INDEPENDENCIA

Por Hugo J. Byrne


Estados Unidos de Norteamérica es sin la menor duda la nación más poderosa del planeta en la actualidad. Creo que esta afirmación es compartida por casi todo el mundo enterado, e incluso amargamente admitida por los más encarnizados enemigos de este país y su sistema de vida. Sin embargo, ¿es Estados Unidos una nación independiente? Una respuesta adecuada a esta pregunta no es fácil. En principio la respuesta debe ser afirmativa, pero con importantes reservas.

Si el amable lector se graduó de bachiller en Cuba antes del castrismo y tiene buena memoria, quizás recuerde el capítulo llamado “Interdependencia económica” en el libro de texto de Economía Política (su autor era el Profesor José Nodarse y si la memoria no me traiciona, se estudiaba en el cuarto año). En ese capítulo se hacía referencia a un estereotipo imaginario al que se llamaba genéricamente como “el burgués de París”. Este individuo se placía en pensar que Francia era un país autosuficiente, mientras vestía un traje hecho en el Reino Unido, calzaba zapatos italianos, manejaba un automóbil alemán en cuyo radio oía música rusa, comía tasajo importado de Urugüay, fumaba tabacos cubanos y llevaba la familia al cine a ver una película filmada en Hollywood.

Esa interdependencia económica que ha existido realmente desde los inicios de la revolución industrial, se ha hecho mucho más evidente en nuestros tiempos con el advenimiento del llamado globalismo. El globalismo no es otra cosa que un proceso comercial inevitable de implantación definitiva de la interdependencia económica. Ese proceso es denunciado rabiosamente por los totalitarios “populistas” como una novel conspiración del capitalismo para explotar más facilmente al infeliz proletariado. En realidad el globalismo es exactamente lo contrario; el heraldo del desarrollo y de la bonanza económica más universal por responder a los mecanismos del libre comercio.

Sin embargo, es necesario reconocer que para Estados Unidos depender en ciertos renglones básicos de productos controlados por regímenes autoritarios con una agenda mesiánica irracional y antagonística por naturaleza a la libertad individual (como la importación de crudo de Venezuela), es extremadamente peligroso. Aunque ya he cubierto ese tema en otras ocasiones, deseo regresar a él en virtud de la información invaluable que nos brinda un brillante artículo del número de abril de este año de la revista “Legion”, órgano oficial de la asociación de veteranos llamada “American Legion”.

Su autor, Milton Copulos, fue Director de Estudios Energéticos de la “Heritage Foundation” y sirvió por doce años como miembro del “National Petroleum Council”. Copulos es en la actualidad Presidente del “National Defense Council Foundation”. Este experto en un asunto tan primordial como la energía, define en su trabajo un programa de desarrollo de recursos naturales capaz de independizar energéticamente a Estados Unidos en el término de un cuarto de siglo. Recordemos que Estados Unidos era autosuficiente en energía en los años cincuenta, cuando incluso era el primer exportador de petróleo del mundo. Copulos afirma con razones irrefutables que esta nación fácilmente puede y debe reconquistar esa saludable posición.

El experto energético empieza y termina su trabajo con una referencia a la necesidad de una voluntad nacional para una independencia energética por la que un servidor de los lectores clamaba en un ensayo anterior. Acto seguido, pone en completo ridículo la fábula infame de la escasez de energía en Norteamérica. Para ello Copulos utiliza las estadísticas del “U.S. Geological Survey” De acuerdo a ese organismo las reservas naturales de petróleo de Estados Unidos son casi 175,000 millones de barriles.

La cifra anterior incluye 22,000 millones de barriles de petróleo que ya ha sido descubierto y que podría empezar a extraerse en la acualidad. A este tesoro petrolero tenemos que agregar más de 1,400 trillones de pies cúbicos de gas natural y una reserva de 496,000 millones de toneladas de carbón (más del 27% de las reservas totales del mundo). Copulos llama a Estados Unidos con absoluta justicia, La “Arabia Saudita” del carbón. Las reservas norteamericanas de uranio son nada menos que unos 4,850 millones de libras.

Como puede observarse madre natura ha dotado a Estados Unidos con una envidiable superioridad minera, energética y combustible sobre la inmensa mayoría de las naciones del orbe. En reservas de petróleo, sólo el área que comprende Arabia Saudita, Irak, Irán Kuwait, los Emiratos, más el territorio asiático de Rusia, supera las reservas norteamericanas, sumando un gran total de 270,000 millones de barriles.

Dado cuanto se describe en los párrafos anteriores, ¿por qué la presente dependencia energética norteamericana? Tal como con tantos otros problemas confrontando este país, la respuesta a esa pregunta reside en la ruinosa expansión de las prerrogativas del estado. Detrás de cada compra petrolera nortemericana en el exterior, ya sea en el Medio Oriente, Venezuela o México, se encuentra un universo histórico de barreras artificiales para los inversionistas de la energía, como son entre otras, las tasas incosteables e injustas, las regulaciones innecesarias y las prohibiciones arbitrarias. Barreras artificiales no sólo impuestas por políticos demagogos en Washington, sino también por los gobiernos de los estados y de las comunidades locales.

Nadie compra un objeto a un precio mayor del que puede obtenerlo en otra parte accesible y las muy vilipendiadas compañías de productos derivados del petróleo no son la excepción de esa regla razonable de libre cambio. El muy encomiable plan que detalla Milton Copulos será sólo realizable cuando una comunidad informada demande de los políticos que el gobierno deje en paz a la industria energética. La eliminación del Departamento de Energía, quinta rueda del carro burocrático de Washington, sería un básico primer paso. Cuando eso suceda, Estados Unidos empezará por fin a ser una nación verdaderamente independiente. De lo contrario, seguiremos patrocinando a tarugos retardados y soeces como Chávez, quien ayuda a mantener la tiranía castrista con nuestros dólares y por consecuencia, a aprendices musulmanes de “führer”, como el enano barbudo de Teherán, quien nos amenaza diariamente con el exterminio atómico.



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