LA ELITE EXILIADA por Hugo J. Byrne A medida que pasan los años adquirimos una actitud discriminatoria en relación a la calidad humana entre la cual deseamos desenvolvernos. Esa discriminación va siempre aumentando. Seguros de nuestros familiares y amistades cercanas, buscamos cada vez que nos es posible, la compañía de aquellos con los que por razones de distancia no podemos socializar con la frecuencia que desearíamos. En mi caso, procuro establecer contactos con ciertos cubanos del exilio histórico que son en mi criterio la indiscutible élite del mismo. Recién regreso de una corta vacación en el sur de Florida, durante la cual tuve el honor y el placer de compartir ideas y tiempo de verdadera calidad con una pléyade de patriotas cubanos a los que siempre he visto como una fraternidad indestructible. Aunque sea necesario reconocer que algunas brechas va haciendo el implacable tiempo en nuestras filas. Entre los míos hay algunos a los que no vi esta vez, porque ya descansan para siempre de todas las luchas patrias, o por haber caído víctimas de una cruel enfermedad que les destruyera el intelecto. Pero nos legaron el ejemplo. Entre ellos los hay que antaño marchaban militarmente erguidos y con paso elástico, pero que hoy caminan encorvados y con venerable deliberación. Los hay más viejos que este cronista y muchos otros más jóvenes. Algunos han sido mis compañeros de la lucha por Cuba durante todas sus vidas. A muchos otros no los conocía antes de que esta columna empezara a publicarse. No existe entre nosotros unanimidad de opiniones, pero compartimos la misma ética. Puede que no coincidamos siempre en criterio, pero sí en convicciones. Sí en amor a Cuba. Todos ellos son mis héroes. Lo serán siempre. Quiero con este trabajo hacer mi humilde tributo a ellos, a la verdadera élite exiliada. Mencionaré algunos, pero estoy seguro que no a todos, omisiones por las que humildemente pido disculpas previas. Empezaré con mi más antiguo compañero de luchas, mi biológico hermano mayor, Mario Byrne. ¿Cómo no hacer la loa a quien se debe la vida? Mario siempre contribuyó a mi educación y aún lo hace. De pequeño siempre “sacaba la cara” por el busca pleitos hermanito menor. Cuando visitamos Florida siempre pone a nuestra disposición cuanto tiene que pueda ser remotamente de nuestro uso, principalmente su habilidad intelectual, su cultura y su memoria elefantina. Pero lo que yo más aprecio es su dedicación ejemplar a la causa cubana. Podría escribir cien cuartillas sobre la abnegación de Mario hacia Cuba, pero sería a costa de ofenderlo. A Carlos Hurtado lo conocí durante el mismo tiempo que conocí a Esteban Fernández, Franklin Denis y Alberto Barco. Esteban y Franklin comparten conmigo el lejano exilio de California, por lo que, a pesar de la gran admiración que profeso por ambos, no los voy a incluir en este trabajo. No es que los vea muy a menudo, pero me es más fácil comunicarme con ellos. Al “guajiro” Franklin hay que visitarlo en su trabajo, pues dedica todo su tiempo a su familia y a su labor. Con Esteban hablo un poco más por teléfono, pero eso es todo. Todos ellos, junto a Carlos Fandiño y los hermanos Gaviña son mis hermanos locales. Hermanos “menores” que conocí cuando fundaron la “Juventud cubana de Los Angeles”, en la segunda mitad de los años sesenta. Recuerdo haberlos mirado al principio con alguna arrogancia pedante, por ser más viejo que ellos (diez años en promedio). Después, al conocerlos, sencillamente aprendí de ellos. Hurtado, como Estebita y otros, formó parte de Las Unidades Cubanas, en Ft. Knox y Ft. Jackson. Conozco otros muchos que después de servir honorablemente dedicaron su vida a otros menesteres más lucrativos. Entre quienes se mantuvieran en la lucha sin cuartel, sin un instante de descanso, siempre se contó Carlitos Hurtado. No existe un camino que por Cuba no trillara, ni un esfuerzo que no ejerciera, a riesgo de su vida y a costa de su salud. Hurtado es ejemplo de cubanía y fidelidad a la causa de la patria. Me honra su amistad. Hace varios años conocí a Luis Crespo (no confundirlo con el ya fallecido antiguo residente de California del mismo nombre). Dondequiera que se mencione ese nombre se respira dignidad y oposición a la tiranía. Luis es un soldado de Cuba, pero no un soldado cualquiera. Como el General Maceo (24 heridas), como el General neozelandés Freyberg, defensor de Creta en la Segunda Guerra (32 heridas), a este este cubano combatiente no lo arredra su mutilación. Se diría que ella lo hace más combativo y temible a los tiranos de Cuba. Rectifico, Luis Crespo no es un simple soldado. Es un caudillo y como tal, continúa en la lucha sin pedir o dar cuartel. Otro hermano de luchas. Durante este último viaje a Florida finalmente conocí en persona a una leyenda con quien ya me comunicaba durante años por medios epistolares y electrónicos. Intercambiando ideas con Luis Posada Carriles es fácil entender porqué los tiranos lo odian y temen tanto. Capaz para el humor y la ironía, Posada se revela como un combatiente de recursos mentales agudos y habilidades poco comunes. Es también un artista consumado. Los óleos y acrílicos de Posada demuestran talento intrínseco, totalmente ajeno a su fama de guerrero. Le deseo la mejor suerte al viejo soldado, teóricamente aún asediado por el Departamento de “Justicia” de George Bush. No es posible terminar este homenaje a mis hermanos del exilio de Florida sin mencionar a todos aquellos que en ese estado han sabido pelear con éxito en otros frentes y usando otras armas más sofisticadas y efectivas. Entre esos entrañables amigos, el abogado Miguel Uría, veterano de Bahía de Cochinos y Editor de la Revista electrónica Guracabuya, el antiguo “inquilino” de La Cabaña Tito Rodríguez Oltmans, quien dirige el programa de Radio Mambí “Puntos de Vista”, el periodista y autor Roberto Solera de “Cuba en el Mundo” de la Red y el Dr. Alberto Bustamante, Editor de la revista “Herencia Cubana”. Todos esos esfuerzos mantienen vigente y con eficiencia la lucha por la libertad de nuestra patria. Finalmente, aprecio la extraordinaria efectividad con la que algunos hombres de acción, en el más excelso sentido de la palabra, se han transmutado en verdaderos intelectuales para continuar la lucha en otro plano más sofisticado. Tal es el caso del Profesor Antonio R. de la Cova. Mi amigo Tony de la Cova acaba de publicar una monumental reseña histórica del ataque a los cuarteles de Santiago de Cuba y Bayamo por el futuro Tirano Fidel Castro el 26 de julio de 1953. “The Moncada Attack, Birth of the Cuban Revolution”. Esta documentada obra histórica destruye decenas de mitos que tanto ayudaran al establecimiento del estado totalitario que hemos sufrido en Cuba por casi medio siglo. Tuve el privilegio de asistir a la impresionante presentación que hizo de la Cova de esa obra en inglés, en la librería Books & Books y en castellano en la Casa Bacardí de la Universidad de Miami. En esa última oportunidad tuve la gran suerte de encontrarme con Enrique Fortún, otro hermano de Cuba libre que no veía desde los años del bachillerato. Gracias hermanos. Gracias por Cuba.
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