EL REGRESO DE LOS LEGIONARIOS

por Mario J.Byrne


Si, como parece que va a ser, las fuerzas francesas regresan al Líbano con carácter más o menos permanente, estaremos en presencia de la última manifestación ( en lo que al tiempo se refiere) de un fenómeno que yo he venido advirtiendo desde hace bastantes años: el rotundo fracaso del proceso de descolonización que tuvo lugar en el mundo en la segunda mitad del siglo XX. El abandono por parte de los europeos de sus posiciones de ultramar, particularmente en Asia y Africa, lejos de producir democracias estables y prósperas, trajo consigo, guerras ( civiles y de las otras), dictaduras militares o religiosas, miseria y destrucción. Lo más triste es que los que han pagado el pato, no han sido los “malvados colonialistas”, sino, de una manera u otra, los propios pueblos descolonizados.

No quiero decir con esto, que no haya grandes y honrosas exepciones. Vienen a la mente la India, Malaya y Singapur. Ni que los colonialistas fueran unos santos, que ya sabemos que no eran. Pero la estampida a abandonar Africa y Asia, que se inició al final de la Segunda Guerra Mundial, fue cuando menos tan vertiginosa como la que hubo para ocupar tales territorios en el siglo XIX. Se trataba entonces de buscar, de acuerdo con una de las tantas expresiones infortunadas del Káiser Guillermo II, “un lugar bajo el sol”. Entre otras cosas, esto condujo a la expansión naval alemana, causa subyacente de las dos guerras mundiales del siglo XX y sus secuelas.

La retirada europea de sus colonias y “zonas de influencia” fue estimulada por tres elementos importantes: la política norteamericana (anticolonialista por tradición e ingenuidad) , el expansionismo comunista y las rivalidades entre las propias naciones colonialistas ( Dios ciega a los que quiere perder). Es conveniente recordar que la administración de Eisenhower hizo causa común con los soviéticos para presionar la retirada anglofrancesa de Suez en 1956, en los mismos momentos en que los rojos estaban arrasando Budapest. Esa misma administración les negó a los franceses la cooperación de los B-52 cuando el Viet Minh rodeaba a Dien Bien Phu, lo que muy bien hubiera podido salvar a De Castries del hueco en que, literalmente, lo había metido la incompetencia del general Navarre . En esa misma época, los soviéticos hicieron cuanto estuvo en su poder para sacar a las potencias occidentales de sus zonas de influencia. Sin contar la influencia china, tradicionalmente más antioccidental que la rusa. Desde fomentar revoluciones en Indochina, Zanzíbar y Argelia, hasta favorecer, bajo cuerda, al terrorismo internacional. Para colmo, los propios colonialistas se hicieron la guerra sorda mutuamente, como lo prueban las intrigas de García Valiño contra los franceses en Marruecos, lo que condujo a Mendes-France a declarar, unilateralmente, la independencia marroquí, tomando a Franco por sorpresa, y la insistencia británica en que los italianos se fueran de Libia y Somalia, después de la Segunda Guerra Mundial.

¿Cúal ha sido el balance? Sumamente negativo, diría yo. Las hambrunas, las guerras civiles y las epidemias se sumaron al descenso en GNP que experimentaron los descolonizados. En Asia, millones de muertos a manos de los comunistas, desde Mao Tsé Tung, hasta Pol Pot, sin contar los centenares de miles que probablemente costó la reacción anticomunista ante la tentativa de conquistar el poder en Indonesia por parte de los rojos de Aidit. Si esto es el progreso , que venga Dios y lo vea.

Pero, junto a la descolonización, hubo un movimiento inverso: el sionismo. La emigración de judíos europeos a Palestina, llevó a centenares de miles de refugiados de Europa a establecerse en Palestina, en detrimento de las poblaciones musulmanas que allí vivían. Apoyado por los Estados Unidos y por Francia y a pesar de la resistencia británica, el sionismo se hizo fuerte en lo que es hoy el “Estado de Israel”, formando en realidad la versión contemporánea del expansionismo europeo del siglo XIX. Como tal, está destinado a prevalecer militarmente en la zona, hagan lo que hagan los musulmanes. No es que los israelitas no cometan errores. La guerra que, aparentemente, acaba de terminar, tiene un fuerte tufo al estilo “americano” de hacer la guerra, que no resuelve nada a larga y sólo pospone el conflicto para más adelante.

Pero los más perjudicados en todo este embrollo han sido los cristianos libaneses, que no merecen lo que les está ocurriendo y hacia quienes Francia tiene, o debía tener, una fuerte responsabilidad. Tomados entre dos fuegos, sin verdadero poder militar o político, los cristianos del Líbano merecen mejor suerte. Fueron ellos, al fin y al cabo, quienes gracias a su industria hicieron de Beirut lo que se consideraba “el París del Levante” hace unos pocos años.

La influencia francesa en la zona se inicia con la primera cruzada y la toma de Jerusalén por los caballeros de Geoffroy (Godofredo) de Bouillon, quien procedió, con muy poca caballerosidad, a pasar a cuchillo a la mayor parte de la población, incluyendo a musulmanes y judíos. Después, intermitentemente, vinieron los templarios, San Juan de Acre y más recientemente el protectorado francés sobre Siria y el Líbano, que terminó con la Segunda Guerra Mundial y del que apenas nos quedan (a los francófilos) las novelas exóticas de Pierre Benoit. Pero de lo que no cabe duda, es de que Francia tiene una responsabilidad histórica con los libaneses cristianos. Dicen que, para ejercerla, se prepara a enviar un contingente de 13,000 hombres, a los que se sumarían 2,000 de otras naciones (tal vez España e Italia) y que se proponen entrenar un ejército libanés de 15,000 para cubrir la frontera con Israel. Esto significa que no sólo tiene que enviar a la Legión Extranjera, que no llega hoy a 9,000 hombres y que está repartida por muchos lugares en el mundo, sino a una cantidad sustancial de sus tropas regulares, que hoy también se han convertido en profesionales, (como los legionarios) al terminar el servicio militar obligatorio. Ver para creer…

Pero por encima de todo lo anterior, hay algo que es muy importante y que debe decirse:

si los cristianos tuviéramos, unos para con otros, una décima parte de la solidaridad que tienen entre sí los hebreos, otro gallo cantaría para los cristianos del Líbano.


Fort Lauderdale, 16 de agosto del 2006


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