SI NO MATAMOS NOS MATAN Por José Sánchez-Boudy La frase es del presidente Roosevelt, F. Delano, cuando Estados Unidos fue atacado por el Japón. Churchill lo vio igual y lejos de prometerle al pueblo inglés que la guerra serïa fácil le señaló que sólo podïa esperar dolor, lágrimas, sangre. Habïa, pues la firme voluntad de salvar al pueblo inglés, al pueblo estadounidense, a la democracia del terrible asalto nazi; el de una máquina militar que no ha sido igualada, en eficacia, en la historia ni con los recursos de hoy dïa; según los expertos, de salvar este païs. No pensaron ambos estadistas en la opinión pública mundial sino en sus pueblos. No prestaron atención a los débiles, a los dialogueros; a los pusilánimes; a los flojos de cuerpo y espïritu. Pensaron en sus pueblos. En aquella nación que lleva el nombre de Inglaterra: en la que lleva el nombre de Estados Unidos. Machaco. No pensaron en consideraciones políticas. En la opinión de otras naciones. Ni en Naciones Unidas, un traste bochornoso en la Historia del Derecho Internacional, que entonces no existïa y que fue creada siguiendo el utopismo y espïritu religioso de un fracasado internacionalmente, y hasta dentro de su propio païs: Woodrow Wilson, más religioso que estadista. Más hombre de la utopïa de la paz universal que de pies en la tierra. Y sé lo que digo. Lo he estudiado muy bien para defender mi tesis en este particular. Las relaciones de las naciones están gobernadas por intereses; por alianzas momentáneas, en la gran mayorïa de los casos, no por amistad, por amor, por cariño sino por las apetencias de ese animal que el hombre lleva dentro: el afán de poder y de dominio. Todos los pensadores de verdad asï lo han demostrado. La guerra de Vietnam se hubiera ganado con sólo acabar con Vietnam del Norte rompiendo los diques de Hanoi. Pero en eso no se pensó jamás. ¿Qué dirïa, se decïan los que tenïan que tomar la decisión, la opinión mundial. Pero no hay hoy opinión mundial. El mundo es una selva. Si hubiera opinión mundial este païs serïa amado por todos. Las tumbas de jóvenes norteamericanos de soñadores como nuestros hijos, de jovencitos que pensaban que la juventud tenïa aquello que el uruguayo Rodó señaló que habïa escrito ese pensador gigantesco que en muchas áreas fue el francés Renán. Al que rechazo en cuanto a su interpretación de Cristo. El dijo: "la juventud tiene un horizonte inmenso que es la vida". Las tumbas de casi niños estadounidenses llenan la tierra. Los "marines" murieron por la libertad. Para que otros vivieran. Pero esto para el mundo no importa. Y los enemigos de esta tierra aquï, aquï dentro, quieren que Estados Unidos pierdan la guerra de Irak. La forma de presentar, la prensa liberal, el cuadro de Irak tiende a este fin. Para no perderla hay que pensar en este hogar del mundo. Como hicieron Roosevelt y Truman y tantos otros. Porque lo que está pasando en Irak tiene una consecuencia horrible. Si sale de allï derrotada la Coalición. Esta consecuencia es que se tendrán de nuevo las tropas musulmanas frente a las puertas de Viena, como sucedió cuando allï llegó Soliman el Magnïfico. Y se necesitará un Carlos V actualizado para pararlas. Porque lo que está sucediendo en Irak no es una guerra como la de Vietnam. Es el choque de civilizaciones. Orwell, en 1983, la estupenda novela sobre el comunismo; sobre todos los totalitarismos, pinta los bloques de cultura en una contienda total. Que la llamada globalización es un problema económico pero jamás de cultura. Porque el hombre nunca puede abandonar ésta. Es parte integrante de su ser. Morimos siendo lo que somos: cubanos, estadounidenses, peruanos, húngaros. Las fuerzas económicas vienen y van, pero la cultura se mantiene, porque es el hombre. Esta guerra es un problema de supervivencia. El fundamentalismo es una vïa totalitaria para dominar a los pueblos. Los árabes --y los turcos-- por ejemplo, que tantas muestras de tolerancia dieron en el pasado, con los judïos sefarditas y con otras culturas, son vïctimas los musulmanes de la dictadura fundamentalista que inclusive cambia preceptos del Corán para adaptarlos a su intento de dominación mundial. Por eso esta dictadura hay que decapitarla, y hay que ayudar a los musulmanes a hacerlo, para volver a las enseñanzas puras del Corán, como se ha hecho en Afganistán. Hay que devolverles la libertad. Y para ello el Mundo Occidental no puede estar con la maldita blandenguerïa, ni los Estados Unidos temerle al odio que el comunismo y los demagogos que manipulan la opinión pública lanzan sobre ellos. Y poner en práctica todo aquello que sea necesario para darle la libertad a los iraquïes. Para romper el yugo fundamentalista. Con coraje y decisión. Teniendo presente que esa prensa liberal manipulada mira sus intereses y no los del mundo libre. No se puede creer en sofismas. Esa cultura árabe no fue fundamentalista, fue universalista. Esa cultura que tuvo un imperio fue la que trajo parte de la herencia griega, con la conservación y análisis de los textos de Aristóteles al Mundo Occidental. Y quiere libertad. La que le niega el fundamentalismo. Se puede lograr con ella lo que se logró con el Japón. Hay que apoyar a los Estados Unidos, a la Coalición. Y dejar a un lado, aquï, la polïtica partidarista en el caso de Irak. Hay que triunfar. FIN
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