NO MAS DOLARES PARA EL BURDEL Por Hugo J. Byrne Se ha dicho que el hombre es el “único animal que tropieza más de una vez con la misma piedra”. Eso es una premisa y como tal, no necesita demostración. El resto de los animales actúa por instinto, pues adolece de nuestro nivel de inteligencia. Por eso responde con un más o menos consistente grado de eficacia ante ciertos estímulos, como el hambre, el miedo, etc. Cuando un individuo es mentalmente limitado y por lo tanto ignorante (o viceversa), está más expuesto a ciertas adversidades que muchos animales superiores. Aún peor es el hecho incuestionable de que sus limitaciones afectan negativamente a sus semejantes. Multiplique el amable lector a ese mal educado sujeto a quien me refiero, por centenares, miles, cientos de miles, millones y miles de millones y averigurá el cociente intelectual de la humanidad. ¿Cuántas son las personas que utilizan lo que impropiamente llamamos “sentido común” para solucionar los problemas que confrontan a diario? El gran peligro es que esos problemas que desafían sus limitadas capacidades, son muy a menudo compartidos con el resto de la sociedad en la que viven. Vivir en sociedad requiere responsabilidad, diligencia y criterio. Quien carezca de la responsabilidad necesaria para diligentemente informarse y en consecuencia establecer un criterio práctico, no está apto para vivir con otros. En casos extremos estos individuos terminan en prisión, o en hospitales para incapacitados. Empero, la mayoría de quienes son más o menos ignorantes por vagos e irresponsables, circulan libremente entre nosotros. Muchos de ellos votan. Recordemos aquello de que “no están todos los que son”. En Estados Unidos había un programa político educativo cuando yo llegué a estas tierras que aspiraba a separar a esta nación del organismo internacional procolectivista y antinorteamericano llamado “Naciones Unidas”, cuyo más importante patrocinador era y todavía es… Estados Unidos. Eran los tiempos en que las izquierdas populistas norteamericanas todavía no estaban tan universalmente desacreditadas entre la gente pensante como hoy. Ese programa fue injustamente vilipendiado por el Presidente Johnson, quien con gran frecuencia mencionaba su nombre en el contexto de una frase condenatoria del “extremismo”, que incluía justificadamente al “Ku Klux Klan”. Contrariamente a esa calumnia, nadie pudo evidenciar jamás que la John Birch Society fuera otra cosa que una organización anticomunista de caracter educativo, que actuaba dentro de los estrictos límites legales establecidos por la primera enmienda de la Constitución. Sus acusaciones contra Naciones Unidas, lejos de ser infundadas o extremas, estaban respaldadas por evidencias abrumadoras. Sin embargo, las acusaciones lanzadas contra la J. B. S., totalmente carentes de evidencia, de tan incesantemente repetidas por los medios de difusión, no sólo fueron aceptadas por una mayoría de la ciudadanía, sino que a la postre redundaron en descrédito de su programa educativo y en la eventual declinación de su membresía e influencia. ¿Existe alguien que desee ser identificado como “extremista”? ¿Conoce el amable lector alguna persona que quiera pertenecer a una agrupación que remotamente pueda mencionarse en un mismo contexto con el K.K.K.? La ignorancia de ese tema es tan increíblemente universal, que incluso el popular comentarista de Fox News, Bill O’ Reilly, personaje de quien debería esperarse un discurso más sofisticado y serio, enlazó recientemente ambos grupos en el mismo contexto. Por su parte la llamada “Organización de Naciones Unidas”, cuya nefasta historia la ubica sólidamente en un escenario moralmente corrupto y políticamente antiamericano, aún mantiene su sede en el país cuyas instituciones liberales siempre ha tratado de subvertir y el que financia en una gran medida su ridículamente inflado presupuesto. Ningún observador imparcial puede a estas alturas esperar una reforma real en las tradicionalmente corruptas operaciones de la O.N.U. El Embajador norteamericano John Bolton, hombre de gran capacidad y coraje, podría ser usado en actividades mucho más prácticas que denunciar periódicamente los manejos de Kofi Anam y compañía. “Naciones Unidas”, entre otras actividades aún más delictivas y peligrosas, como espionaje y subversión, ha extendido impunidad diplomática al hampa internacional, incluyendo a bandidos sangrientos como Arafat, Sadam y Castro y hasta confesos antropófagos como Idi Amín y Bokassa. Si alguien duda estos extremos es simplemente porque no ha tenido la diligencia y responsabilidad necesarias para educarse en lo que ocurre en su derredor. Si un supremo insulto fuera necesario para que Washington se desvinculara definitivamente del grotesco organismo, este le fue entregado en bandeja de plata la semana pasada. El flamante “Concilio de Derechos Humanos”, que substituyó a la desacreditada Comisión de Ginebra, donde los matones de “Fifo” y sus clientes se despachaban con impunidad, ha escogido su membresía: De nuevo Castrolandia, ese estado criminal y totalitario comandado por el mismo viejo asesino, parásito y degenerado por los últimos 47 años, durante los que ha sido violador consuetudinario de las más elementales garantías civiles, ha sido electo como miembro por el voto de 135 “embajadores” al patético cónclave. Hay una gran diferencia entre el inocente e ignorante marido traicionado y el desvergonzado consentidor. Si Washington después de la burla de estos “diplomáticos” de opereta, quienes en su mayoría sólo representan dictaduras opresoras y explotadoras de sus respectivos pueblos, continúa patrocinando ese notorio burdel “diplomático” con el patrimonio de los contribuyentes, no hay mucha esperanza futura para la tierra de los libres.
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