LAS INUTILES TROCHAS Por Hugo J. Byrne "Carga que desconcierta al jefe y al soldado,
bala de Remington, tajo de Collins, que laceran el viento;
¡huracán desatado, cascos que queman el campo de Mal Tiempo!" La "blitz" alemana del verano de 1940 aplastó a los aliados en sólo seis semanas, forzando la capitulación de Francia y la trágica y humillante evacuación de los británicos en Dunquerque. Hitler ejerció su dictado totalitario sobre el Continente Europeo (con la criminal complicidad de los soviéticos), desde ese momento hasta el inicio de la "Operación Barbarroja" al año siguiente. En el occidente de Europa Continental ese dominio se mantuvo absoluto, hasta que los desembarcos aliados en Italia y Francia cambiaran definitivamente el rumbo de la guerra en el teatro de operaciones europeo. La incapacidad de la Línea "Maginot" para detener la ofensiva nazi motivó que muchos analistas concluyeran que la era de las defensas permanentes había concluído y que "en lo sucesivo" la guerra de movimiento reinaría soberana en todos los conflictos armados. Incluso la tendencia a las defensas estáticas fue dada en llamarse "mentalidad Maginot". La guerra de trincheras de 1914 a 1918 fue también un fracaso militar de gran magnitud tanto para los francobritánicos como para el Imperio Alemán. Su única característica indiscutible fue la de prolongar ese conflicto y haber ocasionado la muerte de millones de soldados, víctimas de artillería pesada y guerra química. Esta correcta conclusión se produjo con medio siglo de retraso. La inferioridad de la trinchera ante una ofensiva rápida (aunque esté protegida por silos de hormigón reforzado), concentrada en un sector y bien coordinada, se demostró concluyentemente en Cuba durante la campaña de Gómez, Maceo y Banderas en 1895. La llamada "Invasión", ofensiva insurrecta con el objetivo de destruir la industria azucarera colonial que se concentraba en el centro y occidente de Cuba, probó este punto fuera de toda duda. La casi imposibilidad de detener el sabotaje mambí a las plantaciones de caña había sido evidente incluso desde la guerra del 68. Un corresponsal norteamericano había reportado en una ocasión que "un sólo insurrecto puede quemar un campo de caña y cuatro mil soldados españoles no pueden impedirlo". Arsenio Martínez Campos, Capitán General y Gobernador al final de la campaña, en su deseo de impedir que la guerra se extendiera con efectividad a las provincias de mayor producción agrícola, concibió una supertrinchera que le cerrara el paso al agresivo General insurrecto Máximo Gómez. Martínez Campos, soldado competente y mejor político, había enfrentado directamente el talento militar poco común del viejo soldado dominicano durante la llamada campaña de "Las Guásimas", en la que por lo menos en una ocasión, se salvara por un pelo de caer prisionero de Gómez. La supertrichera del General Martínez Campos se extendería desde el pueblo de Júcaro en la costa sur de Cuba, atravesando cincuenta kilómetros de maleza hasta llegar a Morón y finalizar en la Bahía de Buenavista en la costa norte. Cuando William Harding Davis corresponsal de los periódicos Hearst visitara esa "trocha" en 1897 durante la Guerra de Independencia, la describió como "una zona baldía de 200 yardas de ancho, con los árboles y la maleza que habían sido talados para construirla apilados a ambos lados de forma paralela, formando dos barreras de raíces troncos y ramas tan anchos como la calle Broadway de New York y más altos que la cabeza de un hombre". Esta muralla física se veía complementada por fortines artillados cada 500 yardas y garitas cada cien pies. A la "Trocha " de Camagüey un periodista español la bautizó como la "segunda Muralla China". No fue la "Trocha" entre Júcaro y la costa norte, lo que motivara la derrota de los insurrectos en 1878, sino pugnas y diferencias personales entre los jefes cubanos y absurdos regionalismos de una tropa que no concebía pelear a gran distancia de su familia y terruño local. Pero la llamada "paz" del Zanjón, como la protesta de Maceo en Mangos de Baraguá vaticinara, era sólo una tregua. Después de algunos intentos fallidos durante los años 80, la rebelión independentista cubana resurgió de nuevo en febrero de 1895. Saliendo del simbólico lugar de la protesta de Maceo y coordinando sus fuerzas en tres columnas, El General Gómez atravesó "la segunda Muralla China" con la facilidad con que un cuchillo afilado corta mantequilla. Tres meses más tarde, Maceo, quien había hecho cundir el pánico en La Habana fingiendo preparación de ataque, tomaba Mantua en el extremo occidental de la Isla. Cumpliendo el terrible juramento de Gómez; "¡bendita sea la tea!", el paso de la caballería insurrecta se podía determinar por los miles de columnas de humo negro representando otros tantos campos de caña calcinados. Defendiendo los centros urbanos con una estática "mentalidad Maginot", tanto Martínez Campos como su sucesor, el cruel Valeriano Weyler, fracasaron en pacificar el campo. La "Reconcentración" con su evidente secuela genocida, tuvo un efecto negativo para la insurrección, aunque ni remotamente suficiente como para sofocarla. Incluso la segunda "Trocha", que Weyler edificara en el oeste entre el puerto norteño de Mariel y el poblado de Majana en el sur, fracasó en su objetivo de aislar a Maceo en la Provincia de Pinar del Río. Cuando este nuevo obstáculo (más eficiente que el de Camagüey por ser más corto), dificultara el regreso del Lugarteniente General a La Habana, el caudillo oriental la flanqueó sin problemas por el mar. Los insurrectos contaban con un arma infinitamente superior a las ineficaces "Trochas" españolas: La malaria. En 1897 España perdió 5000 soldados muertos en combate contra la insurrección y 32,000 víctimas del "Yellow Jack". Las "Trochas" requerían una dotación considerable que drenaba grandemente los más de 200,000 efectivos coloniales en Cuba. Eran soldados que no podían confrontar a la insurrección, a menos que la insurrección viniera a ellos. Ese extremo fue enfatizado por el General Gómez (a quien no en balde Martínez Campos llamara una vez "viejo zorro" en su correspondencia personal), cuando señalando hacia Oriente y a la "Trocha" dijo: "Allí tengo prisioneros a más de diez mil soldados españoles".
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