TRADICION NEFASTA Por Hugo J. Byrne Desde la Segunda Guerra Mundial Estados Unidos ha mantenido una política exterior consistente y que se define así: Abandonar a sus aliados más fieles y extender una rama de olivo a sus enemigos más encarnizados. No amigo lector, ni me he vuelto loco ni ataco a la nación que me brindara refugio y que ha respetado (hasta hoy) mi libertad y dignidad como individuo: Simplemente reconozco el inapelable veredicto histórico. Sin jamás dividir lealtades, he cumplido a cabalidad mis deberes hacia Estados Unidos. No sólo serví voluntaria y honorablemente en las fuerzas armadas cuando muchísimos nativos huían de ese deber como pollos descabezados (incluyendo a un perjuro quien fuera después electo presidente de la nación por dos períodos), sino que dediqué los años de mayor capacidad productiva a laborar con honestidad y éxito en esta sociedad a la que amo y admiro. Tengo hijos, nietos y biznietos nacidos en esta nación. Parafraseando el "Himno del desterrado" de Heredia, aprecio "las bellezas del físico mundo" , pero combatiré hasta mi último aliento "los horrores del mundo moral". Hace cuarenta años un amigo veterano de la campaña de Italia y ex oficial de la Policía Militar del Ejército norteamericano me contó con el semblante ensombrecido cómo su unidad había participado en la repatriación forzosa de soldados polacos que habían luchado heroicamente en el frente italiano. No pocos de esos infelices cometieron suicidio colectivo antes que ser devueltos a la tiranía soviética. Esa redada de exiliados por unidades militares de Estados Unidos se hizo para satisfacer las demandas de Stalin. Fue ordenada por el Jefe del Estado Mayor norteamericano General George C. Marshall, quien más tarde condicionara el respaldo norteamericano para los nacionalistas chinos, a la formación de un "gobierno de coalición" con los comunistas de Mao. Quien implementara las órdenes del futuro Secretario de Estado, fue el futuro Presidente republicano y "conservador", entonces jefe de las fuerzas norteamericanas en Europa, General Dwight D. Eisenhower. Irónicamente fue la invasión de Polonia por Hitler y Stalin el acto que desatara la Segunda Guerra Mundial. El "conservador" Eisenhower abandonó a los rebeldes húngaros de 1956, después que "La Voz de América" exhortara abiertamente al trágico levantamiento de Budapest. Simultáneamente y en complicidad con la Unión Soviética, el Ejecutivo norteamericano ponía una zancadilla en el Canal de Suez a Francia y al Reino Unido, quienes eran entonces aliados confiables de los Estados Unidos. Su sucesor Kennedy, aprobó el desembarco de cubanos exiliados en Bahía de Cochinos, para después, cobarde y arbitrariamente, reducir la magnitud de la operación, especialmente en el aire. Esta ignominia histórica causante del fracaso, es descrita en detalles por el Capitán retirado Grayston L. Lynch, en su libro "Decision for Disaster". Veterano de la Segunda Guerra (Normandía, Las Ardenas), Corea (Heartbreack Ridge) y Laos, Lynch ostenta tres Corazones de Púrpura, tres Estrellas de Plata y una de Bronce. Al tanto de las interioridades de la operación, Lynch fue el primer hombre que desembarcara en Bahía de Cochinos, entablando contacto bélico con el enemigo comunista, acción heroica por la que recibiera la condecoración más alta que otorga la Agencia Central de Inteligencia. ¿No recuerda el amable lector la persecución implacable al exilio cubano activo durante la administración de Johnson? "Comandos L", sufrió decenas de miles de dólares en confiscaciones arbitrarias de embarcaciones y armas, reminiscente de la triste experiencia martiana de "Fernandina". Los patriotas cubanos fueron procesados y algunos sufrieron prisión injusta por pretender para Cuba los derechos que disfrutamos aquí. Si no es traición a Estados Unidos, a sus casi sesenta mil soldados muertos y a sus aliados vietnamitas, laoenses y camboyanos, el repulsivo proceso de Washington en Indochina desde Kennedy hasta Ford, ¿cómo puede honestamente definirse? Recordemos que la primerísima acción tomada por el Presidente Reagan en relación a Cuba, fue enviar al General Vernon Walters a La Habana como embajador especial para tratar de hacer las paces con Castro. Se reunieron por seis horas y (por supuesto) gracias al Tirano, no hubo acuerdo posible. Mantengamos esta realidad histórica en perspectiva al apreciar por qué la victoria sobre el Imperio Malvado no incluyó a nuestra patria. El Departamento de Justicia en la presente administración, utiliza selectivamente las leyes vigentes de Estados Unidos para perseguir a los cubanos exiliados que luchan con las armas contra el régimen castrista (o quienes lo hicieran en el pasado). Luis Posada Carriles, quien aún guarda prisión (excediendo el límite de tiempo que establece la ley), ha sido confinado a ella en virtud de ingresarar ilegalmente a Estados Unidos. Posada nunca ha representado un peligro para Norteamérica, extremo ampliamente conocido de Bush y del juez prevaricador que afirmara lo contrario. Posada defendió este país con riesgo de su vida, sirviéndolo honorablemente como oficial en su ejército. Por contraste, cientos de miles de extranjeros entre los cuales podrían haber quienes representen una amenaza a nuestra seguridad, han desfilado recientemente por las calles nortemericanas, haciendo grotesco alarde de cometer el mismo delito, sin ser molestados por el Servicio de Inmigración y Naturalización (I. N. S.). Habiendo sido beneficiarios de la llamada "lotería migratoria" en virtud de la componenda entre Castro y Clinton (que cínicamente Bush mantiene), más de cien cubanos encuentran dificultades para ingresar al país, aunque el amable lector se asombre, por ser considerados como auxiliares de "terroristas". Los llamados "terroristas" son, de acuerdo a como aplica Bush su ley, los viejos patriotas guerrilleros del Escambray, que en la década del sesenta mantuvieran en jaque al tirano por casi cinco años. Termino esta columna con una promesa solemne a la presente administración norteamericana y al Congreso de la Unión: Los cubanoamericanos siempre hemos participado en el debate cívico como ciudadanos responsables. Lo debe saber bien el Presidente Bush, quien obtuvo casi el 70% de nuestro voto en Florida en el año 2000, para ganar ese estado (y por ende la elección presidencial) por menos de 600 votos. Lo saben los senadores Mel Martínez (R), Robert Menéndez (D) y los congresistas republicanos Ileana Ros-Lehtinen, Lincoln Díaz-Balart y Mario Díaz-Balart, todos a quienes estoy enviando este trabajo. Este cronista no contribuirá a la campaña del 2006 y se abstendrá de votar en la misma, a menos que cese totalmente la injusta y traicionera persecución de patriotas cubanos. Ejemplo que suplico sigan mis amables lectores de Florida, New Jersey, New Orleans, California y el resto de Estados Unidos, sumándose a esta demanda cívica con igual decisión y energía. Los cubanoamericanos somos hombres y mujeres libres, nó rebaño ignorante que pueda arrastrase del narigón.
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