CALUMNIA, QUE ALGO QUEDA”

Por Hugo J. Byrne

El más antiguo y cobarde instrumento de la maldad es la calumnia. Tiene un poder extraordinario y el residuo de sus devastadores efectos resiste que su insidia sea enérgica y conclusivamente refutada. La calumnia y sus consecuencias son el tema central de la obra clásica “Otelo” de William Shakespeare. La calumnia es el arma favorita de los traidores; la sempiterna agresión rastrera y furtiva de quienes son incapaces de enfrentar a sus enemigos de frente y sin temor a las consecuencias.

Hace muchos años presencié el espectáculo desdichado de la confrontación entre un profesor universitario y mi desaparecido amigo, el entonces Presidente de la Asociación de Alumnos de La Escuela de Arquitectura de la Universidad de La Habana y la Federación Estudiantil Universitaria, José A. Echeverría. El profesor había calumniado al futuro mártir del 13 de marzo de 1957, expresándose de él en público de forma injuriosa y ofensiva. Al confrontarlo Echeverría, el profesor (Jefe de su Cátedra), tuvo una reacción curiosa, aunque no inesperada.

En vez de retractar su infame acusación, el profesor declaró que no podía responder de ella ante Echeverría, ni física ni honorablemente; “porque Vd. es un hombre joven y yo un anciano”. ¿Puede concebirse mayor cobardía? Aunque la diferencia física entre ambos individuos no era tan notable para describirla como la que distingue a un joven de un anciano, el argumento era sólo académico. Cualesquiera fueran las diferencias físicas, ellas existían a priori. El profesor sabía a quien calumniaba y lo hacía con la evidente y cobarde intención de protegerse de las consecuencias en virtud de posición y edad. El mismo principio se aplica a la infame campaña de descrédito que, como eco de la tiranía castrista, ha lanzado la prensa norteamericana “liberal” contra el guerrero cubano Luis Posada Carriles. En esta deleznable actividad, evocadora de la campaña innoble para entregar un balserito huérfano a Castro, lleva la voz cantante esa fosa séptica del periodismo del este de Estados Unidos llamada “New York Times”.

¿Es que podría esperarse una conducta diferente de quienes han sido desde 1957 los más dedicados defensores de Castro en Estados Unidos? ¿Es que es posible otra actitud por parte de quienes, por seguir una agenda política en plena bancarrota, asumen y defienden desvergonzadamente intereses que objetivamente son antinorteamericanos? Aunque no me convencen los argumentos de culpabilidad por asociación, usados con frecuencia por aquellos que carecen de argumentos reales, no creo sea coincidencia que el “Times” y el libelo musulmán “ AL-Jazeera” editorializaran calumniosamente a Posada en la misma semana. El hecho histórico indiscutible de que tanto Posada como el Dr. Orlando Bosch fueran exonerados de culpabilidad en el atentado terrorista al avión de Cubana de Aviación en Barbados en 1976, es ignorado olímpicamente por el “Times” en su evidente afán de avanzar la propaganda castrista. En un precedente extraordinario en la historia legal, dos tribunales venezolanos, uno civil y otro castrense, no pudieron aportar evidencias inculpatorias contra los acusados. ¿Acaso ignoran esto los editorialistas del “Times”?

Con el mismo entusiasmo que el “Times” editorializara en el pasado a favor de Castro, ataca hoy al viejo insurrecto cubano con la impunidad que le otorga la libertad de prensa, parte integral de esa estructura de libertades públicas que ese periódico, con tanta diligencia, se ha dedicado a socavar durante tantos años. Calumniar y afirmar falacias desde el “cuarto poder” fue el pecado esencial de la desaparecida revista semanal cubana “Bohemia”, cuyo antiguo director se suicidara en el exilio de Venezuela tras admitir ese pecado en postrera carta a un amigo. Fue en “Bohemia” donde por la primera vez se imprimiera la patraña de que en Cuba habían perecido 20,000 personas como consecuencia de la revuelta contra el gobierno usurpador de Batista. El “New York Times” es en la actualidad el bochornoso equivalente norteamericano a la antigua “Bohemia” de Cuba.

Es fácil para el “New York Times” atacar a Posada. Sin nacionalidad norteamericana y con una historia nobilísima de hostilidad peremne hacia el Tirano Castro, el guerrero, viejo y enfermo de cuidado, ha solicitado asilo político en Estados Unidos. El mismo diario que acusa de “racismo” a todo aquel que clame por la seguridad de las fronteras de Norteamérica, exige que se rechace el pedido de asilo a quien ha tenido la osadía de desafiar con las armas al máximo terrorista antinorteamericano de todos los tiempos. Perseguido por la tiranía cubana y su adocenado satélite de Caracas y abandonado a su suerte por “líderes continentales”, entre ellos algunos que le deben mucho, Luis Posada sólo puede contar hoy con el respaldo de los cubanos libres militantes. Eso es, por supuesto, otra razón más para el odio cerval del “Times”. Este cronista prometió nunca abandonar a Posada cuando los testaferros de Castro lo mantenían encerrado junto a otros tres compatriotas en una celda de Panamá.

Aunque “Al-Jazeera” y “New York Times” disientan y aunque los perritos falderos de “Granma” me llamen de nuevo “terrorista”, la promesa sigue en pie.


FIN



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