EL MENSAJE DE LOS MANTOS SAGRADOS


Nunca mejor que el tiempo de Semana Santa para examinar la naturaleza y las implicaciones de los mantos considerados sagrados por la cristiandad: el de Turín y el de la Guadalupe. La ciencia ha realizado ultimamente exhaustivos estudios sobre ellos. Sus conclusiones tienen enormes repercusiones no sólo para los cristianos, sino para la humanidad.

En visita a México en 1993 tuve el gusto de ver el manto guadalupano. Allí conocí acerca de los estudios realizados y divulgados en el documental Los Enigmas de Guadalupe, producido por la televisión mexicana. La imagen de María, impresa en la humilde tilma del campesino Juan Diego, data de 1531. Es una imagen morena, impresa en una tela sencilla que hace mucho debió haberse desintegrado. Sin embargo, ha desafiado el tiempo, la intemperie, y hasta un atentado terrorista. Ya los estudios iniciales no encontraban explicación de cómo pudo haberse impreso la imagen, que pictóricamente llenaba los requisitos de una obra maestra. Entre los descubrimientos más obvios se encontraba el de la posición de las estrellas que aparecen en el manto, la cual coincidía con la de las estrellas principales del firmamento, precisamente en ese 12 de diciembre de 1531.

El descubrimiento más sensacional, no obstante, ha sido con los ojos, reconfirmando el origen divino de la venerada tilma. Gracias a las modernas técnicas de digitalización y análisis oftalmológico fue posible escrutar los ojos de la imagen. Estos, agrandados 2,500 veces arrojaron algo maravilloso. Los ojos de Nuestra Señora de Guadalupe eran como los de una persona viva, que reflejaban en su superficie lo que miraban. Así, se pudo observar en los ojos la escena que los historiadores narran, la cual tuvo lugar al presentar Juan Diego su tilma con las rosas milagrosas al señor obispo, siguiendo el mandato de María, que deseaba le fuera construido un templo en su honor.

La Guadalupe, sin duda, ha fascinado al mexicano y ha jugado un papel crucial no sólo en ese país sino en las Américas. Para los cristianos católicos, en este manto María quiso dejarnos, hecho por ella y puesto en manos de los más humildes, el regalo de su imagen milagrosa.

El manto que la tradición cristiana ha señalado como la mortaja de lino que envolvió el cuerpo de Jesús ha sido probablemente el más estudiado por la ciencia y el que tiene sin duda más trascendencia en todos los órdenes.

Los estudios de la imagen impresa en la mortaja y del negativo fotográfico hecho de esta tela, de unos cuatro metros de largo, a fines del siglo pasado, indican que aquélla no es un fraude. Siguiendo en detalle las descripciones de las escrituras evangélicas, presenta las huellas del suplicio horrible de un hombre que murió crucificado. De hecho, corrige la impresión popular de que Cristo fue clavado por las palmas de las manos, mostrando que fue a través de las muñecas, pues de otra forma se hubiera desgarrado, teniendo en cuenta que el bárbaro suplicio de la cruz podía durar días de horrible sufrimiento y lenta agonía.

Es impactante la tridimensionalidad de la impresión, cosa sin precedente en una imagen plana, lo cual permite configurar el rostro y el cuerpo del hombre que fue amortajado. Tenía unos cinco pies, once pulgadas. Pesaba unas 170 libras; era de complexión atlética y tenía sangre tipo AB.

La imagen fue realizada por una quemadura que duró milésimas de segundo, al estilo del que dejaría una plancha sobre una tela blanca. La impresión fue uniforme, es decir, con igual intensidad tanto por delante como por detrás. Sólo la prueba del carbono 14 contradice la fecha de origen del manto, pero dicha prueba está sujeta a un margen de error, especialmen