SOBERANÍA Y CANCILLERIAS EXTRANJERAS

Por José Sánchez-Boudy

A mí me preocupa mucho todos esos grupos internacionalistas asociados con poderes y por ende con cancillerías extranjeras. No quiero que en nuestra patria, queridos compatriotas, vuelva a pasar lo que aconteció en el Tratado de París: en que dos cancillerías, española y estadounidense, dispusieron de los destinos de Cuba. No importó que la nación estaba arruinada.

No se tomó en cuenta de que Cuba había peleado sin descanso, por casi un siglo, contra el Despotismo Imperial. No importaron los patriotas fusilados en la Cabaña en los potreros o los que murieron en las ergástulas, en las prisiones inmundas, húmedas, tapiadas, de las fortalezas coloniales.

No importó el sufrimiento ni el sacrificio mambí; ni de las dos emigraciones heroicas. No importó la heroicidad cubana; uno de los ejemplos más bravos y dignos dado por un pueblo en consecución de su libertad. Nada importó. España, el gobierno, no el inmenso y maltratado pueblo español, se salió con la suya, y la ocupación americana y las secuelas de aquel tiempo, no las de largo plazo que aún sufrimos canallescamente usadas por el comunismo, no pudieron hacer llagas que mataran la República porque la labor de los mambises: de Máximo Gómez; del mismo Estrada Palma, hoy tan combatido en muchas cosas, hasta por mi, que reconozco, sin embargo, que logró salvar la nación que nacía; la labor de nuestro pueblo salvó la soberanía.

La labor de nuestros grandes hombres, no seres inflados por la propaganda ideológica que da títulos al que no los ganó, de grande e ignora a los que lo son de verdad; que hace a comunistas inflexibles de ayer, héroes hoy, por conveniencia; la labor de nuestros gigantescos patriotas conservó una Cuba Libre e Independiente. Nos mató la canallesca conspiración usada contra un pueblo bueno y sin experiencia política. Cuya experiencia política se centraba en ¨A correr liberales del Perico", en la Chambelona y en aquella conguita del tiempo de Menocal, cuando el Rey de España le mandó un caballo que él, según la conga, no lo sabía montar. Eramos un pueblo virgen y confiado en las famosas noventa millas.

Yo miro todas esas reuniones de cubanos y Partidos Internacionales: la palabra patria; la palabra tierra, el amor por la patria no se ve por ninguna parte. Sólo se piensa en ver cómo se puede lograr el poder en el mañana o tallar con los que lo ocupen después de Castro. Que naturalmente no tallarán con europeos sino con los estadounidenses, y tendrán que ver cómo el Exilio Histórico, que estos internacionalistas desprecian tanto como nosotros a sus ideas para decir, como siempre la verdad: que lo quieren eliminar, pero que es, pésele a quien le pese, y recuerden mis palabras, la almendra, o sea, el meollo vivo de la Cuba Eterna.

Estas Internacionales, y los dialogueros que las siguen, jamás hablan del pueblo cubano. Cuando se refieren a él es para tratarlo como una ralea; como una chusma; y qué desengaño se van a llevar el día de mañana, porque ese pueblo ha aprendido la lección y de sus entrañas, de esos doce millones de cubanos, tiene que salir el futuro gobierno de Cuba, como naturalmente de ese pueblo y del Exilio Histórico, que es la Cuba Eterna, dialogueros, que es la Palma de Heredia; un exilio al que no le dan premios, que además no quiere, porque los ha ganado todos peleando sin recibir nada de nadie. ¿Hablo claro, compatriotas?

Vuelvo a repetirlo: no queremos un Tratado de París. Estamos cansados de tantas mentirosas reuniones. "Reuniones que son inflabloberos, cubanólogos", que no saben ni dónde estaba "Tumba Cuatro"; ni Barreras; ni nada; ni vieron a un chino haciendo aquellos zapatos chinos, que los cubanos usaban, con su elástico de lado, y los chinitos, para no tener callos; de cubanólogos que se creen que Cuba es pararse en una reunión, ausente del sentimiento de nuestro exilio histórico; ausente de allí la Cuba Eterna, que siempre repelió la unión de extranjeros, de globos inflados, que explotarán sin necesidad de meterles un alfilerazo, como hacían los niños, por diversión, en la patria Libre.

El camino es predicar, como Martí, como Aguilera que no recibió prebendas sino que publicó en un periódico de Bayamo todas sus riquezas, con el fin de venderlas y llevar una expedición o varias a Cuba para hacernos libres como Saco. Tan cubano como el cogollo de las palmas, que cantó Anselmo Suárez Romero en párrafos sublimes, es predicar la Cuba Eterna; y buscar la solidaridad internacional, en un bloqueo de todo tipo como el que se le hizo a Africa del Sur, respetando siempre nuestra ciudadanía, no poniéndola como se hace muchas veces por los dialogueros, la mayoría de las veces, al interés de cancillerías extranjeras.

No nos vengan más con cuentos. No se haga más protagonismo infecundo, siempre es infecundo, con los presos; con los opositores. Si España se une a los europeos y de verdad quieren que salga el último reo lo logran en cuarenta y ocho horas, porque Castro no es tan inteligente como se dice, pero sí muy osado y como todo se lo toleran, poniendo la otra mejilla por casi medio siglo, ha hecho lo que le ha dado la gana. Esto es una verdad que no tiene prueba en contrario. Como toda prédica de la misma.

Y mas nada. ¡Cuidado con un Nuevo Tratado de París! ¡Cuidado no nos pongan un fusilero que alabó a los asesinos en publicaciones que yo tengo aquí en mi biblioteca al mando de la Cuba del futuro! ¡Cuidado!


FIN



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