Poesía y Cuba Eterna Por José Sánchez-Boudy Nuestra patria no es sólo como dijo Colón al descubrirla “la tierra más hermosa que ojos humanos han visto. Es también uno de los sitios más románticos del mundo. Por algo, la música, rinde en sumo grado un culto extraordinario a la mujer cubana, “La mujer cubana es la reina del Edén”. En toda Cuba hubo siempre un halo de romanticismo: en los cayeríos, en Los Jardines de la Reina, donde se dan las flores más bellas del orbe según la historia de este nombre, las flores rodeadas por un mar azul en donde se ven, en su fondo, todo tipo de peces de colores. Todo es romanticismo: la tarde que cae; el “arroyo que murmura”, la tojosa que como flecha cruza el aire; la ceja de monte; la calle que se envuelve de noche en la quietud de la sombra y en l que los viejos soportales retumba aún con ruido de quitrines y carrozas; de carnavales. Los pueblos tranquilos, como San Luis, en Pinar del Río, donde nació la poetisa Carmen R. Borges cuya poesía traemos hoy a estas páginas. El Pinar del Río a donde los Hermanos Maristas nos llevaban de excursión, a Soroa, y donde se veían aquellos mosquiteros en los que bajaba la niebla y cubrían como seres del más allá las cosechas de tabaco. La portalira acaba de publicar una antología de sus poesías dispersas con el título de Búscame la Tristeza esa tristeza alada y romántica de nuestra Cuba cuando era libre, esa tristeza de la tierra cubana; esa tristeza que en atardeceres de antaño salía de sus barrios callados donde los niños jugaban bajo la mirada de los cielos policromados. Y la tristeza, la romántica, la que aunque duela trae el sentimiento de toda su anchura, lo une a la tierra, a la tierra que se echó en la cara uno de los hombres que fue a morir, del extranjero, en el clandestinaje a la raíz que lo hizo a la Cuba Eterna, al Caimán heroico. Que se echó en la cara par llevársela a la eternidad, la Cuba Eterna. Escribe Carmen R. Borges: “Un grillo salta en el monte,/la abeja zumba en la flor,/cantando un himno de amor/ ya se despide el sinsonte/ y cuando el vuelo remonte/ el águila en su grandeza/ en un agua de pureza/ se bautizarán las almas/ mientras se duermen las palmas/ y yo canto a la tristeza”. La tristeza y la tierra. La tierra que no nos deja. La tierra a la que iremos a reposar aunque muramos fuera. La tierra que nos hizo y nos sostiene. La tierra cubana. La tierra, el barrio, el pueblecito. Y de este último donde nació y vivió e hizo sus primeras poesías, a su tierra, empapada l poetisa en la tristeza del Exilio le escribe Carmen R. Borges. Aquel pueblecito que en la adolescencia –quedada estrecho a mi soñar, tenía aspecto afortunado de opulencia cuando en invierno todo florecía-, una sola familia parecía en alegría, llanto y condolencia, la que habitaba aquella geografía, que en las verbenas evocaba su presencia. Hoy que ando lejos de la callejuela, en las mañanas me llevó a la escuela, siento que crece más para esperarme… Y como anhelo regresar un día –nunca me deja esta melancolía- que a la tumba quizás he de llevarme. En la melancolía, la tristeza del exiliado. Es la melancolía y la tristeza de un pueblo esclavizado. No es la melancolía y tristeza del entorno, de la tarde en el cayo mirando pasar lejano el barco cargado de azúcar; no es la tristeza del campo echando un humo azul en el río, en las mañanas de invierno; no es la quietud de los cañaverales; no es l melancolía de nuestras playas en las noches cuando las olas charlaban con las arenas desiertas. Esta melancolía, esta tristeza de que hablo, era felicidad en Cuba; era la felicidad de la libertad. Ha habido muchos exiliados como nosotros. Exiliados sin tierra los llama la poetisa. Porque fuera del entorno; fuera del barrio donde nacimos; del pueblo donde crecimos; de la calle donde jugábamos de niño, sin aquí sentir el olor de la tierra cuando llovía a raudales en los días de verano, los exiliados, el cubano, no tiene tierra. La tierra, como señaló Virgilio, que murió en el destierro, es la patria. “Es intolerable vivir fuera de la patria” dijo, y Dante moría de tristeza al comer el pan ajeno fuera de Florencia. Con ocasión de l Antología de Luis Mario, el que prologa este libro Búscame la tristeza la poetisa escribió: “Sin tierra va el poeta…!Ay sin tierra! Y la tierra es la patria, es nuestro mar de añiles infinitos. Y canta la poetisa. “La hora en que el clarín anuncie el día en que estaremos todos regresando a la tierra, a la Patria, a la alegría”. La tierra, el entorno es la patria. La patria, con el símbolo de la libertad, de la fortaleza, la palma que cantó Heredia, la palma mueve sus penachos en la poesía de Carmen R. Borges: “Símbolo de patriotismo,/ en el escudo aparece. /Su penacho mece con ternura y exotismo,/nos prende el romanticismo, /como un broche sobre el alma /y nos arrulla en la calma/ con la voz del soñador, /dándonos como una flor, lanza y uijote de palma”. La Cuba que todos llevamos dentro. La verdadera Cuba Eterna.
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