RECORDANDO AL DR. LUIS FERNANDEZ CAUBI Por Manuel Prieres
A continuación, dos artículos que le dediqué – uno en vida y otro cuando murió-. (Artículo I) En vida. Flager abajo avanzaba yo en mi auto en dirección a la emisora radial Unión Radio, citado por el Dr. Luis Fernández Caubí a comparecer en su famoso programa “Temas”. Mi intención era hablar de un estudio que había terminado acerca del “Vacío Generacional en el Periodismo de Miami”. Eso ocurría a principio de la década de los 80s. cuando nuestra ciudad era sacudida por los recientes acontecimientos de la Embajada de El Perú, en La Habana, y el posterior éxodo del Mariel. Un Nuevo –digamos exótico- “discurso y comportamiento” llegaba a Miami, vía lancha, que en cierta medida chocaba con lo establecido, movía al debate y a la discusión, y hasta escandalizaba a veces, como fueron las declaraciones del escritor Reinaldo Arenas recien llegado “Vía el Mosquito”, quien pontificó a la prensa: “He llegado a la tierra de las postales descoloridas…” Claro que todo ese estado de cosas inyectaba sangre nueva y briosa al debate y a la confrontación. Y ¿qué mejor terreno para dilucidar las diferencias, que la radio? Repito. Esto ocurría a principio de los 80s. Caubí solamente conocía de mi persona mi voz. Jamás nos habíamos visto. Sin embargo la magia del “Micrófono Abierto” contribuía a iniciar una relación amistosa entre opinante y conductor. También esto le ocurría a otros que gracias a la personalidad tolerante, cordial e inteligente del conductor de “Temas”, con el tiempo se harían famosos en la radio miamense, me refiero al “Abogado de los Kennedy”, al “Archivo” (Pepe Juara), Miriam Matas, Oscar Ortiz, el “Machete Reformado”, Estrella Rubio, el “M-4” (un marielito simpatico como polémico), Beiter Caballero, Walkiria Gómez, Manuel Costela…(No. Todavía Basulto no había llegado). Antes de “Temas” el opinante por el teléfono era visto y tratado por los conductores de programa como “relleno”, “caja de resonancia”, “eco”, o sencillamente activistas de los sempiternos y folklóricos “Bancos Telefónicos”. Fue en “Temas” que por primera vez en la radio de Miami se le dio al opinante por teléfono la categoría de invitado, dándosele el tiempo que necesitaba, así como la atención de que era merecedor. Una especie de “aleación química” entre conductor y opinante que marcaría historia en el pueblo. Cordial, culto, generoso, fino sentido del humor, abanderado de lo “conciso y lo con seso” en cuanto a periodismo se refiere, como a veces (casi nunca) tornando su pensamiento y escritura en afilada daga dialéctica cargada de agudeza y mordacidad contra los adversarios. Ensayista, columnista histórico del DIARIO DE LAS AMERICAS, asesor de politicos destacados…en fin… Mi amigo. ¿Por qué fracasó la Democracia en Cuba? Es el título de su ultimo libro. Y según los entendidos “un formidable éxito editorial”. A mi entender, después de leer: ¿Por qué fracasó la Democracia en Cuba?, se me antoja una incursion revisionista en la historia política de la Primera República de 57 años, rigurosa, honesta y valiente, deprovista totalmente de los acostumbrados afeites “enciclopedistas” tan comunes entre los profesionales del compromiso y el agasajo. "La democracia siempre fue una aspiración que nunca pasó de ser ensayo" Así –como jarro de agua fría- comienza el libro más comentado por simpatizantes de la tesis como por impugnadores de la misma. Caubí nos invita a pensar. Y es lo que hago al reflexionar… cuando él conviene que la democracia fracasó en Cuba porque no recogió el legado de quienes fueron los primeros en poner en práctica el principio del balance politico entre gobierno y gobernados, entre ejecutivo e instituciones representativas de la sociedad: los griegos y los romanos. El Dr. Caubí puntualiza, asimismo, que en la Cuba republicana las instituciones siempre fueron muy frágiles, frente a un poder Ejecutivo que lo abarcaba y determinaba todo. Ante dicha realidad, los poderes Legislativos y Judicial eran meras entidades decorativas. Aunque aquí creo percibir una ligera contradicción cuando el autor reconoce lo siguiente: “Cuba en sus 57 años fue el país más progresista de América, el de mayor logro en el orden de la recuperación social, el movimiento sindical, la modernidad en la clase empresarial… Mi estimado doctor; ha destapado usted la Caja de Pandora. (Artículo II) A su muerte. ___¡Papiii! El doctor Caubí te llama Era mi hija Sarah Fe que había respondido al teléfono. ___Manolito: con qué voz más enérgica tu hija te dice Pappiiii. (Era el Doctor Caubí sonriente al otro lado del hilo telefónico). ___Sí, mi estimado doctor; desde pequeña siempre fue así de gritona- le contesté yo también riendo. ********* Con esta introducción –y tantas y tantas otras- iniciábamos casi a diario el Dr. Luis Fernández Caubí y yo nuestras acostumbradas charlas telefónicas sobre los temas del diario acontecer y en especial de “lo cubano”. Una fraternal y enriquecedora comunicación que mantendríamos por años. Recuerdo que dos días antes de su inesperado fallecimiento yo lo había llamado; y al salirme él al teléfono, me dijo que me llamaría después ya que tenía algo que resolver. Cuando efectivamente me llamó, ya yo no estaba en casa. Sería la última vez que escucharía su voz. “Mi estimado Doctor”: así siempre yo me refería a él desde el primer día que tuve la suerte, la satisfacción y el honor de conocerlo. Alguien a quien se le cogía cariño y respeto desde desde muy temprano. Fue en la radioemisora Ocean Radio de la Calle Flagler, a principio de la década de los 80s.; que yo lo ví por primera vez en persona. ¿La Razón? Que me había invitado para hablar del “Primer Encuentro de Intelectuales Guantanameros”. Fue muy amable conmigo, y me dejó decir todo lo que quise sobre el anunciado evento. La impresión que me causó no pudo ser mejor. Así comenzaría una relación de años entre dos buenos amigos. Yo viéndolo a él con respeto, admiración y confianza; y él hacia a mí con sincero cariño que se le desbordaba siempre, además de su constante estímulo hacia mis cosas. Bonita amistad que jamás olvidaré. Recuerdo cuando terminé mi novela: “Senderos de Rocío y Sal” y le pedí que leyera los manuscritos…y si después veía algún valor en ella, que me hiciese el honor de escribir el prólogo. Así hubo de ocurrir. El rasgo personal que yo más valoraría del Doctor Caubí no sería otro que su nobleza con los amigos. Al extremo que cuando a veces nos extralimitábamos en la discusión y el debate, no sería él quien reaccionase en forma áspera u ofensiva. Eso no quiere decir que no supiera confrontar valiente y airosamente un debate; porque cuando extraía el estilete en la palabra o en la escritura, eso –señores- resultaba de “pronóstico reservado”. Su columna en el DIARIO LAS AMERICAS en más de una ocasión serviría de fondo a alguna que otra polémica famosa sostenida con sus escasos adversarios. Porque, en honor a la verdad, Caubí no era amigo de zaherir, de ofender, de hacerle daño gratuito a nadie. Abogado, maestro, pensador, escritor, periodista, persona simpatica y con un sentido del humor algo envidiable. Con relación a “lo cubano” era alguien que tenía miras, posturas y principios bien definidos. Demócrata a toda prueba; aperturista de cara al porvenir; pragmático en las formas, pero inflexible anticastrista en cuestiones de fondo. Tuvo que ocurrir un 10 de octubre de 1997 (el mes más preñado de acontecimientos impactantes e históricos en el calendario cubano) cuando el Doctor Caubí al dirigirse en su auto a su hogar, se sintió mal, apartó el carro fuera de la calle, y le provino un ataque cardiáco. Alguien que se hubo de percatar de que algo anormal le ocurría al chofer del vehículo detenido fue en su auxilio, hizo intentos por reanimarlo y llamo a la ambulancia. Así. ¡De pronto! Sin que nadie lo esperase, sin molestar a casi nadie, en una calle miamense tan familiar para él, el estimado Doctor se caía de su cabalgadura para no volver a incorporarse. Me enteré de la desdichada noticia como al filo del medio día. Y esa noche llegó a mi casa el Dr. José Sánchez Boudy (Pepito) quien por esas cosas extrañas y misteriosas de la vida quiso que él hubiera bajado de Las Carolinas a Miami. Pepito no se había enterado todavía de la muerte de su Viejo y colega amigo, pero la sentarse en el sofá de la sala de mi casa, y estar a un lado el DIARIO DE LAS AMERICAS del día, ya venía la noticia en primera plana del fallecimiento de Luis Fernández Caubí. En un camposanto al noroeste de la ciudad nos dimos cita tantos y tantos amigos –junto a la familia- del estimado Doctor para decirle el ultimo adios, seleccionándose para ello el sitio más indicado para que descansen los restos del hombre bueno y eminente: un pequeño vallado con tapia de cemento, una fuente de agua, césped bien atendido, y muchos, muchos árboles. FIN Manuel Prieres Miami, agosto 10 del 2005 villagranadillo@aol.com
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