NOS SUBORDINARON AL UNIVERSALISMO

Por José Sánchez-Boudy

En los años cincuenta, nos dijo Manolito Prieres, en un artículo sobre el entorno, recordó aquel anuncio cubano que decía: "Conozca a Cuba primero y al extranjero después". Y añadió Prieres: "nadie le hizo caso".

En otras palabras. Lo que este cubano que piensa y analiza los problemas de su tierra nos dijo, es que descuidamos el entorno, la tierra, el barrio, lo folklórico… que descuidamos lo físico y telúrico de nuestra Isla: los mogotes sagrados, los guijes de los ríos; las tradiciones coloniales; lo nuestro, por un universalismo del que nos debíamos haber aprovechado sin habernos entregado a él.

Yo me acuerdo de mis días. Y de las fiestas de quince. La música cubana había sido desplazada por la música norteamericana. Cualquier muchacho de entonces se sabe todas las canciones de moda en los Estados Unidos.

Yo, cuando me reúno con el grupo de norteamericanos de aquella época, los pongo en un aprieto, porque les pregunto por una canción, y se las tatareo, y todos la recuerdan. El universalismo nos había, como vemos, invadido hasta los tuétanos.

Y tomar lo mejor de la cultura universal no es malo. El siglo XIX, del que arranca nuestra nacionalidad, se creó por hombres que fueron "auténticamente cubanos". Tan cubanos, que Ramón de la Sagra, que quería a Cuba y publicó libros que salvaron su entorno, obras geniales a Cuba, chocó con Saco, entre otras cosas, porque este hombre "universal" no aceptó una faceta del carácter de la Sagra: el querer, en otros aspectos, imponernos una cultura española con desprecio de la cubana, en vez de buscar una amalgama en la que hubiera ríos, que yendo de una a otra, las vivificaran, las engrandecieran. Conocer lo universal, como lo conocieron los hombres del siglo XIX, sin dejar de ser cubanos. sin dejar de nutrirnos de nuestro entorno y de nuestra cultura.

Yo he leído las cartas de José de la Luz y Caballero sobre lo que había encontrado en una librería de París, entonces "el centro del mundo", y el entusiasmo con que hablaba del saber universal. Pero él no abandonó el moldear la nacionalidad cubana ni su entorno por ese saber. Lo atesoró, como se ve, por el ejemplo, en su saber filosófico. Lo amó. Pero sobre todo, amó lo cubano. Como Varela. Como los hombres del siglo XIX, repito.

En La Habana se dio la "polémica filosófica"; en La Habana estaban esos profundos conocedores de la cultura universal que fueron los hermanos Del Valle. El siglo XIX conocía lo universal, pero no abandonaba ni las palmas de Anselmo Suárez y Romero, ni la cubana profunda del Cucalambé.

El recordado Julito Garcerán del Valle -estoy aquí retratado en Cuba junto a su libro El Juez, obra jurídica de una importancia total en la historia de la literatura del Derecho en nuestra Patria-, ese historiador que fue un portento como muestra, en una obra cumbre que tituló "Heredia y la libertad", decía de este poeta: "Da inicio en Cuba a la presencia de naturaleza espiritualizada".

Porque el cubano ha hecho espíritu de nuestra naturaleza. En nuestras frutas, en nuestros barrios, en todo lo físico de la Isla, hay algo más que la presencia espiritual. La carne, como quería el Señor, la hemos hecho espíritu. Que ésta es la profunda religiosidad de lo cubano, del pueblo cubano. Cuba, como demostró el poeta Israel Rodríguez en un libro único, es espíritu.

"Por eso yo he cantado, en un volumen al barrio de la esquina, a esta esquina". Mi amigo Chapelli hablaba de que "perdió la esquina". No había perdido sólo su Patria, perdió su esquina. Y cuando uno se recuerda de La Víbora no olvida los álamos, y del Vedado no olvida las rejas, los enrejados ni las plantas de sus jardines, tan vivas, que algunas veces parecían gigantes tirados sobre las edificaciones. Ni las aceras rotas llenas de agua. ¡Si hasta los gusarapos que cazábamos de niño son espíritu! Nos lo dejó ver Diosazo Consuegra, uno de los grandes novelistas de nuestra tierra.

Sigue Garcerán hablando de Heredia, en el libro Heredia y la Libertad. Escribe: "Presenta la imagen de la Patria -antes no logrado-. Incluso con simples evocaciones nostálgicas". Como las palmas que evocaba -digo yo- en su cantar a las Cataratas del Niágara.

Y continúa; "Contribuye a la poesía indianista, como forma de atacar al imperio español, con su poema "Las sombras".

La Patria contra lo universal, cuando lo universal quiere preterirla, aherrojarla, herirla.

Ya explicaremos cómo nos subordinaron al universalismo y hay que volver a las frutas y a los colores de Amelia Peláez, al entorno cubano en una palabra.


FIN


Publicado en DIARIO LAS AMÉRICAS 8/3/99


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