LAS LECCIONES DE LA HISTORIA Por Hugo J. Byrne
"Cuando salía del hotel esta mañana, el portero Ahora que tantos se dedican todavía a dilucidar cuánto tiempo de vida le queda al tirano, es conveniente observar cómo sus actos nos indican perfectamente, una vez más, con qué clase de pillo nos enfrentamos. En un video reciente lo vimos vivo, de pie y caminando. Poco le importaba a su ego, aún más enfermo que su cuerpo, que en ese video luciera como un ridículo espantajo. No le preocupaba en lo más mínimo que apareciera como la pantomima de un Groucho Marx en pantuflas, imitando los proverbiales movimientos mecánicos del monstruo de Frankestein. Su aspecto famélico y dilapidado y su caminar rígido, puede que fueran contraproducentes a sus intereses de poder. Aunque así fuera, nada de eso le importaba. Su objetivo era sólo uno y otras consideraciones eran para él totalmente secundarias. El único propósito de ese vídeo era poner en ridículo a todos aquellos medios de difusión en general y a los muchos exiliados cubanos en particular, quienes ya daban por asegurado que Fifo había muerto, o que estaba “boqueando” en un estado de coma irreversible. La única coma que sufre Castro es la irónica “coma” con que lo bautizara Roberto Luque Escalona; “El Coma-Andante”. ¿Quién puede negar que una vez más, Fifo se salió con la suya? ¿Quién puede negar que se ha dado el gusto de ponerle a muchos un larguísimo rabo? Poco importa que mañana, o la semana próxima, el maligno viejo hediondo reviente de verdad. Como en el caso de la fábula del pastor mentiroso, cuando sea cierto, muchos demorarán en creerlo. ¿Dejaremos por fin de preocuparnos con tales pamplinas? ¿Es que no tenemos a nuestro alcance temas más sólidos qué comentar? ¿No es suficientemente bochornoso que este bastardo se dé el gusto de morir en su cama, aún disfrutando del poder político absoluto en Cuba, nación que siempre ha odiado? Durante su régimen Fifo ha usado cotidianamente el tema de su salud para burlarse de seguidores y oponentes. La estafa de desaparecer de la escena por algún tiempo para después dramáticamente reaparecer ridiculizando a los agoreros, es antediluviana por parte de dictadores totalitarios, pero ninguno la ha usado con tanta frecuencia como Fifo, quien la practica con éxito desde la década de los setenta. Esta vez no era sobre si estaba enfermo o nó. La seriedad de su dolencia, su estado de gravedad, no pueden ya ocultarse. Toda la discusión era si aún vivía, o si estaba conectado o nó a dispositivos que extienden la existencia humana por medios artificiales. Si tenemos interés en analizar las implicaciones de la demostración vital de Fifo a la luz de las lecciones de la historia, podemos arribar a una inescapable conclusión. Para un humilde servidor de los amables lectores, lo que se aprecia es lo siguiente: En primer lugar, aunque agonizante, Fifo es quien todavía detenta el poder real en Cuba. Nadie Más. Quienes lo rodean, por la naturaleza de su poder omnímodo completos segundones, temen a su muerte tanto como él. En el criterio de un servidor, es él y sólo él quien decidiera grabar y dar publicidad a ese video. Se demuestra una vez más que son el pueblo cubano y el exilio llamado “histórico” a quienes Fifo considera sus verdaderos enemigos y los únicos que teme puedan obstaculizar en el futuro o eventualmente destruir a sus herederos totalitarios. Todos los tontos rumores de su muerte o “coma”, infortunadamente vinieron de ese mismo exilio. El gobierno de Estados Unidos (a quien Castro pretensamente achaca la principal hostilidad hacia su régimen), a través de sus organismos de inteligencia, simplemente se hizo eco de que el Tirano está enfermo de muerte, hecho que el video no sólo no niega, sino que virtualmente confirma. Quienes hablaron de una muerte oculta del público o de una vida vegetativa mantenida artificialmente, son quienes merecidamente han perdido credibilidad como consecuencia del video. Este último muestra un Fifo muy depauperado y vacilante, pero aún vivo. Un Fifo caminando peor que un robot, pero desgraciadamente todavía capaz de balbucear algunas frases medianamente coherentes, en las que todavía derrama su veneno. Es obvio que la muerte lo ronda, pero ¿cuánto tiempo exactamente durará? No lo sé, pues adivinar no es obligación del exilio ni hábito práctico. Algún día aprenderemos a no caer en esas trampas.
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