El Clandestinaje y la Lucha Armada por José Sánchez-Boudy Al título hay que añadir: "contra Castro". Se trata de un episodio, el contenido del volumen, muy poco conocido en la historia de Cuba. La mayoría de los cubanos creen que la resistencia contra Castro apenas existió cuando en realidad la cosa fue diferente. Los cubanos, solos y abandonados por las naciones del continente. Castro respaldado por México y el gobierno norteamericano sin hacer valer su potencia descomunal para que se cumpliera el Tratado de Río. Todo se concertó para poder abandonar, miserablemente, por Kennedy y sus colaboradores a la Brigada 2506. El historiador Enrique Ros que ha dejado a partir de Playa Girón toda nuestra historia contemporánea vuelve ahora al ruedo con este libro, el más voluminoso de todos, y escrito como los anteriores con un detallismo, una metodología y una claridad envidiables. En él está toda la historia del clandestinaje, de las infiltraciones, y de esa guerra, la del Escambray, de la que partidas de campesinos y de otros extractos, quince años después de la llamada "limpia del Escambray" llevada a cabo por el régimen a sangre y fuego, con la asesoría hasta de generales soviéticos, quince años después de dado por liquidado el levantamiento contra la tiranía, se mantenían partidas armadas de combatientes que demostraban porque los cubanos pudieran derrotar a España. Demostrando que a un pueblo hecho de mambises y de hombres como nuestros próceres, el pueblo de la Cuba Eterna, el pueblo del Exilio Histórico, el de hombres como éste que es la Cuba que menciono no dialoga y reconquistará la patria para la libertad. Recuerden siempre mis palabras que no son más que las del Exilio Histórico: "No seremos derrotados". El libro, pormenorizado hasta el máximo, es la historia de un pedazo de nuestra historia heroica. En él, en sus fotografías, verán a Campanería; verán a Fundora, el héroe del Punto Fundora, por donde entró la relativa ayuda a los hombres, también abandonados, que no se dejaban vendar los ojos cuando los fusilaban y morían al grito de Viva Cristo Rey. La carta a sus padres de Campanería es, como el grito de todos ellos, y sus hazañas, que recoge nuestro historiador, un monumento al coraje y a la dignidad de un pueblo. Como lo fue la muerte de los Campitos, de Perico Sánchez y de todos esos héroes que pelearon como Thorndike, el heroico combatiente, sin que una gota de miedo pasara por sus cuerpos. La gesta del Escambray es una de las banderas de gloria de la humanidad. En este libro verán lo que yo creo un plan detallado de los Kennedy para terminar con la batalla de los cubanos por su patria y hasta la información errónea que la Embajada Norteamericana mandó al gobierno en Washington afirmando que no había cambio hacia la izquierda en el gobierno cubano cuando desde el mismo primero de enero se notaba la actividad comunista y la técnica paralelo. Hasta las mismas leyes que aprobó, digo yo, el Consejo de Ministros, bajo instrucciones de Castro, a través del "Ministerio de Leyes Revolucionarias" que presidía Dorticós, muestran ya el anillo de hierro que se cernía sobre Cuba, incluyendo la supresión del Habeas Corpus. No pasaría mucho tiempo para que Marinello declarase en televisión que "ser anticomunista es ser contrarrevolucionario". La forma habilidosísima en que el presidente Kennedy desmontó las fuerzas cubanas invasoras, cambiando sutilmente los planes invasivos, es un tremendo acierto del libro y es difícilmente superable. La traición fue, lo prueba el libro, deliberada, no un error. Los Kennedy, a los que seguían sus asesores y Stevenson, al que los liberales han puesto como la suprema inteligencia pero todo el que lo lea, carece de cualidades de gobernante. El hombre que no dejaba una siesta aunque tuviera que actuar por la salvación de la patria norteamericana. Y que andaba con huecos en la suela de los zapatos. Este es el gran estadista que nos pintan. Este libro, pues, destruye mitos, dice la verdad sobre Girón en forma que no cabe prueba en contrario y muestra como ni a la clandestinidad se le hizo saber detalle alguno de la llegada de la invasión ya en camino permitiendo así que pararan en la cárcel y en el pelotón de fusilamiento sus hombres y que el pueblo de Cuba fuera recogido como ganado. Aquí hay detenidos de aquellos días que les dirán que las redadas eran a tropel aunque se tratara de mujeres embarazadas o personas enfermas. El problema era sembrar el terror. El CIA no sabía de esos planes. Como no sabía ni lo de las Torres, ese crimen sin igual cometido por un ejército fanático que quiere destruir al mundo en que se asienta la democracia. Hay unas palabras en el libro de mi hermano Marista Alberto Fibla que tomo del mismo y que cita Ros. "El presidio político está impregnado de sangre" Y con sentidas palabras afirma Ros: "Cuba está alzada en armas. Los pelotones de fusilamiento siguen sesgando vidas. Pero crece en esos meses finales de 1961 la rebeldía. La isla se convierte en extenso campo de batalla. El 30 "la ley contra el terror" la llamarán los voceros oficiales. Recuerda su redacción los "mandos" de Valeriano Weyler". Serán sancionados con la pena de muerte… Lo que formen parte de un grupo armado, los responsables de incendios… Los que se infiltren en territorio nacional. Termina Ros con esta línea: "Los que no mueren combatiendo o frente al paredón sufrirán, en palabras de Martí, "el dolor infinito del presidio". Un libro histórico éste del historiador Enrique Ros en su perdurabilidad, y en su intensa investigación. Lo publica la Editorial Universal de quien bombardeó la Habana. Y un infiltrado: J.M. Salvat. Gloria eterna son los caídos. Nuestros caídos. Vergüenza eterna a los que desertaron de la patria y están con el tirano.
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