Al exilio cubano y a la opinión pública: por Hugo J. Byrne Hace muchísimos años que el diario miamense “El Nuevo Herald” refleja un gran encono hacia el exilio cubano, al igual que muchos otros medios masivos de comunicación en Norteamérica. Sin embargo, el disimulado “racismo suave” hacia los cubanos anticastristas, no es tan disimulado en El Nuevo Herald, quien lo hereda de su progenitor mediático, el Miami Herald. Ese desprecio racista campea soberano tanto en la articulación de las opiniones editoriales del “Herald”, como en la de muchos de sus columnistas políticos. La antipatía se ha manifestado siniestramente de muchas formas, siendo la más mezquina y artera hacer eco a la propaganda que emana de La Habana, usando una secuencia sospechosamente coreográfica. Algunos voceros del exilio ya conectan filosóficamente al diario floridano con el libelo “Granma”. De acuerdo a las evidencias, esa es una conclusión justa. No relacionar el despido de varios columnistas que cubrían el tema cubano objetivamente, con las muy recientes acusaciones de un notorio cónclave televisado de Castrolandia, sería absurdo. La secuencia constituye en sí misma una evidencia abrumadora: Los periodistas habían sido acusados por La Habana de ser pagados por su trabajo en los organismos publicitarios federales de Radio y TV Martí sólo unos días antes. Aparentemente ese es el mismo argumento absurdo utilizado por el “Herald” para justificar el despido de los columnistas. De acuerdo a los voceros del “Herald”, para estos ex empleados de ese periódico, cobrar por trabajo periodístico en una dependencia federal, viola el “Código de Etica” del rotativo. Por ley, el gobierno de los Estados Unidos no puede aceptar trabajo “voluntario” (léase esclavo), como lo hace el régimen de Cuba. Se ve obligado a pagar. Todos los empleados fijos o colaboradores temporales de Radio y TV Martí son remunerados. No es concebible que quienes dirigen el Herald desconozcan las leyes norteamericanas que se aplican a remuneración en comunicaciones mediáticas. Tampoco es creíble que desconocieran el trabajo que prestaron sus columnistas para estas emisoras federales: Mienten y su mentira es obvia. Aquellos que dedican tiempo, trabajo intelectual, fluído eléctrico y tinta por el amor a Cuba, no son muchos y, por regla general, como en el caso de este servidor de los amables lectores, cuentan con otros modestos ingresos que son suficientes para subsistir. El trabajo honesto y diligente debe ser remunerado, no tanto en la medida del esfuerzo, como en la de los resultados prácticos de esa labor. Ese es el código de ética de los hombres libres y honrados. Pero ese no es el caso en el llamado “Código de Etica” de El Nuevo Herald, el que ¡sorpresa!, parece legítimo retoño de la notoria “moral socialista”. Obviamente la dirección del Herald sabía de la labor de esos periodistas para estas dependencias federales desde hacía mucho tiempo. Que decidieran ahora corear las acusaciones de La Habana con esos falsos, injustos, infundados e hipócritas pruritos de “conflito de intereses” para justificar las cesantías, es sencillamente despreciable. A menos que el conflicto de intereses que aducen sea el que siempre ha existido entre los cubanos decentes y los intereses del régimen castrista, a los que este deleznable panfleto se ha erigido en defensor. ¿Creía acaso el Director del Herald que los periodistas que colaboraron con Radio y TV Martí lo estaban haciendo por amor al arte? ¿Creía acaso que esas dependencias federales habían decidido hecer con ellos una excepción de las leyes vigentes? Por suspuesto que no. La diferencia entre la honradez y la infamia ha sido en este caso proverbial, de tan evidente. A pesar de ello, este cronista envió un mensaje a ese rotativo, el cual, por supuesto, no fue publicado ni contestado. Démosle por fin donde les duela, retirando todos los avisos, anuncios comerciales y subscripciones a este repulsivo papel. El exilio cubano si se lo propone seriamente, puede hacer que estos gacetilleros ramplones pierdan su negocio: ¡Manos a la obra! Agrego copia del mensaje elctrónico que envié al Nuevo Herald. En Estados Unidos de Norteamérica toda entidad comercial debe tener el derecho de despedir a un empleado cuando este ha violado un real código de ética profesional. Pero lo que ha ocurrido en el caso del Herald es que un código de ética periodística estableciendo que un periodista no pueda ser pagado por ejercer el periodismo, carece en lo absoluto de ética. El hecho de que estos periodistas aceptaran ser pagados por el Gobierno Federal, no debe entrañar la menor diferencia. ¿Fueron sus opiniones distintas en sus colaboraciones con Radio o TV Martí de las expresadas en sus respectivas columnas del Herald? A través de la historia del Herald, ¿jamás ninguno de sus colaboradores o columnistas ha recibido pagos de otras empresas por colaboraciones cortas o entrevistas? En un país libre no debe haber la menor diferencia si ese derecho a trabajar y ser compensado se ejerce trabajando para PBS, NBC, L.A. Times, Radio Martí o cualquiera otra entidad periodística sin importar quienes sean sus patrocinadores. Sinceramente creo que el Herald está caminando sobre un campo minado y que en este mismo momento los periodistas despedidos deben estar siendo acosados por una legión de prominentes abogados para litigios civiles.
Hugo J. Byrne
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