"EDITANDO" LA HISTORIA

Por Hugo J. Byrne


No existe manera más eficiente de negar un hecho real que simplemente ignorarlo, o al menos disimularlo y aunque en el nuevo universo de la "informática" esa engañifa cada día se vuelve más difícil de cometer, no cabe la menor duda que aún se practica con un denuedo digno de mejor causa. En este trabajo voy a exponer cómo se oculta, desfigura y edita la historia reciente para avanzar la agenda particular de reporteros y escritores faltos de ética; y a tratar de sugerir los mecanismos necesarios para protegernos de tal insidia. Se trata de procedimientos simples, que están totalmente al alcance de todo aquel que esté interesado en encarar la verdad, aún en medio de un ambiente rebosante de falsedad y disimulo.

La primera medida para obtener una información adecuada es una actitud de escepticismo ante la noticia o el comentario. Recordemos el viejo refrán que afirma que "el papel lo aguanta todo". Verificar, amable lector, es la palabra de orden. Como ejemplo podemos comparar el preámbulo del más reciente libro de Bernard Goldberg "100 who are screwing up America", con el reportaje de Lewis M. Simons sobre el genocidio en el siglo XX, publicado en la edición de enero del 2006 del National Geographic Magazine.

En el preámbulo de su obra Goldberg francamente admite que su lista de malhechores domésticos haciendo labor de zapa contra Estados Unidos es enteramente suya y por lo tanto subjetiva: Adiciones y deducciones afirma honestamente "Bernie", podría hacerlas cualquier otro comentarista del diario acontecer, si tiene un criterio distinto. Goldberg incluso concede que se podría preparar una lista de cien enemigos domésticos de Estados Unidos, totalmente diferente. La honestidad periodística que demuestra el antiguo subordinado de Dan Rather en CBS es inmaculada.

Por su parte el trabajo de Simons aparenta contar con el aval "científico apolítico y objetivo" que una publicación especializada como National Geographic Magazine podría reclamar, si no estuviéramos en conocimiento del verdadero "score". Algunas estadísticas iniciales parecen validar el ensayo: La China de Mao es quien se lleva la palma histórica de asesinato en masa, y así lo indica el artículo de Simons. El segundo lugar, por supuesto pertenece al camarada Stalin, quien deja muy a la zaga al extensamente publicitado Hitler y sus Nazis, los que Simons admite apenas alcanzan el tercer lugar en genocidio del siglo XX, a pesar de cuanto hemos "aprendido" del "Hitler Channel", ¡ooops!, perdón, del "History Channel". ¿Suficiente objetividad histórica? ¿uh? ¡Despacio, amigos lectores! ¡Cuidado!

Ya mi amigo el conocido ambientalista cubano exiliado Carlos Wotzkow se ha ocupado en ocasiones anteriores, desde su remota Suiza, de la disección profunda de trabajos publicados en National Geographic Magazine, cuando la "información" diseminada por los mismos reñía fieramente con la realidad. En el caso presente, Mr. Simons demuestra tanto en su texto como en la gráfica que acompaña el artículo, dos increíbles omisiones, las que dado el pretenso rigor estadístico del mismo, sólo pueden significar un acto deliberado.

Indudablemente Simons aporta estadísticas de crímenes en masa muy detalladas y en una verificable secuencia histórica para el pasado siglo XX. Es por eso que al suprimir lo evidente su trabajo se hace eminentemente sospechoso de interés oculto y deshonesta parcialidad. La gráfica que fuera proporcionada por una tal Barbara Harff del "Strassler Familiy Center for Holocaust and Genocide Studies de la Universidad de Clark" incluye desde China (con 30 millones de asesinados) hasta Birmania (con 5,000). Entre esos dos extremos nos encontramos con el "Chile de Pinochet" con 10,000 (los más extremos opositores del senil ex dictador, nunca han podido citar nombres de presuntas víctimas desaparecidas durante su régimen en cifra mayor a 3,300) y otros genocidas menores como Argentina (20,000), Zair (14,000), o Yugoslavia (10,000). Apuesto a que el amable lector ya sospecha a quienes Mr. Simons omitió.

¿Constituyen o nó genocidio las decenas de miles de muertos, víctimas de la subversión narco-marxista en Colombia, durante más de cuatro décadas? ¿Se puede honestamente omitir al pueblo colombiano cuando se escribe sobre genocidio en el siglo XX? ¿Sabe Mr. Simons cuántos cubanos se han ahogado en el Estrecho de La Florida? ¿Sabe cuántos han perecido frente a escuadras de fusilamiento? ¿Sabe cuántos han caído en combate desigual contra la represión castrista, cuántos han perecido víctimas de torturas y maltratos por un régimen carcelario oprobioso que siempre ha rechazado todo tipo de inspección internacional? Es imposible que Simons lo ignore.

¿Quién puede seriamente considerar casual la omisión del holocausto cubano? ¿Es acaso honesto escribir un trabajo sobre las masacres ocurridas durante el siglo veinte y ni siquiera mencionar ligeramente la perpetradas por la tiranía más longeva de esa pasada centuria? ¿Cómo es posible describir las pérdidas humanas de Guatemala (200,000) o las de Angola (600,000), o El Salvador (60,000), sin hacer la menor referencia a las fuerzas foráneas del Hitler del Caribe, que tanto y tan sañudamente contribuyeran a infligirlas?¿Dónde estaba escondido Mr. Simons cuando el expresidente salvadoreño Francisco Flores echara en cara del sorprendido tirano Castro sus crímenes contra el pueblo de El Salvador, durante una reunión de jefes de estado del Hemisferio hace pocos años? ¿Cómo puede considerarse serio inflar obviamente el número de desaparecidos de la era de Pinochet de 3,300 a 10,000, mientras se silencia el martirio de decenas de miles de cubanos durante una represión brutal de más de 40 años en el siglo XX, la que incluso continúa sin abatirse en el siglo XXI?

Otras técnicas elementales contra la desinformación histórica como la que claramente intenta Simons en National Geographic, son el ejercicio de la memoria y la visita cotidiana a fuentes reales de información que por supuesto incluyen cualquier enciclopedia decente, la biblioteca pública y sobre todo la "Red". Buscando información en la "Red" este cronista recomienda "Google" al amable lector, siempre rodeando la pregunta entre comillas (""). Manténgase alejados de MSN o AOL, so pena de embaucarse con el mismo veneno mendaz y "políticamente correcto" de charlatanes como Mr. Simons.

Por mi parte trato de mantenerme informado y en la medida de mis posibilidades, pasar esa información a los lectores. A esos efectos he tenido el privilegio de contactar a dos notables cubanos exiliados entre aquellos que se han dedicado al estudio objetivo del genocidio reciente en este Hemisferio: El Profesor de Sociología de la Universidad de Miami y antiguo paracaidista de la Brigada 2506, Juan Clark y el Economista e investigador histórico Armando M. Lago.

Clark se encuentra en las fases finales de la versión inglesa de su monumental obra "Cuba; Mito y Realidad", que espera publicar para el 2006. Mesurado y muy conservador en sus estimados, el profesor Clark nos informa que de acuerdo a estadísticas migratorias del año 1974, hasta esa fecha 16,523 cubanos habían llegado por mar a Estados Unidos desde 1959, usando diversas vías clandestinas de transporte. De acuerdo a sus estimados, solamente uno de cada tres "balseros" alcanzaba hasta ese año las costas norteamericanas. Los otros dos tercios, o bien eran capturados por la represión castrista, o se veían forzados a regresar, o perecían en el Estrecho de Florida o el Golfo de México, tanto víctimas de los elementos, como ametrallados por las patrulleras o los aviones castristas.

Por su parte Armando M. Lago, quien también prepara un libro para el 2006; "Cuba: The Human Cost of Social Revolution", nos pone en conocimiento de ciertos horripilantes detalles estadísticos sobre el genocidio marxista en Colombia. Lago cita un extenso artículo científico del Profesor de Sociología de la Universidad de Illinois, Mauricio Solaún, publicado en el 2002, en el que se expone que los muertos colombianos como resultado de la guerrilla y los atentados terroristas del marxismo promedian 3,500 al año. Si multiplicamos esa espantosa cifra por los años transcurridos desde la erupción de violencia en 1948 en Bogotá, nos encontramos que Colombia, ¡que no mereciera una simple mención en el mamotreto de Mr. Simons!, alcanza la horripilante cifra de aproximadamente 200.000 muertos en la segunda mitad del siglo XX.

En cuanto a Cuba, la información que nos brinda Lago es sobrecogedora: 5,640 fusilados, 1,203 asesinados públicamente y 198 desaparecidos, todos víctimas de la represión castrista durante casi 47 años de poder político totalitario. El total de 7,041, no incluye los muertos del presidio político, que son 155 asesinados, 200 que sucumbieron por falta de atención médica, 278 víctimas de suicidio, 258 muertos en la UMAP (Unidades Militares de Ayuda a la Producción) por diversas causas y 1,314 muertos "accidentalemente" mientras cumplían penas de prisión por delitos políticos. Los masacrados en prisión hasta nuestros días totalizan 2,199.

Estas cifras, por supuesto, no incluyen los que han muerto en combate regular, que totalizan 86 en Bahía de Cochinos, 53 de los grupos de infiltración y, por lo menos 1,150 durante la insurrección de más de cinco años en las montañas del Escambray. Tampoco los muertos entre los soldados que Castro enviara como "carne de cañón", no sólo al Escambray, sino al Africa, Centro y Suramérica o el Medio Oriente, promoviendo tiranías que en muchos casos (Como en Etiopía y Nicaragua) mordieran el polvo hace rato. Los muertos "internacionalistas" que perecieran sólo para hacerle un pedestal a Castro suman 13,400.

Son víctimas del castristmo muchos de los 860,000 que menciona Simons para Angola, Guatemala y El Salvador juntos, mientras deshonestamente suprime referencia alguna al verdadero genocida. Empero, la gran masacre silente del castrismo yace bajo las aguas del Estrecho de La Florida y El Golfo de México, las que de acuerdo a los cálculos de Lago superan ya la cifra de 77,800.

De acuerdo a Lago el gran total de víctimas cubanas del holocausto castrista excede ya 101,700, incluyendo los que han perecido en el "Estrecho de La Muerte". Cuántas vidas extranjeras han destruido los "cipayos" de Castro en los cuatro puntos cardinales, es imposible determinar con exactitud matemática. Lo que sabemos con precisión es que se cuentan por las decenas de miles.

Estas son sólo algunas de las imprescindibles verdades de nuestra trágica historia, pues como escribiera Martí en su artículo sobre Eduardo Zamacois en el periódico de New York "The Sun", el 30 de octubre de 1881: "Para ser fuerte hay que comprometerse con la verdad. Al principio puede perderse alguna batalla, pero se ha de ganar la decisiva".


FIN



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