ADIÓS AL ÚLTIMO BOLERISTA

Por José Sánchez-Boudy

Carlitos Bautista me llama y me da la noticia: "Pepito, se murió Nelo Sosa". Y yo, tocado en lo más hondo, sólo atino a decir: "Nuestro último bolerista de la 'Epoca de oro del bolero".

Y me viene como una tromba el Club de San Carlos, en Correa, entre Flores y Serrano, en aquellas verbenas llamadas "Bajo las palmeras de mi Cuba", así llamadas por el hecho de que el Club se adornaba con palmeras, aquellas verbenas celebradas los dos últimos sábados antes de fin de año, en las que cantaba Nelo Sosa, con aquella voz aterciopelada, los boleros, esos boleros que forman la espiritualidad de la Patria y que aún nosotros los cubanos tarareamos.

Y oigo a Nelo Sosa cantar la más famosa de sus canciones: A tus pies. Con la letra que todos llevamos en el alma porque se la repetíamos a pepillas que un día nos dieron el sí y después ni nos miraban: "Y como un pecador arrepentido/implorar a tus pies perdón y olvido". Estos boleros de Nelo Sosa son la espiritualidad de la Patria. La Patria no es sólo el entorno en que vivimos: los alrededores; el olor de la flor de la mariposa o del galán de noche; el sabor a gloria del coquito azul y rojo de la bodega del chino o del gallego; la tojosa cayendo, como herida, en los atardeceres tristes; el mar, con su canción de Cuba Eterna, en su infatigable mojar de la orilla…

La Patria es las canciones: del meollo de la misma. Esas que llamamos canciones antiguas, esas de los trovadores; la Patria es ese acerbo al que queremos retornar siempre. La Patria es héroe; heroicidad y canción y tantas cosas más…

Y esa época del bolero de la que, con Espí y con Faz, fue Nelo figura prominente con ellos… como la del feeling, la tenemos en el hondón del espíritu.

Por eso nos conmueve tanto la muerte de un hombre como Nelo Sosa, o de Rogelio Martínez, el director de La Sonora Matancera, que nos hizo bailar sobre las butacas del cine Tosca, en la Calzada de Jesús del Monte, cuando tocó allí. Rogelio Martínez murió hace poco; como murieron Caíto y Bienvenido Granda, que fueron y son espíritu de la Patria. Como las figuras que todos conocemos y que siento no nombrar.

Uno de los dolores más hondos del exilio. "Es intolerable vivir fuera de la Patria" -escribía Virgilio, el poeta romano a principios de nuestra era-. Es contemplar la partda de nuestro pueblo hacia el exilio. Más intolerable cuando el exilio es toda una vida, como nos sucede, y vemos cómo los que contribuyeron al espíritu de la Patria, como Nelo Sosa, como Ñico Membiela con sus besos salvajes, como Orlando (Chicho) Vallejo, en las noches del Alí Bar, con sus canciones, como tantos otros, repito, nos dejan.

Nelo cantó por última vez una noche en casa de Luis y Beba Zalamea. Beba alternó canciones con él. Yo lo llevé, acompañado de Carlitos, del Cabo que como yo se reunían con Nelo y Humberto Becerra, y Roque, y Ramoncito con Colmenares y otros hermanos, a soñar ilusiones, desesperados todos por volver al barrio, como a Guanabacoa, donde había nacido Nelo. Al Teatro Carral, frente al Ayuntamiento. Allí, donde el huérfano de Nelo, con una guitarra, empezó su carrera; en el parque que enfrenta al teatro.

Nelo soñaba con La Habana que paseó a pie y con su convertible De Soto. Había dejado a La Sonora en Venezuela y regresó a La Habana porque no podía vivir fuera de ella ni de su Guanabacoa. Con ellas se murió lentamente, en sueño un cubano en la calle 7 del North West. En el exilio La tragedia de todos los cubanos de ley es volver en sueños y regresar al rincón donde nacieron: a la Isla de buñuelos y azúcar.

Nelo, tararéame aquello de: "Un algo se interpone/para poder amarnos". "Muchacho -exclamaba Nelo- si yo lo silbaba cuando tomaba la ruta 3 en Guanabacoa y me iba a ver La Habana, entrando por Luyanó; y hasta el chofer me pedía que le cantara aquella guarachita de: Viejo verde/Qué viejo más parejero/se mete con la chiquilla/y si no tiene dinero/de eso nada, de eso cero. Yo cogía la guagua para tomar el fresco

Para tomar el fresco como cuando los habaneros se iban en tranvía, a la Playa Estación Central, a disfrutar del fresco de la noche cubana, que reposaba sobre el mar lapislázuli, entre los boleros y canciones de la blanca orilla del mar.

Con Nelo viene el recuerdo de aquel cabaret de la calle Zanja, "El Faraón", que a los muchachones nos llamaba tanto la atención en nuestras primeras correrías, y de Ninón Sevilla que allí "rumbeaba" con su belleza de canela antes de irse para México. Con Nelo Sosa se va parte de la Cuba de ayer, pero él queda adherido a La Cuba Eterna, la que hizo bolero y canción y guaracha.

Nelo Sosa, el último bolerista de la Época de Oro del bolero.


FIN



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