El diccionario de un poeta

Por José Sánchez-Boudy


Samuel Johnson, el famoso autor del Diccionario de la Lengua Inglesa, publicado en 1775, un acontecimiento en el estudio y desarrollo del inglés, causó tanto revuelo con su publicación que alguien (creo que fue Boswell, que hizo una biografía muy famosa de Jonson), afirmó que "los diccionarios eran la recopilación de la vida". Y tenía razón. El diccionario más pequeño tiene algo que el hombre hizo. Un diccionario de utensilios de cocina nos trae cuándo se inventaron, en las alburas de la civilización, cosas que nos parecen insignificantes pero que nos dan que el hombre es "hacer" cosas, como el asa de una copa, y que es historia.

Este diccionario del Poeta Nacional de Cuba en el Exilio, Luis Mario, tiene un título simbólico: "Inspiradores". Porque es un diccionario de los hombres que, con sus ideas, que son también un hacer, y con su conducta inspiran a los hombres de hoy como inspiraron a los de ayer, en su crecimiento y desarrollo.

Este Diccionario tiene de todo: En su portada se ve el retrato de algunos de los hombres y mujeres en él incluidos: Están guerreros de una conducta ética con la que se hicieron naciones, ofrendando su vida por la patria, como Maceo; hay conductores y hacedores, hombres y mujeres que son compendios de todas las virtudes con las que soñaba el emperador romano Marco Aurelio en sus "Meditaciones"; como José Martí; seres que ofrecieron a sus pueblos "dolor y lágrimas", pero al final el triunfo sobre el mal.

El camino que recorren el Exilio Histórico y el pueblo cubano, de donde han brotado esas cruces que constituyen un Memorial de grandeza.

Trae el diccionario de Luis Mario filósofos griegos, pensadores políticos; mujeres que, con su conducta, como la Casanova, que fue la primera cubana en ver desplegada nuestra bandera, hicieron hombres para construir patria.

Cantantes de La Cuba Eterna, como Rita Montaner: "Ay, Mamá Iné,/ay Mamá Iné/ todos los negros/ tomamos café". Científicos, literatos, políticos, todo en las trescientas cincuenta páginas de este diccionario del editor Juan Manuel Salvat de la Editorial Universal.

Este libro debe estar en toda biblioteca, porque lo primero que éstas deben tener es de los mejores diccionarios en la materia. Yo, en "The Browsery", en Greesnboto, Carolina del Norte; en "Past Pagés", y en otras librerías junto al grandioso centro de enseñanza que ha sido, y es, la Universidad del Estado, he conseguido diccionarios antiquísimos, cuando la cultura podía levantarse alto porque no existía el tráfago moderno, y el investigador dedicaba el tiempo a la investigación, sin la cual no existe la profunda cultura. Amo estos diccionarios porque en ellos está el saber universal, y está el hombre, que es la medida de todas las cosas.

El diccionario abre la imaginación. En una de las páginas de este de Luis Mario encuentro a Clemenceau. E inmediatamente la imaginación me lleva a este francés enorme, que con su tesón y voluntad de acero ganó la guerra que parecía comerse a Francia: La Primera Guerra Mundial. Mi madre lo leía continuamente y cuando repasaba su libro "Miserias y Grandezas de una Victoria" siempre me señalaba: "Terribles son las guerras". Y añadía: "Pero hay que pelear con el mal".

Clemenceau, con su periódico "La Aurora", apedreado por las turbas por defender al inocente Dreyfus fue, como he dicho en otras ocasiones, un hombre excepcional.

Sigo mirando el diccionario de Luis Mario. Aquí está Walt Whitman, que envió su libro "Hojas de Hierba", una de las defensas más sublimes de la Democracia, y que obtuvo del famoso ensayista y pensador americano Emerson, que nadie debe dejar de leer, un rotundo abrazo. Libro, el de Whitman, que contiene uno de los poemas más bellos de la lengua inglesa dedicado a Lincoln, el que tituló "Mi Capitán, Mi Capitán", Lincoln, que preserva la Unión; que fue asesinado por predicarla, que suprimió el habeas corpus, uno de los instrumentos más caros a mi persona y que utilicé mucho en Cuba para obtener que no se les celebrara al reo un juicio con rapidez y no estuvieran sufriendo por meses prisión preventiva. Para preservar la seguridad de la Unión, Lincoln, un defensor del hombre como lo llamó Emil Ludwig en su monumental biografía sobre el mismo, hizo lo dicho sobre el habeas corpus.

El diccionario trae muchos cubanos que elevaron el saber a grandes alturas, como la Dra. Mercedes García Tudurí, con quien por cierto me examiné para terminar el bachillerato, recién llegado de mis estudios, en este país, me examiné de Filosofía. En el Tribunal estaba Rosaura García Tudurí, la gran escultora de Varela.

Es interesante notar, lo que habla de la honradez del recopilador, que Luis Mario, tan apegado a los moldes clásicos en la métrica, incluye a un poeta que los rompió por completo, a William Butler Yeats, el famosísimo bardo irlandés, que buscó con sus innovaciones una genuina poesía irlandesa, a veces oscurísima. Fue, como señala Luis Mario, Premio Nóbel.

Hasta el poeta francés Sullyprudhomme está en el diccionario. Señala que fue, si mal no recuero, el primero en recibir el Premio Nóbel. Era un poeta, para muchos de tercera categoría. Hoy está olvidado. Fue un acierto del compilador traer a Sullyprudhomme que afirmaba era el creador de una poesía nueva. Las fichas del diccionario recogen la gran lucha del hombre para llenar el espíritu humano de sensibilidad; es decir, de poesía.



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