EL PELIGRO MAS INSIDIOSO

por Hugo J. Byrne


“El mejor médico es la enfermedad que por sí sola nos
puede forzar a cuidarnos, cuando llega el momento de
escoger entre curación y muerte”.

Marcel Proust


No cabe duda que durante los últimos diez años hemos contemplado una verdadera epidemia de espionaje castrista en Estados Unidos. La malévola lista es casi interminable si tenemos en cuenta los “diplomáticos” de La Habana que han sido expulsados del territorio norteamericano y aquellos que han sido restringidos en su radio de actividades dentro de él. Incluso los que han sido convictos por espionaje a un confinamiento que fluctúa entre cadena perpetua y libertad condicional, conforman ya una muy extensa lista.

El caso más dramático y mejor conocido del público es el protagonizado por un espía llamado Juan Pablo Roque, quien fingiéndose desertor de la Fuerza Aérea de Castro infiltrara la organización humanitaria Hermanos al Rescate para obtener el plan de vuelo de dos avionetas destruídas en el aire por la Fuerza Aérea castrista. En su duplicidad Roque llegó a los extremos de contraer matrimonio con una cubana desterrada y escribir un libro que fuera publicado y distribuído por la Fundación Nacional Cubano-Americana.

El crimen tuvo lugar sobre aguas internacionales y a la vista de la tripulación y pasajeros de un crucero turístico. Roque regresó a La Habana con dicho plan de vuelo horas antes de que ambos aviones fueran derribados. Dos, de un grupo de cinco espías convictos de varias acusaciones de espionaje, sirven condena vitalicia por complicidad en ese asesinato premeditado que cobrara las vidas de cuatro pilotos, tres de los cuales eran ciudadanos de este país.

Aunque sin la menor duda el caso de la espía Ana Belén Montes es el más significativo publicado hasta la fecha, algunos analistas afirman que probablemente la investigación que culminara en su captura expuso otras pistas aún más sensitivas, las que continúan siendo exploradas por la contrainteligencia de Washington. Quizás sea ese el motivo nunca explicado de su sentencia negociada de sólo 25 años de prisión, por una falta que para un funcionario de su alta categoría fácilmente abría acarreado pena capital o prisión perpetua. Sin embargo, los obstáculos obstruccionando dicha investigación tienen tantas implicaciones políticas, que podrían ser infranqueables. Entre los espías de Castrolandia en altas posiciones en el gobierno federal que han sido convictos de serlo y quienes han cumplido penas de prisión en Estados Unidos, se cuenta el ex-funcionario del Departamento de Inmigración, Mariano Faget.

El más reciente espía castrista convicto y sentenciado no es un empleado del gobierno, sino un profesor universitario y pretenso exiliado de Cuba llamado Carlos Alvarez, condenado a cinco años. Su esposa fue sentenciada a tres por complicidad. Ambos espías pertenecen a un círculo intelectual con importantes relaciones a la prensa del sur de la Florida, tema al que regresaré en un momento.

El daño que los servicios de Montes al castrismo causara a los intereses de Estados Unidos y Cuba libre, pueden clasificarse en dos categorías. La primera es, por supuesto, la información clasificada que Montes pasara directamente a la Habana, la que fuera casi simultáneamente compartida con otros poderosos enemigos de los intereses norteamericanos. De acuerdo al reciente libro “True Believer”, escrito por el oficial de contraespionaje Scott W. Carmichael del Defense Intelligence Agency (el mismo organismo al que pertenecía Montes), María Belén fue arrestada el 21 de septiembre del 2001, un día antes de que debía enterarse de los planes de Washington en Afganistán. El Sargento de las Fuerzas Especiales (“Green Berets”) Gregory A. Fronius fue muerto durante una incursión de las fuerzas comunistas en El Salvador el 31 de marzo de 1987, al campamento llamado “El Paraíso”. Ese ataque fue cuidadosamente preparado y efectuado con precisión por los terroristas del “Frente de Liberación Farabundo Martí”, pocas semanas depués de que Montes lo visitara.

El otro y con toda seguridad más dañino perjuicio fue la evaluación que hacía Montes cotidianamente de las capacidades ofensivas de Castro. Debemos tener en cuenta que Montes era la más importante analista para Castrolandia en el “Defense Intelligence Agency”. Recuérdese que fue su reporte el usado por las administraciones de Clinton y Bush (hasta el mismo día de su arresto) al planear la política de Washington en relación a Cuba. Para quien sepa de cerca cuán deliberada y lentamente funciona la burocracia de Washington, no existen dudas de que todavía esos reportes amañados encuentran uso.

Todo lo anteriormente descrito debe ser apreciado por los lectores a la luz del secreto a voces sobre las capacidades ofensivas castristas en el terreno biológico y químico. Detalles de las panoplias venenosas castristas han sido expuestos por varios expertos desterrados como el Dr. Manuel Cereijo y vehementemente negados por la tiranía, con la cooperación de sus corifeos y desacreditados compañeros de viaje, como el notorio hazmereír internacional y ex-Presidente norteamericano Jimmy Carter. Pero la posesión de armas biológicas por el castrismo es también sostenida por quienes le enseñaron la tecnología, como el antiguo administrador de esas armas para la desaparecida Unión Soviética, Dr. Ken Alibek, o incluso hasta por quienes ayer las vigilaran como pretorianos del castrismo, como el Dr. Roberto Ortega Morales, ex-Coronel a cargo de los Servicios Médicos del Ejército Castrista entre 1984 y 1994. Esos dos peligros son dramatizados por la coyuntura histórica venidera, cuando la muerte de Fifo podría desatar acontecimientos impredecibles.

La obvia cooperación entre la desinformación castrista y los medios de difusión en Estados Unidos es un elemento desestabilizador que no puede ni debe ser ignorado por todo ciudadano responsable. De poco sirven las evidencias materiales o circunstanciales sobre el peligro castrista si estas son ignoradas, deformadas o suprimidas por la llamada “main stream media”, cosa que ocurre con sospechosa frecuencia. Ejemplo notable de esa cooperación es la secuencia de acontecimientos desde el histerismo verbal en Buenos Aires del Tirano Castro contra el periodista desterrado Juan Manuel Cao, el eco de esa acusación de mercenario a Cao por parte del colaborador del Nuevo Herald Oscar Corral, las acusaciones de mercenarios en contra de todos los periodistas que contribuyeran a Radio y Televisión Martí en “La Mesa Redonda” de La Habana, seguida por el vergonzoso escándalo de los despidos del “Herald”.

“Homeland Security” debía mirar con su ojo más crítico esa sospechosa secuencia, como también las admirables relaciones que parecen existir entre ese órgano de prensa y más de un personajillo en el predio que preside Modesto Maidique en el Florida International University. A diferencia de perseguir, hostigar y encarcelar a cubanos patriotas como Santiago Alvarez y Luis Posada Carriles, esa actividad podría resultar en logros reales para la seguridad nacional.

Nadie dude que seré acervamente criticado por la sugerencia. A más de “enemigo de la libertad de prensa” seré acusado de “cazar brujas” o quizás otras cosas peores. Aunque parafraseando a quien me precediera en el propósito, las brujas son fantasía y los espías reales. Además, ya me acostumbré y, como bien saben mis amables lectores, me importa un comino.



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