¿ESTAN EN DECADENCIA LOS ESTADOS UNIDOS?

por Mario J. Byrne


Hace algunos años escribí una carta a los editores del “Valley News”, períódico que cubría principalmente el Valle de San Fernando en California en la que hacía referencia a la perceptible decadencia militar norteamericana en aquellos tiempos y sus repercusiones en cuanto a Cuba, América Latina y otras regions del mundo. Mi tesis era, y sigue siendo, que para tener amigos y aliados hay que ser consistente y que Estados Unidos hacía tiempo que había dejado de serlo. En la carta, que merecíó, en lo al “Valley News” se refería, lo honores de la publicación, mencioné lo importante que era para una gran potencia, no solo serlo, sino también lucirlo. Usé el ejemplo cubano para indicar que en nuestro lenguaje popular, la sabiduría de aliarse con los ganadores toma incluso connotaciones sexistas (“irse con el macho”, que para nosotros significa “pick a winner”, en oposición a “irse con la hembra” , que indica lo contrario).

Eran los años en los que la expansión soviética estaba en auge y Castro campeaba por su respeto en Africa y otras regiones del mundo, respaldado por el poderío militar de Moscú y los prospectos de supervivencia del modelo occidental de vida no parecían muy evidentes.

El tema ha cobrado desgraciadamente nueva actualidad, por un artículo reciente de George Friedman, columnista del New York Times, que comenta Carlos Alberto Montaner en el “Nuevo Herald” de Miami. Tanto Friedman como Montaner reconocen la triste realidad de que los Estados Unidos han perdido, o por lo menos no han ganado, la mayoría de los conflictos militares en los que han intervenido en el siglo XX y van por el mismo camino en el XXI. Montaner, sin embargo añade la nota optimista de que los Estados Unidos, a pesar de sus derrotas militares, han aumentado su poder y su peso en el mundo de manera asombrosa. Tengo que aceptar que la evidencia histórica reciente está de su lado.

Pero, al mismo tiempo, me preocupa profundamente el futuro. ¿ Hasta cuándo podrá este país seguir cosechando derrotas militares y abandonando aliados sin pagar un precio, que puede llegar a ser demasiado elevado? Recordemos, sin temor de que nos acusen de acercar demasiado nuestra sardina a la brasa, que fué la traición de Bahía de Cochinos en 1961, la que produjo la “crisis de octubre” del 62. Por desgracia, si el problema se limitara a errores de parte del ejecutivo fuera fácilmente subsanable. Me temo, sin embargo que es mucho más profundo. El espectáculo de centenares de legisladores promoviendo medidas evidentemente derrotistas es muy alarmante, porque son éstos los verdaderos representantes del pueblo. No queda más remedio que aceptar que al elegir a personajes como John Murtha y Nancy Pelosi, para supuestamente contrarrestar los errores estratégicos del ejecutivo (que no son pocos), los norteamericanos se condenaron, inevitablemente a perder la guerra en Irak.

En los tiempos en que existía la misma situación con respecto a Viet Nam, hubo cierto militar japonés, ya entonces retirado, que hizo una advertencia muy sabia sobre esa contienda: las guerras, dijo él, deben ser cortas. Yo añadiría que para hacer la guerra de veras, valga la redundancia, hay que “estar en guerra”. No basta con una declaración de guerra simbólica en la que nadie cree. Junto con describir objetivos claros y alcanzables hay que abandonar la dependencia en la “comunidad internacional” y comprender de una vez por todas, que los ejércitos no existen para mantener el orden público, ya sea interior o exterior, ni para dar clases de democracia. Su única razón de ser es la defensa nacional, es decir, romper cosas y matar gente en nombre de la seguridad de la nación. Todo lo demás es hojarasca.


Fort Lauderdale, 25 de marzo del 2007



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