NO PIERDAN SU TIEMPO Por Hugo J. Byrne Quienes escribimos no estamos inmunizados a la crítica o a las sugerencias. Sin embargo, eso creen quienes carecen de una noción correcta de lo que implica escribir para consumo del público. Muy especialmente cuando esa actividad semanal es sólo una parte de la vida diaria del individuo que se decide a opinar públicamente. La vida de quien escribe de manera honorífica para los medios de comunicación (a diferencia del escritor profesional quien se ve forzado a establecer ciertas prioridades con su tiempo), está afectada por el tiempo empleado en muchísimas otras actividades comunes como las relacionadas a la supervivencia, a la familia y a la sociedad en la que se vive. Además, la obtención y el análisis del material usado en columnas como esta, también toma tiempo. Por otra parte, las funciones sociales en que forzosamente incurre todo aquel que opina para el público, se multiplican como resultado de esa actividad, cuando se les compara a las de la persona promedio. Desde que me jubilara en 1998 he encontrado tiempo suficiente apenas para escribir una columna semanal. Un servidor de los lectores se esfuerza en contestar al menos parte de la nutrida correspondencia electrónica que recibe, que es de centenares de mensajes semanales. Implícito está el hecho de que es imprescindible seleccionar (discriminar si se quiere) pues es físicamente imposible contestar toda esa correspondencia. Para aquellos que me honran con sus análisis laudatorios y no han recibido respuesta en más de dos semanas (el 98%), reciban colectivamente mi reconocimiento por este medio. Aquellos que se sientan con ánimo de diferir o debatir lo que escribo debían hacerlo a través de algún medio de difusión y lo debían hacer sólo en el caso de que puedieran aportar algunos elementos de juicio en apoyo a su criterio. El “e-mail” no es medio adecuado para debate. Para responder propiamente tendría que mencionar nombres en público, lo que no sería ético sin previa aprobación. Parece que mi última columna rasgó una cuerda sensible. Un lector (quien representa el 2% en desacuerdo) discrepa conmigo en que los cubanoamericanos de filiación republicana estén haciendo el ridículo en relación a nuestra lucha contra la tiranía. En su respetuoso pero desarticulado mensaje, ese lector, quien decidió mantener su identidad en el plano privado, cubre una serie de temas que están relacionados con nuestra lucha sólo en la perisferia. La guerra contra los militantes islámicos, Alqaeda, Irak y Afganistán son temas en nada relacionados a mi última columna. No cabe duda que si la guerra contra el terrorismo se tomara en serio Castrolandia tendría que ser un objetivo primordial. No es un misterio que mucho antes de que Bin Laden se convirtiera en un “household name”, Castro amenazó muy seriamente a esta nación con el holocausto termonuclear. En realidad un ataque terrorista, opacando el del 11 de septiembre del 2001, hubiera tenido lugar de no haber sido que a los aliados soviéticos del Tirano se les aflojaron las piernas en medio de la crisis de octubre del 1962. Pero aún olvidando lo sucedido hace cuarenta y cinco años, Castrolandia es hoy un elemento vital en la desestabilización de los intereses de Estados Unidos en el Hemisferio. Quien lo dude debe preguntarle al cliente de Castrolandia Hugo Chávez Frías, quien ha jurado (“por la madre de Fifo”) eterna hostilidad al capitalismo. El propio Tirano rompió lanzas con los terroristas islámicos y sus financiadores de Teherán hace muy pocos años. En esa oportunidad “Fifo” prometió en la capital iraní (de acuerdo a la agencia de noticias antinorteamericana France Press) que Irán y Castrolandia de la mano enterrarían “al Imperio”, declaración de la que el Profesor y “experto en asuntos cubanos” Wayne Smith, aún jura (“por la madre de Mahmud Ahmadinejad”) que es incierta. A pesar de todo eso, encumbrados voceros del Departamento de Estado han manifestado su deseo de lograr mejores relaciones con el régimen de Chávez (quien controla el 17% del crudo que importa U.S.) y su antiguo jefe Colin Powell en declaraciones bien conocidas de todos, expresó que “Fifo” había hecho “algunas cosas positivas para el pueblo cubano”. La última vez que verifiqué todos ellos eran o son personal de confianza en la administración del presidente republicano George W. Bush. Pero hay mucho más y muchísimo peor. El Procurador General del presente gobierno ha declarado “open season” en todo cubano exiliado que se decida a actuar como tal. En esta traición de magnitud histórica sólo rivalizada por algunos actos del gobierno demócrata de Lyndon B. Johnson, todo aquel que siquiera en potencia pueda decidirse a tomar acciones bélicas en contra de Castrolandia está en la mira de Mr. González. Les afirmo a los amables lectores que conozco perfectamente el tema. No es necesario repetir los nombres de las víctimas guardando insólita e injusta prisión, quienes son harto conocidas. En este contexto la repugnante Janet Reno, testaferro de Clinton, aparece como un obsoleto mal menor. Sin problema alguno puedo acomodar a todo aquel que esté interesado en un sólido debate. Debatir no es simplemente discrepar, sino avanzar las razones objetivas por las que se discrepa. No se trata de tan sólo afirmar que se está en desacuerdo, sino explicar por qué. Quienes carezcan de argumentos no pueden debatir. Las razones y las ideas informan el criterio, nó a la inversa. Los que posean criterio debatirán conmigo. El resto que no pierda su tiempo.
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