LAS QUEJAS QUE NO SE OYEN

por Marcelo Fernández-Zayas


Hay un viejo y sabio refrán que dice: Niño que no llora no mama. Hay que protestar para que nos presten atención. Las protestas justificadas de las feministas trajeron remedios a este sector de la población. Algunos de estos males han sido erradicados; otros esperan el tiempo para remediarlos con casi imperceptibles cambios de conducta.

Hay un mal, sin embargo, que afecta a las mujeres y del cual no oigo airadas protestas: falta de buena educación escolar en ciencias y matemáticas. Es algo elemental entre pedagogos que una buena expectativa conduce al éxito. Del que se espera poco, poco produce. Veo infinidad de niñas y mujeres jóvenes con terror a las matemáticas y las ciencias. Esto no es innato, es un miedo adquirido en las casas y escuelas. Los varones lo manifiestan menos porque padres y maestros esperan de ellos una buena actuación.

Una vez comencé a trabajar con una joven ayudandola en sus estudios de secundaria. Me confesó que le eran difíciles las matemáticas porque era mujer, que su maestra se lo había dicho. Me enfurecí y fui hablar con la maestra, perdí el tiempo, ella también era víctima de la enfermedad que estaba propagando: expectativas negativas por motivo de sexo.

Trabajé unas semanas con la alumna. Empecé mostrando que no hay una lógica para hombres diferente a la de las mujeres. Tiempo más tarde esta joven estaba resolviendo complicados problemas de álgebra. Mis indagaciones me llevaron a entender que no hay una expectativa de triunfo para las mujeres en lo referente a ciencias. Las escuelas tienen que cambiar de actitud.

En culturas que esperan el éxito de las mujeres en estos campos se encuentra que no hay diferencias entre los sexos. Pero, todavía no oigo las protestas por esta clase de discriminación sexual. Es hora ya de exigir a las escuelas una buena actuación de las mujeres en ciencias. Hay que llenar las facultades de ciencias y negocios con mujeres a la par que hombres.

Otra área en la que no hay protestas es en el adoctrinamiento en la violencia de la juventud por la televisión y el cine. Cada vez que un niño ve programas de entretenimiento donde se exhibe la violencia para producir carcajadas estamos programando a esa criatura a actuar con insensibilidad. ¿Quién ha visto en la vida real un pato, un gato o un perro descargar una pistola contra otro animal? ¿Por qué le enseñamos a los niños que dinamitar, estrangular apuñalar es un acto casual y divertido? En la vida real los que actúan violentamente son encarcelados. Los niños entienden como permisible e imitable esta conducta que sus padres aprueban. Pregunte a un niño de edad pre escolar el significado de las palabras matar o muerte. Este responderá correctamente y le dará como ejemplo la televisión. De los tres años en adelante los jóvenes presencian miles de escenas de violencia en la televisión. Están tan condicionados a la misma que un programa que carezca de esta "acción" es considerado malo. La palabra acción se ha convertido en el eufemismo de la violencia. Muchos padres cuando los niños cometen actos de violencia culpan a los amigos o la escuela que le enseñaron esas cosas. Falso. La aprendieron en sus casas viendo la televisión. ¿Cuándo comenzarán las protestas masivas contra estaciones de televisión y sus anunciantes que abusan de nuestros niños? Es un caso de abuso infantil doméstico.

La tercera área de protestas no oídas tiene que ver con la comida. Los medios de comunicación nos instan a comer. Nos meten la comida por los ojos, oídos y terminamos metiéndola en la boca. Mueren más personas en países industriales por comer demasiado que por falta de comida. Hay que protestar contra el lavado de cerebros que nos está convirtiendo en un país de obesos autómatas. Hay una técnica sicológica llamada programación sublime que consiste en enviar un mensaje de menos de un segundo que produce un efecto deseado. Los anunciantes los emplean bien. Si usted quiere reducir de peso batalle primero en contra de los sutiles anuncios que provocan un apetito condicionado. Uno de los grandes anuncios "sublimes" fue el clásico de la Coca-Cola: la pausa que refresca. Se asoció el momentáneo descanso con la necesidad de la Coca-Cola. Se estableció una respuesta condicionada y comercial. Las ventas aumentaron al máximo.

Hay que ejercer el derecho de la protesta para proteger otros sagrados derechos. Y, sobre todo, no confundir entretenimiento con malsana violencia.


Fin


Marcelo Fernandez
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