¿QUE DICE LA CARTILLA?

por Hugo J. Byrne


A mediados del año pasado, cuando las noticias mundiales nos informaban sobre los avances que forzados por el encarecimiento de las fuentes energéticas de uso cotidiano, experimentaban el etanol y otros combustibles no derivados del petróleo, el régimen de La Habana anunció una nueva preocupación por la semi desaparecida industria azucarera. El etanol puede obtenerse de la caña de azúcar y el Brasil presidido por Da Silva (Lula), el mayor productor de azúcar de caña en el mundo de hoy, recientemente anunció que cesaría totalmente su importación de crudo.

La zafra, nos informó “Granma” antes de que los problemas de salud de Fifo cambiaran el tenor de la propaganda castrista en el 2006, será considerablemente mayor para el año 2007. La del 2006 había alcanzado el notorio record de haber sido una de las más pobres de la historia desde que Cuba declarara oficialmente su independencia de España en 1902. Ese record duró lo que el consabido dulce en la puerta de la escuela: ahora nos informan las compungidas fuentes oficiales de Castrolandia que la cosecha del 2007 ha sido aún peor.

Esta tradicional industria mayor de Cuba que con los altibajos de su producto en el mercado mundial pautaba el índice del bienestar económico nacional desde antes de inaugurarse la república, ha sido por consiguiente la brújula de su historia desde finales del siglo XVIII. Incluso la victoria militar en la guerra de 1895, de acuerdo al consenso histórico, se debió al éxito de los independentistas paralizando la economía colonial de la Isla mediante la destrucción concienzuda y sistemática de esa industria. Sobre este tema escribí un trabajo mayor, que fuera traducido al inglés y publicado en noviembre del 2006 por la excelente revista “Herencia Cubana”, con el título de “Those 92 Days”.

Sin embargo, las desastrosas noticias económicas que nos llegan de Cuba, no se ciñen a ese renglón, notorio juguete en las aventuras irresponsables de un Tirano omnipotente. Quizá la anémica industria azucarera sea el ejemplo mayor del huracán de destrucción material a que el socialismo condenara a Cuba, pero nó el único.

Al principio el abono y cultivo de caña, junto al mantenimiento de los ingenios fue desdeñado. Se preparaba el advenimiento de una “nueva y maravillosa era de industrialización”, en la que jugaría lugar prominente la “industria pesada”. A estos efectos el Tirano confió por breve tiempo el planeamiento económico de Cuba a Ernesto Guevara, en la esperanza de que fuera tan eficiente como demostró serlo ajusticiando a miles de oponentes en la Fortaleza de la Cabaña. El maloliente Guevara sabía tanto de economía, mercados y comercio como yo de cirugía cerebral (nadie me contó que apestaba, sufrí su hedor en persona en el llamado “Ministerio de Industrias”).

Junto al principal renglón de nuestra economía por consiguiente también se desdeñó la incipiente real diversificación industrial y económica de Cuba, en pleno desarrollo durante los últimos quince años antes de 1959, la que se mantuviera a toda máquina a pesar del desbarajuste político y social creado por el infortunado golpe militar de Batista en marzo de 1952 y de la que un servidor de los amables lectores fuera impresionado testigo durante las diversas actividades de celebración del “Día del Arquitecto Cubano” en 1956.

La anarquía económica en que el imperio castrista sumió a Cuba, se hizo más evidente en la industria azucarera que en ningún otro renglón. Su destino fue determinado por los volubles estados de ánimo de Fifo, quien después de ignorar olímpicamente su predicamento durante años y en la mejor tradición de los señores feudales, lanzara a toda la población en el orate proyecto de una zafra de 10 millones de toneladas en 1970. El desastre consiguiente, aunque algo aliviado con masiva ayuda soviética, en muchos aspectos aún se hace sentir después de treinta y siete años.

Caído el muro de Berlín y con la Unión Soviética pasando por merecidísima agonía y subsiguiente colapso, Castro decidió de nuevo que el azúcar de caña no era buena: ¿Qué beneficio nos podría aportar sembrar caña cuando su precio anda por el suelo?, preguntó retóricamente en junio del 2002. Al año siguiente, uno de sus gangsters designado “Zar” azucarero, el General Ulises Rosales del Toro, ordenó el cierre de 70 ingenios, eliminando así la mitad de la capacidad de moler caña en Cuba. Al mismo tiempo, este último asignaba 2.47 millones de acres antes dedicados a crecer caña, a la producción de vegetales y frutos menores para el consumo nacional o a “reforestación”. ¿En qué quedamos, “hay o nó país sin azúcar”?

Cuando el resultado bochornoso de la zafra del 2007 se hizo público hace algunos días, se dio a conocer que el 66% de la caña cortada no había podido procesarse. El régimen reconoció que la crisis de la zafra “lejos de disminuir o aliviarse, se incrementó, con énfasis en las cinco provincias orientales, decisivas en el plan nacional” . De 54 centrales en funciones, sólo 17 cumplimentaron la producción planeada.

¿Ha mejorado algo en Cuba, ahora que se desintegró la industria que en uno de sus muchos y sucesivos cambios de opinión el propio Fifo denunciara como la “desgracia nacional”? De acuerdo a la muy reciente información oficial de La Habana, la cosecha de papas es un completo desastre. Cuba, país eminentemente agrícola que ya importa de acuerdo a las cifras oficiales de La Habana el 85% de los alimentos que consume, ahora se acaba de convertir, si creemos a las mismas fuentes oficiales, en nación importadora de azúcar. La vergonzosa admisión fue explicada por “la necesidad de cumplimentar los compromisos comerciales” del régimen. Por último (“éramos pocos y parió abuelita”), el cacareado turismo también entró en crisis.

El envejecimiento promedio de la sociedad cubana, la disminución neta de la población por casi 50,000 habitantes desde el 2005, debido a la caída en la tasa de nacimientos y a la crítica falta de habitación, la disminución en la estatura promedio del cubano y el desmoronamiento inmobiliario y con él gran parte del patrimonio cultural de Cuba por una casi absoluta ausencia de mantenimiento, son todos hechos reales admitidos oficialmente por Castrolandia. ¿Serán acaso todos producto del “bloqueo” norteamericano? ¿O serán quizás las irremisibles consecuencias del socialismo del siglo antepasado? Pienso que esos muchos ignorantes de la izquierda latinoamericana deben repasar su cartilla marxista. Quizás necesite revisión. ¿Plan B?



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