NO A CUBA, SI A CASTRO

Por Hugo J. Byrne


“Estados Unidos tiene todas las razones del mundo para estar… avergonzado de sus relaciones históricas con Cuba. Utilizar una retórica adecuada contra el régimen de Castro y estimular una transición… a la democracia, ni siquiera empieza a borrar la gran mancha en nuestro carácter nacional creada por la complicidad norteamericana con Castro para mantener a Cuba en cadenas”.

David L. Rosenthal (Wall Street Journal, diciembre 10, 2005)


En días pasados un popular panelista de Fox News afirmó que Los Angeles Times parecía haber moderado sus estridencias izquierdistas. El mencionado director de uno de los “talk shows” de mayor teleaudiencia en Estados Unidos expresó esa opinión sobre el influyente rotativo angelino, con el cual esa personalidad de TV ha tenido más de un encontronazo reciente.

La corporación dueña de L.A. Times (la misma que posee el “Chicago Tribune”), parece haber tomado medidas para atajar un dramático descenso de circulación y pérdida de anunciantes relacionado al extremo “liberalismo” editorial del rotativo. Esas medidas incluyeron la cesantía del director de la Página Editorial.

La pérdida de suscriptores, patrocinadores y anunciantes, que ya he cubierto en una columna anterior, la comparte el Times con casi todo el resto de la prensa “liberal” de Estados Unidos. Entre las razones importantes de la declinación de esa prensa escrita y de los noticieros de las cadenas televisadas, está el advenimiento de una más fresca percepción del acontecer diario a través del Cable y la Red. Nadie disputa que el izquierdismo agresivo que se manifesta no sólo en la página editorial, sino en otras secciones y en un emplanamiento tendencioso, ha perjudicado al Times y en mi humilde criterio es justo que así sea. Quizás estemos presenciando un esfuerzo genuíno de L.A. Times para proyectar una imagen imparcial. Sin embargo, ciertos hábitos fuertes resisten el cambio. La novel objetividad de L. A. Times tiene límites y los cubanos estamos (¡sorpresa!) al margen de ellos.

Para demostrar ese aserto fuera de toda duda podemos analizar objetivamente un artículo firmado por un colaborador del Times, quien se nos presenta como nacido en Cuba, ingeniero civil, empleado público y residente de Denver. Respondiendo al nombre de Guillermo Vidal, el colaborador del Times nos dice que es nativo de Camagüey, que salió de Cuba cuando niño a través del programa Peter Pan y que vivió en un orfelinato de Pueblo, Colorado, hasta reunirse con sus padres en 1964. Su trabajo fue publicado en la sección “California” el pasado viernes 2 de diciembre con el engañoso título de “No a Castro, sí a Cuba” . En el artículo, Vidal pide exactamente lo inverso.

Para Vidal la mayoría del pueblo cubano “respalda a Castro en su diferendo con Washington”, pues fue eso lo que “presenció en el 2001”, durante su primera visita a la Isla en 40 años. En esa oportunidad Vidal percibió que los cubanos ven en Castro “el símbolo viviente de un indomable espíritu nacional que rehusa doblegarse a un gobierno foráneo”. Vidal reconoce que el sistema castrista ha sido “un fracaso abismal” (no en longevidad), pero agrega que la mayoría en Cuba culpa a Norteamérica y al embargo comercial por sus dificultades financieras.

En otras palabras, la fachada que el ensayista del Times observara en Cuba en el 2001 no reflejaba en su criterio una percepción correcta de la realidad observada por el autor durante su breve visita, sino la incapacidad de los cubanos de llegar a la misma conclusión después de 42 años de contínuo “fracaso abismal”. ¿Entiende Vidal la naturaleza de un régimen totalitario o cree acaso que los cubanos en la Isla son mentalmente deficientes? ¿Cómo y por qué habrían de cambiar las circunstancias a través de un intercambio de embajadores con los E.U. y otro intercambio comercial de acuerdo a los términos de “Fifo”?

¿Cómo podría beneficiarse Estados Unidos de un cambalache en el que el presunto socio demanda crédito sin garantías, mientras reniega oficialmente desde 1986 una deuda externa ya cercana a veinte billones? ¿No se ha enterado este “exiliado” (o el Times, que lo publica) que muchos de los famosos inversionistas europeos en Castrolandia hace ya bastante tiempo “cortaron pérdidas” y están hoy en completa desbandada? No conozco al señor Vidal y mis pesquisas sobre este nebuloso individuo no han dado resultado alguno. Sin embargo, no necesito escarbar mucho para concluir que, o bien no es muy sofisticado, o responde a los intereses del enemigo. Esto último sería tanto en el caso de que hiciera eso por razones ideológicas como mercenarias. De otra manera su ensayo no aparecería en el Times.

Sería interesante que el autor de tan sesudo trabajo averiguara cómo podría cambiar esta triste situación el acercamiento de Washington hacia un régimen comparado el pasado 11 de diciembre con el de los nazis y el Ku Klux Klan por el Jefe de la Sección de Intereses de Estados Unidos en Cuba. Si de repente se resolvieran todas las diferencias entre ese régimen y Estados Unidos, con las que siempre se esconde el verdadero conflicto, serio y real, entre Castro y el pueblo cubano, el sufrimiento nacional, ¿permanecería o nó intacto?

El mensaje en el ensayo de Vidal es, por supuesto, que la política exterior norteamericana hacia el estado castrista es errónea porque está basada en “el rencor que los cubanos sentimos hacia el castrismo”. La realidad es, por el contrario, que esa política fracasa porque pretende ignorar la verdadera naturaleza del régimen y de su mentor. Es esa naturaleza la que crea el rencor de los cubanos, como lo es la convicción de que Washigton, con la dudosa excepción de una semana en octubre de 1962, para todo efecto práctico ha garantizado la existencia de ese régimen durante 47 años fatídicos.



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