EL RETORNO DE LOS SÍMBOLOS

Por José Sánchez-Boudy

El Dr. Fernando Fernández Escobio, en ese importantísimo libro que se titula Raíces de la nacionalidad cubana (Tomo III), y que cierra la trilogía que muestra que somos una nación y no un pueblo, como quieren hacer ver los que han perdido la fe en la Patria, escribe: "Hay que convenir, pues, que se inicia el verdadero proceso de la nacionalidad cubana, con los finales del siglo XVII, en pleno gobierno de los cabildos, con las mercedes de tierras, que van colocando en manos de las pequeñas oligarquías de los municipios, la propiedad -o mejor dicho, la posesión de la tierra- que le dar'ia acceso al criollo de la vega de tabaco y a la explotación del agro en general"

La nacionalidad nace, pues, unida a la tierra y al municipio. De aquí la enorme responsabilidad que les toca a éstos en la lucha por la libertad de la Patria cubana, como hemos dicho en otros artículos.

De más está repetir que la primera rebelión contra España, la de los vegueros de Jesús del Monte, estuvo unida al tabaco, y que la poesía unió para siempre, con el Cucalambé, del que el Poeta Nacional Luis Mario ha hecho un importantísimo prólogo en la nueva edición de Rumores del Hormigo, publicada por Editora Universal, está unida a la tierra; al entorno.

Nunca pudieron los extranjeros que visitaban o llegaban a Cuba, sustraerse a la fuerza telúrica del entorno cubano. En el libro citado, por ejemplo se trae esta poesía del "bardo gaditano", vinculado a Cuba desde la tierna edad de seis años, Francisco Utorrondo, que escribiera casi en la víspera de morir:


"Y nunca dejaría la margen bella

Del limpio Almendar, donde orgullosa

La ceiba su misión tremola airosa

Y el cocotero altísimo descuella

Y si lo escucho entre el ramaje umbrío

Los profundos suspiros de la palma".

Los cubanos, como hemos dicho tantas veces, estamos hechos de la tierra cubana, Estamos hechos del entorno. Y ello se ve en el lenguaje. Cuando nos preguntan de dónde somos, en vez de decir somos cubanos, estamos tan seguros de que somos una nación y que todo el mundo reconoce nuestra nacionalidad, que contestamos: Somos de la Víbora; de Jaruco; del barrio de Versalles…

Manuel Prieres me recordaba en días pasados, que nuestros escudos aparecen todos en el libro de Esteban Beruvides titulado Con Cuba y sus mártires, además, que todos los municipios de Cuba y sus barrios tienen como representación de la Patria y su entorno.

Miren los escudos, el de la provincia de Pinar del Río, con sus pinares; el de La Habana con su abeja; el de Matanzas con sus símbolos afrocubanos que tanto recuerdan las africanas de Julio López Comas, además del Valle, los árboles y el río; el de Las Villas, con su azúcar y las nubes de nuestro cielo; el de Camagüey, con su machete, su arado, sus palmas; el de Oriente, las palmas. Aparece también en ellos los plantíos. La tierra.

Una combinación de tierra con símbolos patrios que es lo que somos todos los cubanos. El entorno y la historia de virtudes y heroicidades, abnegaciones y virtudes.

En estos momentos tenemos que afincarnos en la tierra. El pueblo cubano tiene que afincarse en el entorno. Los símbolos patrios, convenimos Prieres y yo, están muy dañados.

El comunismo ha machacado sobre ellos insistentemente por cuarenta años, tratando de borrar nuestra memoria histórica. El pueblo desdeña a muchos de los héroes patrios porque los han puesto como bases del comunismo y del internacionalismo.

No será fácil, en una Cuba liberada, llevarlos puros de la conciencia histórica. Llevará tiempo. Pero se hará. Todos volverán con su vida dedicada a una Patria enorme.

Y hay que comenzar desde ahora. Hay que llevar los símbolos a Cuba. Hay que machacárselos sin tregua, para que nuestros hermanos sientan orgullo de una nación levantada a base de dignidad y de decoro; de derramarse por ella la sangre generosa, desde los vegueros a un Boitel, a un Vianello que, como dije, cayó en Girón derribado por quien se pasea impunemente por el exilio y fue amigo y compañero de profesión.

Enrique David Thoreau, el inmortal creador del culto a la naturaleza de este país, al entorno, nació en 1817. Mucho antes los cubanos nos fundimos con nuestra tierra cubana.


FIN


Publicado en DIARIO LAS AMÉRICAS 8/10/1999

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