La Realeza Americana en Washington, D.C.

Por Jorge A. Maspóns

Comenzando el primero de Enero del presente año, todos los miembros del Congreso recibieron un aumento de sueldo por la cantidad de $3,400 anuales, su sexto aumento en los pasados siete años. El salario anual de cada senador y representante es ahora $158,100 por año además de todos los otros beneficios que ellos mísmos se han regalado. En tiempos pasados tenían que permitir audiencias cuando un aumento de sueldo estába para ser considerado, seguido por un voto en la Cámara y el Senado para aprovarlo. Asi es que los aumentos de salario no eran fáciles de conseguir. A muchos de nuestros distinguidos congrecistas no les gustaba la idea de tener que enfrentarse a sus constituyentes después de votar en favor de “levantar” su propio salario.

Pero he aquí, ahora existe un nuevo sistema. Durante la pasada década, los aumentos de salario para los miembros del Congreso han sido automáticos. La única manera de parar un aumento es que el Congreso mísmo lo bloquee. De vez en cuando algún representante ó senador introduce la legislación necesaria pero tal legislación muere regularmente en alguno de los comités -y tal muerte es hecha muy calladamente. No hay audiencias, debates ni votos. Y, por supuesto, no hay ningún medio noticioso para alertar al público.

Los miembros del Congreso se aumentan sus propios salarios aún en tiempos de recesión, cuando el alto desempleo asola a muchos americanos. Aumentan su propio sueldo en tiempos cuando han aprovado enormes deficits federales y cuando la nación está en guerra.

Un pueblo prudente y sensato le preguntaría a sus senadores y representantes federales porque no propusieron y apoyaron algún proyecto de ley para detener este ultraje -especialmente durante estos inseguros tiempos económicos. Los míos se han negado a responder.


FIN


Jorge A. Maspóns
Febrero, 2004

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