección, la Agencia alcanzó altos niveles de innovación y eficiencia en la captación de inteligencia militar con el avión U-2, el SR-71 Blackbird, y el satélite de espionaje Corona. En su libro, escrito con perspectiva y serena contrición en la antesala de la muerte, Bissell hace un recuento de su actuación en el caso de Cuba, explicando sus decisiones y confesando sus errores. El tono no es tan mordaz y defensivo como el que matizó su respuesta a Kirkpatrick en 1961. Rechaza acusaciones injustas,pero reconoce, entre sus yerros, dos que fueron críticos: 1) no cederle al Estado Mayor Conjunto la responsabilidad primaria de la expedición cuando ésta dejo de ser, a fines de 1960, una operación paramilitar de infiltración y guerrilla; y 2) no decirle claramente al Presidente Kennedy que la operación de Bahía de Cochinos no era factible con los cambios y limitaciones impuestos por él. De todos los libros sobre Bahía de Cochinos que han salido a la luz en los últimos meses, el más importante y completo es, sin duda, el Volumen X sobre Cuba (1961-1962) publicado por el Departamento de Estado como parte de la colección de Foreign Relations of the United States (FRUS). Este tomo de más de 1000 páginas es fascinante, no ya por los hechos que eslabona, sino por los documentos, hasta ahora secretos, que transcribe. Para profundizar en el tema de Bahía de Cochinos, ya no hay que hurgar en el informe del General Maxwell D.Taylor, ni en los archivos de los Presidentes Eisenhower, Kennedy y Nixon, ni en las memorias de los otros personajes que intervinieron en el infausto episodio. Esta nueva fuente de información, junto con el Volumen VI del Departamento de Estado correspondiente al período 1958-1960, contienen muchos de los datos esenciales del proceso, rigurosamente clasificados y cronológicamente ordenados. Teniendo a mano éstos y otros testimonios, trataré de señalar y comentar lo que aportan de novedoso y significativo, así como lo que omiten y tergiversan, para arrojar más luz sobre ese tracto imborrable de la historia que lleva el nombre de Bahía de Cochinos. Eisenhower y los Antecedentes de Bahía de Cochinos
Durante la lucha contra Batista, el Presidente Eisenhower
se mantuvo bastante alejado del caso de Cuba. Dada la grave enfermedad del Secretario de Estado, John
Foster Dulles, la política hacia Cuba fue dirigida principalmente desde el cuarto piso del
Departamento de Estado por dos "expertos" en Latinoamérica: Roy
Rubottom y William A. Wieland. Aunque estos funcionarios abogaron oficialmente por una política de estricta neutralidad en la contienda cubana, sus simpatías los inclinaron a Castro. Así se explican estos hechos: el embargo militar contra Batista; los embarques clandestinos de armas a Castro desde E.U.; la subestimación del peligro comunista; la prohibición de todo intento de mediación en Cuba bajo los auspicios del Embajador Earl Smith, y el ultimátum que, por conducto de éste, le envió Washington a Batista el 14 de diciembre de 1958. Este ultimátum consistió en un escueto mensaje trasladado por Smith: "Es mi desagradable deber informarle al Presidente de la República que Estados Unidos no continuará apoyando al gobierno de Cuba, y que mi gobierno considera que el Presidente está perdiendo el control efectivo." (FRUS, VI, 299). Esto precipitó la caída ansiada de la dictadura, pero creó un vacío de poder que llenó Castro con sus cofrades comunistas. El 23 de diciembre de 1958 es cuando se le comunica al Presidente Eisenhower que la situación del gobierno de Batista era crítica y que "los comunistas parecen haber penetrado el movimiento de Castro..." Según la minuta de la Junta del Consejo nacional de Seguridad de dicha fecha (FRUS, VI, 302-303), el Presidente se molesta por no haber sido informado antes de esta situación y pregunta "si el Departamento de Estado había solicitado al Departamento de Defensa que estudiase una acción militar que podría ser necesaria en Cuba." El Secretario Herter contestó que las conversaciones se habían centrado únicamente en la posibilidad de una evacuación. El Presidente afirmó después que "estaba convencido de que una tercera fuerza [contraria a Batista y a Castro] con influencia y pujanza podría surgir si la organizase un hombre capaz provisto de dinero y de armas". Se acordó entonces elaborar un plan para crear o respaldar esa tercera fuerza, pero fue demasiado tarde. A partir de su llegada al poder en enero de 1959, Castro no ceja en su campaña vilipendiosa contra Estados Unidos. Apoyado en su poder hipnótico y en el terror difundido por sus arrestos, fusilamientos y confiscaciones a granel, el líder cubano va sentando progresivamente las bases de su sistema totalitario comunista. No conforme con subvertir a Cuba, organiza en su primer año expediciones armadas contra Panamá, Nicaragua, República Dominicana y Haití. Washington no sabe realmente lo que hacer. Intenta en múltiples oportunidades de negociar con Castro, pero sin éxito. No reacciona ante sus afrentas y provocaciones para que no se tilde a E.U. de Goliat abusador, sin darse cuenta de que no hay nada que ridiculice más a un gigante que ser pateado impunemente. El grande, ultrajado, no es ni popular ni respetado. El poderoso, zaherido , deleita a los resentidos. La estéril política de paciencia y tolerancia, personificada por el Embajador de E.U. en Cuba, Philip Bonsal, fue sustituida a fines de 1959 por una política más proactiva, "enderezada a estimular dentro de Cuba y en otras partes de Latinoamérica la oposición al régimen extremista y antiamericano de Castro." (FRUS,VI, 656) Según Bissell, el Grupo Especial (Comité #5412) que se ocupaba del caso de Cuba acordó el 13 de enero de 1960 elaborar los planes necesarios para derrocar la tiranía. Dicho plan, llamado "Programa de Acción Encubierta Contra el Régimen de Castro," fue aprobado por Eisenhower el 17 de marzo de 1960, y consistió en lo siguiente: a) Constitución en el exilio de un frente de oposición a Castro, responsable, atractivo y unido. b) Inicio de una fuerte campaña de propaganda, a través de Radio Swan, dirigida al pueblo de Cuba.
c)
Creación en Cuba de una red clandestina de inteligencia y acción. d) Creación fuera de Cuba de una fuerza paramilitar con apoyo logístico, naval y aéreo, para infiltrar en Cuba agentes entrenados que pudiesen intensificar la resistencia interna. (FRUS, VI, 850-851)
Fueron muchas las adversidades de los dirigentes
cubanos del exilio que constituyeron el Frente Revolucionario Democrático (FRD) en mayo de
1960. Sin recursos propios para enfrentarse al régimen de Castro, fortificado en alarmante
crescendo por el bloque soviético, los líderes del FRD recabaron una alianza abierta
con Washington, pero sólo obtuvieron un arreglo oculto con la CIA. Solicitaron un
empréstito para operar con autonomía y dignidad, pero sólo recibieron
mesadas para luchar con restricciones por la libertad.
Sin embargo, nos enteramos ahora que el programa
de acción encubierta autorizado por Eisenhower contemplaba una emisión de bonos del
FRD (como obligación del futuro gobierno de Cuba) para levantar fondos adicionales.
(Informe de Kirkpatrick, Anexo A, 5). Esta emisión, lamentablemente, nunca pudo efectuarse,
por lo que prevaleció el poder de la bolsa de la CIA. Parafraseando el célebre
"Vae victis" de Breno en el sitio de Roma, cabe decir aquí: ¡Ay de los desterrados!
El 17 de febrero de 1960, aun antes de aprobar
el programa encubierto antes referido, el Presidente Eisenhower se mostró partidario de
tomar acciones más enérgicas, y hasta drásticas, en el caso de Cuba. La
palabra drástica incluyó iniciativas fallidas para inutilizar o eliminar a Castro
antes del desembarco. Esto se desprende de los comentarios sibilinos de Eisenhower al cuestionar
algunas propuestas ineficaces y plantear la necesidad de "identificar agentes (assets) para
cosas de todo tipo (across the board), y hasta para cosas que pudieran ser
drásticas." (FRUS VI, 789).
En la junta que Eisenhower celebró con sus
asesores el 18 de agosto de 1960, Allen Dulles rindió un informe detallado sobre la
implementación del programa de acción encubierta contra Castro. Habló
de los esfuerzos para unificar a la oposición cubana en el exilio, de las transmisiones
radiales a Cuba, y del entrenamiento en la zona del Canal de Panamá, que iba a ser
trasladado a Guatemala y ampliado para acomodar a 500 reclutas.
En el curso de la discusión, se
planteó la necesidad de tener una fuerza de reserva, que pudiese incluir oficiales y
soldados norteamericanos. Este punto quedó pendiente, pero se consideró extender
el marco de la operación más allá de infiltraciones y guerrillas, y tomar,
con el apoyo de la aviación, Isla de Pinos u otra pequeña isla como base trampolín.
En la sesión del Consejo de Seguridad nacional
de fecha 20 de octubre de 1960, Allen Dulles informó que la ayuda militar del bloque
soviético a Cuba continuaba; que habían llegado tres embarques y que un cuarto
estaba en camino. Asimismo, indicó que pilotos cubanos estaban siendo entrenados en
Checoslovaquia. Se estimaba que Cuba recibiría dos escuadrones de MIGs a principios de 1961.
Reunidos con sus asesores el 29 de noviembre, Eisenhower
consideró necesario designar a alguien que coordinara e impulsara, al más alto nivel,
los planes con respecto a Cuba. (Para desempeñar esta función fueron seleccionados
posteriormente Whiting Willauer por el Departamento de Estado y Tracy Barnes por la CIA). Por otra
parte, el Presidente preguntó "si en vez de 500 reclutas entrenándose, no
debíamos tener por lo menos 2000." Aunque no consideraba factible en esos momentos
el entrenamiento en territorio norteamericano ni la constitución de un gobierno cubano en
el exilio, Eisenhower afirmó que "debíamos estar preparados para tomar
más riesgos y ser más agresivos." (FRUS, VI, 1126-1131)
El plan paramilitar escalonado de
infiltración se precipita y transforma en desembarco o invasión con apoyo
aéreo por dos razones fundamentales. Primero, porque el tiempo conspiraba en contra
de la liberación, ya que le permitía a Castro, con la ayuda militar creciente
del bloque soviético, fortalecer su aparato de defensa y represión. Y segundo,
porque los grupos de insurrectos en las montañas, carentes de apoyo adecuado del
exterior, estaban siendo exterminados por las fuerzas del régimen. Esto se debió,
en parte, a las condiciones precarias en que se efectuaban los embarques desde Guatemala -
condiciones impuestas por la CIA para ocultar el apoyo norteamericano.
Kennedy ganó las elecciones presidenciales
en noviembre de 1960, y a las pocas semanas Allen Dulles y Bissell lo pusieron al corriente de los
planes paramilitares contra Castro. Durante el período de transición, el Presidente
Eisenhower se vió forzado a romper relaciones con el régimen cubano. Según
Bissell, en la junta que se celebró en la Casa Blanca el 3 de enero de 1961, Eisenhower
estaba dispuesto a ir más allá de la ruptura diplomática... "con una
buena excusa" proporcionada por Castro. Se habló hasta de "fabricar" una
provocación, escenificando un ataque a Guantánamo. No se llegó a ninguna
conclusión sobre este particular, pero se discutió el aumento de la fuerza invasora
a 1500 reclutas, por lo menos. (Bissell, Reflections of a Cold Warrior, 161)
Por su parte, Whiting Willauer, como coordinador
general de la operación, recomendó complementar la brigada de exiliados cubanos con
un contingente de 5,000 a 10,000 reclutas latinoamericanos. Asimismo, señaló que
era aconsejable utilizar jets desde bases aéreas de E.U. para proteger a los vulnerables
bombarderos B-26 de la brigada. (Taylor, Operation Zapata, 15, 100).
Dos días antes de la inauguración
del Presidente Kennedy, Willauer, en su carta al Subsecretario de Estado, Livingston Merchant,
indicó que era imperativo resolver estos puntos: uso de bases aéreas en territorio
norteamericano; reconocimiento de un gobierno provisional cubano; garantía a dicho
gobierno de apoyo militar abierto (overt) de los Estados Unidos. Iba por buen camino Willauer
al plantear estas cuestiones, y acaso con su insistencia en garantizar a toda costa el éxito
de la operación hubiese podido evitar el trágico desenlace. Desgraciadamente, no
fue escuchado y cesó en sus funciones al asumir Kennedy la presidencia.
Con anterioridad a la presentación de este plan,
Kennedy les pidió a los Jefes del Estado Mayor Conjunto que lo evaluaran. Estos emitieron
su informe el 3 de febrero de 1961, señalando graves deficiencias, tales como falta de apoyo
logístico adecuado en caso de resistencia durante el desembarco. A pesar de sus reservas,
los jerarcas del Pentágono concluyeron que el plan tenía bastante buenas probabilidades
(fair chance) de éxito final.
El 11 de marzo, los directores de la CIA le
presentaron al Presidente el llamado Plan Trinidad, así como otras opciones menos viables.
El plan recomendado consistía en el desembarco de la fuerza expedicionaria por Trinidad
(puerto de Casilda), con apoyo aéreo simultáneo, a fin de capturar una cabeza de
playa e instalar un gobierno cubano provisional que pudiese ser reconocido y apoyado en un plano
logístico. En caso de que este asalto no estimulase las esperadas sediciones o revueltas
contra Castro, la brigada podría internarse en las montañas del Escambray y operar
como guerrillas. (FRUS, X, 143)
Kennedy rechazó este plan por
considerarlo demasiado ruidoso y obvio en cuanto a la participación de E.U., y
pidió que le sometieran en unos pocos días otro plan más discreto.
Cabe señalar que el objetivo de la "negación plausible" o "no
atribución" de ayuda norteamericana era imposible de alcanzar dada la magnitud
de la empresa y la publicidad que ya habían recibido los campamentos en Guatemala.
De modo que por mantener políticamente una ficción, se le fue restando efectividad
militar a la operación.
Siguiendo las instrucciones presidenciales, la CIA y el
Pentágono se dieron a la tarea de elaborar, en cuatro días, otro plan menos espectacular que
tuviese la apariencia de una infiltración, y no de una invasión. De las diversas alternativas
que le presentaron a Kennedy el 15 de marzo, la que le recomendaron fue la Operación Zapata
(Bahía de Cochinos), por estar ubicada en una zona resguardada (con pocas vías de acceso)
y por disponer de un aeropuerto apropiado para aviones B-26. A fin de complacer a Kennedy, se
acordó que el desembarco fuese de noche (proeza sólo lograda una vez en la segunda
guerra mundial), y se aceptó que no hubiese cobertura aérea hasta que los aviones de
la brigada pudiesen operar desde el aeropuerto cercano a Bahía de Cochinos.
(Esta insólita condición fue modificada posteriormente, previéndose ataques
aéreos a objetivos militares en D-2 y en D-D.) Asimismo, se planeó, para despistar,
otro desembarco de menor escala al norte de Oriente, dos días antes de la invasión.
Como plan de contingencia, por si fracasase la
operación, los estrategas contemplaron la posibilidad de que la brigada operase en la
Ciénaga de Zapata por ser ésta, según ellos, zona propicia y tradicional de
guerra de guerrillas. Esto es falso, ya que el Generalísimo Máximo Gómez,
en la guerra de independencia, siempre esquivó esta área cenagosa por considerarla
una trampa militar. Sería injusto condenar a los estrategas norteamericanos por desconocer
la historia, más sería irresponsable exonerarlos por ignorar la geografía.
La CIA y el Pentágono reiteraron que
preferían el Plan Trinidad, pero no se opusieron a la Operación Zapata, aun con
las limitaciones impuestas por Kennedy. Es más, consideraron que ésta también
tenía buenas probabilidades de éxito. El Presidente, por su parte, pidió
que se siguiera trabajando en la Operación Zapata, disminuyendo aun más su
"ruido", pero se reservó el derecho de cancelarla. (FRUS, X, 145-159)
En la lucha por la libertad de
Cuba, los líderes del exilio tuvieron que sobrellevar intrigas y frustraciones,
exacerbadas por el divisionismo y las ambiciones. Y tuvieron también que domeñar
el orgullo en sus relaciones con la CIA. Confiando en la honorabilidad del aliado y en sus
promesas de apoyo decisivo, aceptaron una situación enojosa de dependencia
económica y militar. Los dirigentes que prefirieron operar por la libre, sin ataduras
norteamericanas, no corrieron mejor suerte.
Tony Varona, como coordinador general del
Frente Revolucionario Democrático (FRD), señaló claramente las expectativas
del exilio. En la reunión que celebró en Washington con funcionarios del
Departamento de Estado el 29 de noviembre de 1960, Varona planteó la necesidad de
reclutar 2000 ó 3000 exiliados para desembarcar en Cuba y constituir un gobierno en armas.
Cuando se le preguntó si ese gobierno solicitaría el apoyo militar de E.U., Varona
contestó enfáticamente que sí, aclarando que el apoyo tendría que
incluir tropas y equipos (FRUS X, 1132-1140).
A principios de 1961, Varona visitó los
campamentos en Guatemala para apaciguar los ánimos exaltados. Preocupado por el
número exiguo de reclutas que allí se encontraban, se dirigió al jefe
de la base, Coronel Frank Egan. "No se preocupe, Dr. Varona - le dijo el Coronel -
nosotros protegeremos la invasión con una sombrilla [cobertura aérea]. El
aire será nuestro. Ni un sólo vehículo [de Castro] podrá
transitar sin ser bombardeado..." (Peter Wyden, Bay of Pigs, 56-57).
El Coronel fue más explícito
con Miró Cardona cuando éste asumió la presidencia del Consejo Revolucionario
(sucesor del FRD) y visitó los campamentos a principios de abril, dos semanas antes de la
invasión. Según las memorias de Miró, el Coronel le dijo que "la brigada
se completará con 250 hombres más; habrá tropas adicionales cuyo numero
asciende a 30,000; tendremos el control del aire, y hay tres naciónes envueltas en el conflicto."
No satisfecho con estas promesas, Miró
voló a Washington, y el 6 de abril se entrevistó con Adolf A. Berle, coordinador
civil del Task Force designado por Kennedy para ocuparse del caso de Cuba. Durante la
reunión en casa de Berle, bien documentada en los archivos de Miró, Berle
le dijo que "el problema militar marchaba muy bien y que podía contar con 15,000
hombres adicionales." Miró preguntó: "¿Por qué 15,000
si en Guatemala se me dijo 30,000?" "Son suficientes," respondió
Berle; "ustedes tendrán el control del aire..."
Cuando el Presidente Kennedy declaró sorpresivamente el 12 de abril que "no habría, bajo ninguna circunstancia, intervención en Cuba de las fuerzas armadas de los Estados Unidos" y que esta posición era "entendida y compartida por los exiliados anticastristas en este país," Miró solicitó con urgencia otra entrevista con Berle. ésta se celebró al día siguiente en el Century Club de New York en presencia del asistente presidencial Arthur Schlesinger y del profesor John Plank.
Como se ha visto, el Presidente vetó el Plan Trinidad
y tronchó la Operación Zapata por considerarlos demasiado espectaculares, pero en vez de cancelar
la invasión in toto por no tener la convicción y el ánimo para asegurar el triunfo,
lo que hizo fue castrarla, haciendo inevitable el fracaso.
A pesar de haber mantenido una línea dura contra
Castro en los debates presidenciales (hecho que contribuyó decisivamente a su victoria electoral),
al Presidente le flaquearon las fuerzas cuando tuvo que traducir la retórica en acción.
Tratando de evadir los retos que todo estadista tiene que encarar a la hora de la verdad, Kennedy
tomó en definitiva el peor de los riesgos: el camino tortuoso del deshonor y la pusilanimidad.
¿Qué motivó esta conducta que nos
llevó al desastre? La inexperiencia de Kennedy -- apenas tres meses y medio en la presidencia
-- obviamente influyó, así como el temor que tenía de provocar represalias
soviéticas. Algunos de sus asesores también lo ofuscaron y amedrentaron. Entre ellos
sobresalió el Senador William Fulbright con su tesis coexistencialista, apoyada en la falaz
premisa de que Cuba era "una espina en el costado y no una daga en el corazón."
El historiador y consejero presidencial, Arthur Schlesinger, fue otro que se opuso tenazmente a la
invasión citando principios jurídicos y morales, y evocando el espectro de los infantes
de marina de los Estados Unidos en suelo cubano. No pudiendo evitar que se llevara a cabo la
operación, Schlesinger y altos funcionarios como el Secretario de Estado, Dean Rusk,
consiguieron limitar su alcance y menguar su efectividad.
Hasta el último momento estuvo el
Presidente dubitativo y vacilante. Lo que a la postre determinó que diera la luz
verde, según testimonio del propio Schlesinger, fue el tener que desmantelar los
campamentos en Guatemala y no saber qué hacer con la Brigada. A este dilema se
le llamó, con clínica frialdad, "the disposal problem". Preocupado
por el escándalo que produciría la desbandada de los brigadistas, Kennedy
afirmó crudamente: "Si tuviésemos que deshacernos de estos ochocientos
hombres, sería mejor arrojarlos en Cuba [dump them in Cuba] que en los Estados
Unidos, especialmente si es allí donde quieren ir." (Schlesinger, A
Thousand Days, 241)
Para concluir, veamos las decisiones fatídicas de
Kennedy que condenaron la invasión al fracaso:
Los Estados Unidos estaban debidamente preparados para terciar
en la contienda. Aparte de las fuerzas norteamericanas en estado de alerta en Guantánamo, la isla de
Vieques y la Florida, el Almirante Burke contaba con una flotilla armada en las inmediaciones de Bahía
de Cochinos. Fuerzas no faltaban para apoyar a la brigada en el momento crítico. Lo que faltó
en Washington fue el coraje y la dignidad que desplegaron los patriotas en las arenas de Girón.
Rubricada con sangre quedó allí grabada la altiva respuesta del jefe de la brigada, José
Pérez San Román: "¡No seremos evacuados! ¡Lucharemos hasta el final!"
¿Por qué Kennedy decretó el abandono que
selló la derrota de la invasión? Veamos la explicación que el propio Presidente les
dió a los líderes de la brigada en su residencia de Palm Beach, el 27 de diciembre de 1962,
a los cuatro días de haberse efectuado el canje de los prisioneros.
Según el testimonio de José Pérez
San Román, confirmado por su segundo en mando, Erneido Oliva, el Presidente les reveló
en privado que al producirse el primer bombardeo aéreo el 15 de abril, el gobierno soviético
amenazó con atacar a Berlín Occidental si Estados Unidos continuaba apoyando a la fuerza
invasora. En esas circunstancias, explicó Kennedy, tuvo él que enfrentarse a esta
disyuntiva: defender a la brigada y arriesgar una confrontación con la Unión
Soviética en Berlín que pudiese desatar un conflicto armado de grandes proporciones, o
preservar la paz mundial y arriesgar a los 1500 combatientes. Teniendo que escoger entre estas dos
terribles alternativas, Kennedy concluyó que era preferible sacrificar a la brigada que
arriesgar en Berlín una posible tercera guerra mundial.
¿Es válida esta explicación del
Presidente? Nos remitimos a la opinión emitida por el General Eisenhower cuando, a los pocos
días del desastre de Bahía de Cochinos, Kennedy le confesó en la Casa Blanca que
no había apoyado a la brigada por temor a una represalia soviética en Berlín.
Eisenhower le contestó: "Eso es todo lo contrario a lo que realmente sucedería.
Los soviéticos siguen sus propios planes, y si ven que nosotros mostramos alguna debilidad, es
entonces que arremeten con más fuerza... El fracaso de Bahía de Cochinos
incitará a los soviéticos a hacer algo que en otras circunstancias no
harían." (Michael Beschloss, The Crisis Years, 144-145).
Palabras premonitorias. A los pocos meses de Bahía
de Cochinos, envalentonado por la falta de liderazgo de los Estados Unidos, Khrushchev apabulló a
Kennedy en la conferencia de Viena, erigió el Muro de Berlín, provocó la Crisis de los
Cohetes, y convirtió a la Cuba cautiva de Castro en una base intocable para subvertir a tres
continentes. Sí, trágico fue el desenlace de Bahía de Cochinos. Pero esta operación
no debe ser vista únicamente como una derrota para la democracia. El ejemplo de los que
allí murieron por la justicia y la verdad es semilla de nobleza que engendrará la libertad.
Éste y otros excelentes artículos del mismo AUTOR aparecen en la
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