Edición del 4 de Noviembre, 1998

El Ataque a Chile

Por José Sánchez-Boudy


Chile fue siempre la democracia más estable de América Latina. Pueblo culto, cortés, educado, entra en la historia colonial orlado por la bella descripción que del país, desde la primera línea que lo nombra, hace Alonso de Ercilla en el famoso poema épico, La Araucana.

Rubén Darío lo retrata, en un poema dedicado a Caupolicán, que hace historia, y que simboliza, con la gesta inmortal del caudillo indio, lo que es la nación chilena.

Chile, país de contrastes o de rincones es uno de los libros más bellos que sobre la tierra chilena se ha publicado. Está en la Editorial Austral, y fue lectura de juventud del que escribe. Nunca he olvidado su belleza.

Pero el comunismo se apodera de Rusia y comienza lo que se ha llamado el "gran reto a Occidente" en el siglo veinte. Y Chile, por su posición privilegiada en el cono Sur, se convierte en presa codiciada del Internacionalismo rojo.

Por fin, el comunismo se apodera del gobierno usando medios legales. Su entrada en la gobernación, su control de la presidencia, después de las elecciones, queda, debido a la Ley Electoral Chilena, en manos de la Democracia Cristiana, y ésta, cundida de rojo de arriba a abajo, formada por "pecesitos rojos en agua bendita" se alía con Salvador Allende y lo lleva a ser el presidente de Chile.

El comunismo, como siempre hace, ha llegado para quedarse. Prepara la toma del poder. Tiene enfrente un ejército profesional y disciplinado. Aliado el comunismo a "los curas tercermundistas" prepara el ataque a las instituciones democráticas. El comunismo.

El comunismo infiltra a la Compañía de Jesús: la más potente arma en la historia de la Iglesia Católica. Los curas rojos que se han aliado a los marxistas tratan de socavar a la Compañía de Jesús y publican una revista que esparce el veneno leninista y lo hace coincidir con las doctrinas de Jesús "La Revista: Mensaje".

La democracia cristiana que lleva a Salvador Allende al poder, es la causante de que el comunismo casi se apodere de Chile y que la nación sea un polvorín. Hasta Jacobo Timerman, cuyas simpatías por el marxismo son bien conocidas, en un libro contra Pinochet titulado, Chile, la muerte en el Sur; es un libro donde se pinta mentirosamente el régimen de Pinochet más déspota que Stalin y se afirma que había acabado con la economía de Chile, cuando todos sabemos que la llevó al más alto grado, tiene que reconocer que "en Chile la ciudadanía recuerda el caos que se adueñó del territorio el último año del gobierno de Allende".

Este se pone de acuerdo con Fidel Castro, y cree que la presencia del mismo en Chile y la entrega de toda su propaganda personal puede mover las masas a favor del derrumbamiento de la Democracia chilena. Y lleva a Castro a alli.

Castro se adueña del país. Llega, para engañar con una pequeña delegación: Hart, Miret, el más tarde fusilado general Ochoa... El embajador Mario Inchaústegui, un comunista histórico y experto en propaganda marxista y subversión ya ha preparado el camino.

Castro está eufórico. Mientras el Jagua, barco cubano, desembarca armas y los jimaguas que defenestrará mas tarde introducen otras, estará en Chile, como dueño y señor, por casi un mes.

Castro estuvo en Chile desde el 10 de noviembre hasta el 4 de diciembre de 1971. Dio un recorrido total por la nación visitando, en labor política y de proseletismo y esparciendo el veneno marxista, las provincias de Santiago: Antofogasta, Tarapacá, Magallanes, O'Higgins; Colchagua, Aconcagua y Valparaiso.

El Partido movilizó las masas. Castro habló en las minas de El Teniente, de las que creo era propietario el ex embajador Braden, un buen amigo de la causa de nuestra patria y dirigió la palabra a los estudiantes en varias universidades. "Cristianos por Marx" y "curas tercermundistas" departieron con él en subversivo coloquio. Sus discursos fueron lo de nunca acabar: una longaniza de ellos que llenan más de doscientas páginas. Cuarenta en total. Cuando hizo una escala en Guayaquil, Ecuador, disparó otras de sus diatribas.

Todo estaba orquestado para tomar el poder. Y acompañados por la Democracia Cristiana de Frei, que como escribe Robert Moss en su clásico estudio sobre el experimento marxista en Chile --Chile's Marxist Experiment-- apoyó por mucho rato el paso comunista, casi los rojos lo logran.

Todo estaba orquestado para defenestrar al ejército. Todo estaba listo para comunizar a Chile. Habían llegado al poder "legalmente" con la ayuda de los demócratas cristianos y utilizando todos los medios "ilegales" iban a lanzar la batalla final contra la democracia que habían jurado respetar. ¿Alguien los creyó?

Entonces el ejército tuvo que intervenir para salvar a la democracia. Para salvar a Chile de la horrenda "dictadura marxista". Hasta Gabriel Sminow, que simpatiza con el socialismo, ha tenido que reconocerlo en una obra sobre la materia.



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