LA INMIGRACIÓN ILEGAL

Por Hugo J. Byrne

Este es un tema supuestamente tabú en la prensa de habla hispana de Estados Unidos y entre los políticos de la misma etnia, en virtud de la prevaleciente actitud cobarde de ambas entidades. Aborde Vd. ese tema peliagudo y será automáticamente acusado de racismo entre otros vicios. Ese absurdo rige la mayoría de los medios de comunicación de Norteamérica y la política doméstica en ambos partidos. La notoria acusación de “anti inmigrante” es usada también cotidianamente por quienes odian a Estados Unidos y las libertades que son identificadas con esta nación.

En mi caso sería ridículo preocuparme, pues no existe cayo que no haya pisado previamente con gran gozo y en consecuencia, ya he sido acusado de cosas peores. Por otra parte, nunca me he considerado inmigrante. Las razones que me forzaran a salir del suelo nativo, eran y son de orden político. Eso me confiere la condición de exiliado, desterrado, refugiado político si se quiere, pero nunca inmigrante. No es un secreto que opté por la ciudadanía norteamericana, de lo que ni me arrepiento ni me avergüenzo. Por el contrario, esta es la noble cuna de mis hijos, nietos y biznietos. También se hizo ciudadano norteamericano Gonzalo de Quesada, revolucionario independentista cubano, íntimo y confidente de Martí, quien más tarde fuera el primer embajador de Cuba en Washington.

Siempre he mirado a todos los inmigrantes con simpatía. Incluso desde joven en mi nativa Cuba, país que sufriera y aún sufre las graves consecuencias de una política migratoria absurda de tan liberal durante los primeros veinte años de República. Los inmigrantes siempre fueron objeto de mi admiración. En esto creo haber coincidido con la mayoría de mis compatriotas.

¿Quién en la Cuba de antes no miraba con simpatía y conmiseración a los inmigrantes chinos, muchos de ellos ilegales, en su dedicado empeño por hacerse de una vida mejor en nuestra isla, a fuerza de trabajo noble? ¿No era acaso el típico “sobrín gallego”, aún ejercitando absurdas y abusivas ventajas laborales sobre el nativo hasta 1934 (ventajas que balanceábamos con mordaces burlas), objeto individual de nuestra condescendiente simpatía colectiva? ¿Quién no recuerda la laboriosidad de los haitianos y jamaicanos?

Se dice que el verdadero cristiano ama al pecador en la misma medida que aborrece el pecado. Otro tanto se aplica a quienes como un servidor, admiran al emigrante (incluso aquel que viola la ley para tratar de vivir en esta tierra de libertad), pero denuncia la tolerancia suicida e hipócrita de quienes promueven “fronteras abiertas”. No existe país sobre la tierra capaz de absorber un influjo de inmigración ilegal como la que sufre Estados Unidos hoy. Influjo que ya asume caracteres de invasión.

Estadísticas sobre inmigración ilegal a través de las fronteras y costas norteamericanas no son abundantes ni precisas, pues quienes supuestamente vigilan esas fronteras y costas son los únicos que podrían proporcionarlas. ¿Qué ser humano desea evidenciar la magnitud de su fracaso? La población de inmigrantes ilegales en Estados Unidos se calcula conservadoramente en unos veinte millones, o sea, el 8 % del total de la población norteamericana. Su número exacto es imposible de determinar. Sin embargo se sabe que más de 450,000 extranjeros son rechachazados anualmente en su intento de ingresar al país por los regulares puertos de entrada.

La inmigración ilegal organizada por un “network” delictivo, no procura el ingreso ilegal de extranjeros a Estados Unidos a través de puertos regulares. ¿Para qué, si Canadá tiene casi 5000 millas de fronteras con Estados Unidos y México más de 1900? Las costas de Estados Unidos, sumando las del Atlántico, el Pacífico y el Golfo de México cubren más de 95,000 millas. En consecuencia, las costas y fronteras de Estados Unidos totalizan casi 102,000 millas.

Amigo lector, para vigilar esa abrumadora extensión de territorio Estados Unidos cuenta con una minúscula Guardia Costera (Que controla el Departamento de Comercio) y una Patrulla Fronteriza de menos de 29,000 efectivos. Este número, por supuesto, cubre a los directores y personal técnico, así como burócratas, investigadores, mensajeros, etc. Supongamos optimísticamente que una cuarta parte de esa fuerza esté situada en las costas y fronteras. Aún si absurdamente esperáramos que cada individuo de los que emplea el Departamento de “Home Security” para vigilarlas esté situado contínuamente en ellas, ¡la proporción sería de un patrullero por cada diez millas y media!

Eso indica, sin la menor sombra de duda, que Washington está ignorando por completo el problema agudísimo de la inmigración clandestina, la que está haciendo crisis precisamente cuando estamos enfrascados, NOS GUSTE O NO, en una guerra sin cuartel contra el terrorismo. Guerra en la que está en la balanza nuestra supervivencia como sociedad civilizada y libre. El peligro que tal coincidencia implica no puede exagerarse.

¿Por qué ignorar una situación tan peligrosa como caótica? Algunos indican que la necesidad de mano de obra barata es la respuesta. Otros afirman que un eventual incremento neto en la masa votante beneficiaría a la agenda política de la izquierda. Desgraciadamente, ambos reclamos son ciertos.



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