EL AUTONOMISMO DEL SIGLO XXI Por Hugo J. Byrne Notas de la conferencia en el auditorio de la Biblioteca Levey de USC (University of Southern California) el sábado 23 de abril a las 2:00 pm. A continuación la primera parte de la conferencia a cargo de HJB Hace algunos años, durante el resumen de un acto conmemorando la efemérides del 7 de diciembre y antes de entrar en materia, pregunté a la concurrencia de unas setenta personas, si alguien recordaba quién en la historia de Cuba había sido José María Gálvez. Creo que dos o tres personas levantaron la mano. Acto seguido pregunté si alguno entre los presentes desconocía quién era Antonio Maceo y Grajales, rogando que quien no lo conociera levantara su mano. Por supuesto, nadie la levantó. Todos los presentes conocían bien la figura histórica de Maceo. El argumento que trataba de avanzar en esa ocasión es que en la historia sólo figuran en prominenecia quienes tienen éxito en las activdades sociales en las que se involucren. José María Gálvez presidía el Partido Autonomista de Cuba y procuraba obtener un gobierno colonial respetuoso a los derechos y aspiraciones de los súbditos en la isla. Confiaba en desarrollar una sociedad civil en nuestra tierra, dentro del esquema colonial español. Ese esfuerzo por supuesto, dependía para su éxito de la cooperación del gobierno de la Metrópolis. Maceo por su parte, aspiraba solamente a la independencia de Cuba y en consecuencia sólo aceptaba el diálogo del cañón y la tea, extremo que dejó perfectamente definido en Mangos de Baraguá en 1878. El obstáculo mayor para Gálvez era que el interés económico del estado Español estaba reñido con la existencia de un gobierno autónomo en La Habana que permitiera el comercio libre a los nativos de Cuba. El desarrollo industrial de la época motivaba a los cubanos a negociar directamente con los mercados más cercanos. Eso habría dejado fuera del juego al intermediario peninsular que imponía la colonia, anulando las enormes ventajas materiales que para Madrid representaba Cuba como dependencia española ultramarina. La autonomía hubiera convertido a Cuba para España, de una ganancia comercial inmensa, en una pérdida considerable. Por esa razón Gálvez nunca tuvo la menor posibilidad de éxito. La única solución para obtener una autonomía real, permanente y soberana era la independencia. Y la única manera de lograrla era suprimiendo todas las coyundas que nos amarraban a la "Madre Patria", a través de la guerra. Poniendo todo eso en el contexto adecuado y en una cápsula, esa es la razón por la que nadie recuerda a José María Gálvez y por el contrario, todos saben de Maceo. Gálvez murió en su cama y Maceo en la guerra, pero de los dos sólo el segundo logró éxito póstumo. Analicemos nuestro predicamento de hoy a la luz de esa experiencia histórica. En Cuba estamos sufriendo un gobierno totalitario por antonomasia durante los últimos 46 años, que obtuvo y mantiene el poder político total por medios violentos. Los verdaderos jerarcas del régimen -que, a diferencia de la errónea percepción popular- no son sus conocidos voceros, tienen una identificación con el sistema que ha sido meticulosamente sellada en sangre. La violencia es la estructura misma del sistema y la que procurará perpetuarlo más allá de la muerte o incapacitación de Castro. El régimen castrista está defendido por una guardia pretoriana acaudillada por unos cien a ciento veinte generales, más de doscientos coroneles y cerca de un millar de altos oficiales de menor graduación, repartidos entre el MINFAR y el MININT. Quienes encabezan estas estructuras de poder totalitario y en especial el Ministerio del Interior (MININT) son quienes dirigen totalmente la vida social y económica de Cuba, respondendiendo únicamente al Consejo de Estado castrista. Son en estos organismos donde se concentran los resortes del poder absoluto del régimen, lo que incluye por supuesto el aceitado y eficiente aparato de terror. El Partido Comunista, su Comité Central y La llamada Asamblea del Poder Popular, etc., son entidades de relaciones públicas, ausentes de poder político real y a expensas de las decisiones del Consejo de Estado que dirige a Cuba con mano de hierro. La eventual sucesión en el sistema totalitario castrista es decidida por este furtivo y reducido cónclave. Todos los altos oficiales de los cuerpos armadas castristas; MINFAR o MININT (ABSOLUTAMENTE TODOS DESDE TENIENTE CORONEL HACIA ARRIBA), tuvieron que formar parte de escuadras de fusilamiento como requisito del curriculum en la academia militar castrista, sin cuya condición nó sólo no se habrían graduado, sino que hubieran sido detenidos y acusados de traición. Ese sistema fue copiado en Irak por Sadam Hussein, quien forzara a los miembros de su partido a participar en la ejecución de los militantes purgados. Esa ocasión ha quedado dramáticamente preservada en "tape" para la posteridad. Esa es la razón de que la alta oficialidad de Castro, formada primero en la academia Frunze de la Unión Soviética y posteriormente en en la llamada "Antonio Maceo" en Cuba durante la década de los sesenta, setenta y ochenta, nos luzca vieja en promedio, al compararla a sus contrapartidas en las fuerzas militares de otras naciones. No perdamos de vista que el totalitarismo castrista como su nombre indica, se ha desarrollado alrededor de un individuo. No hace falta ser avispado para comprender que esa dirección política absoluta decide y decidirá lo que puede o nó suceder en Cuba, mientras monopolice el uso de la violencia. Lo que conocemos como disidencia pacífica interna, en todas y cada una de sus manifestaciones, sólo puede ocurrir con la anuencia implícita o explícita del régimen, dependiendo de la legitimidad o ilegitimidad del individuo o grupo disidente. Que no todos las organizaciones e individuos identificados con la "disidencia" son legítimos quedó perfectamente demostrado durante el arresto de los setenta y cinco opositores en el año 2003. Casi el diez por ciento entre los presuntos "disidentes" se identificaron a sí mismos como agentes infiltrados de la seguridad castrista, prestando declaración acusatoria contra los arrestados. Entre ellos estaban quienes habían enviado escritos que fueran publicados por la prensa exiliada a bombos y platillos. Entre ellos estaban quienes habían llevado la voz cantante en recepciones diplomáticas que incluían la Sección de Intereses de Estados Unidos en La Habana. Al igual que ocurriera con los cubanos en el siglo XIX, quienes aspiren hoy a obtener una sociedad civil para nuestra patria, si honestamente tratan de alcanzarla por medios pacíficos, encontrarán siempre una oposición oficial absoluta. Una sociedad civil no puede obtenerse sin la cooperación de quienes detentan el poder, cuando ese poder es absoluto y total. La autodisolución voluntaria del sistema es imperiosa para cualquier tipo de "transición pacífica". El insalvable obstáculo reside en que la voluntad de autodisolverse no existe por parte del régimen, porque el reconocimiento de derechos implicaría inexorablemente justicia para los millones de cubanos a quienes esos derechos han sido suprimidos por más de cuarenta y seis años. Quienes detentan el poder saben de sobra que un estado de derecho recabaría justicia para los millones que fueron despojados de su honrado modus vivendi o legítima propiedad, para los cientos de miles que han sufrido y sufren el horror del presidio político castrista y en especial, para las decenas de miles que han sido asesinados a mansalva o que han perecido injustamente debido a la existencia ilegal de régimen. La aparición de la "disidencia pacífica" en Cuba exige de quienes se preocupen seria y honestamente por del futuro de nuestros compatriotas y por nuestro derecho a reconstituir una sociedad civilizada, un análisis racional de sus reales perspectivas de éxito. Ese análisis conduce inexorablemente a una conclusión objetiva: La disidencia pasiva tiene aún menos probabilidades de éxito político en la Cuba de hoy que la que tenían los autonomistas de 1878. ¿Por qué? De haber aceptado Madrid las demandas autonomistas, las únicas pérdidas para la colonia, aunque descomunales, habrían sido sólo de índole económica. Quienes hubieran abusado de sus posiciones burocráticas o castrenses, aparte de la inherente humillación de perder los gajes del poder político, habrían podido regresar a España a disfrutar de seguridad y libertad personales. Sus abusos y crímenes habrían permanecido impunes. Eso fue lo que ocurrió de todas formas, después del inevitable final de la llamada Guerra Hispanoamericana, guerra que Madrid sabía que habría de culminar en derrota y que a pesar de eso increíblemente aceptara con el único propósito de mantener la absurda hegemonía monárquica para España. Los castristas responsables de crímenes (QUE SON QUIENES DETENTAN EL PODER) tienen muchísimo más que perder con la instauración de un estado de derecho en la Cuba de hoy. Son demasiados para pretender refugio en el extranjero y entre pertenecer a una clase privilegiada, aunque ese privilegio cada vez se reduzca más en virtud de la ineficiencia y miseria concomitantes al socialismo, o la probabilidad de terminar la vida en la prisión o incluso el cadalso, la disyuntiva no es difícil. Por otra parte, la presencia en Cuba de la llamada "disidencia" representa también un aspecto positivo para el régimen y por eso es parcialmente tolerada. Esa presencia significa un cierto alivio a la presión social que produce la miseria colectiva y una cierta justificación política a la propaganda castrista de "tolerancia" en el exterior. También constituye una cantera de posibles rehenes con los que el régimen pueda extorsionar a sus críticos en el exterior, como lo demuestran las "concesiones" recientes de La Habana a la Unión Europea. Los más conocidos disidentes como Elizardo Sánchez Santa Cruz y el creador del llamado "Proyecto Varela", Oswaldo Payá Sardiñas, coinciden con el régimen castrista, no sólo en la denuncia hipócrita al embargo económico norteamericano, sino también en el contínuo atque al exilio militante. La facilidad asombrosa con que desarrollan sus actividades, las que incluyen privilegios del sistema como frecuentes viajes al extranjero y llamadas telefónicas de larga distancia, indican objetivamente una medida de complicidad oficial en sus quehaceres. Es significativo (y notorio) que ambos; Sánchez Santa Cruz y Payá Sardiñas, no fueran apresados durante la muy publicitada represión a la disidencia en el 2003. Ambos fueron frecuentemente "arrestados" con antelación a esa fecha, pero con la excepción de un período en los campos de "rehabilitación" de la UMAP para Payá Sardiñas, nunca por más de pocos meses y nunca mezclados con otros prisioneros políticos. Estudiemos con cuidado el decir y el hacer de aquellos "disidentes" que terminan por ubicarse en el extranjero. Las declaraciones del poeta Raúl Rivero a su llegada a España, son un poema de implicaciones: "Me dedicaré a escribir tranquilamente, pero nó de política" . Más recientemente expresó que la actitud condenatoria de Estados Unidos y la Unión Europea hacia el régimen castrista "no es proclive a la liberación de más prisioneros políticos". Todos los grupos "disidentes" avanzan programas socialistas, e incluso algunos reclaman trabajar por el rescate del "verdadero socialismo" en Cuba. Estos últimos nos recuerdan a los guardias judíos del Ghetto de Varsovia, quienes sumisamente obedecían las órdenes nazis, llevando en el brazo izquierdo la estrella de David y en la mano diestra la cachiporra. Durante la década de 1920 el criminal en masa Félix Dzierzynski, un polaco aristócrata seguidor de Lenin y quien fundara para este último la maquinaria de control y represión más espantosa que recuerda la historia contemporánea, tuvo una idea tan siniestra como talentosa. El fundador de la Cheka, que más tarde fuera llamada GPU, NVD, NKVD y por último KGB y de cuyo molde surgieran otras policías políticas como la Gestapo nazi, la Stassi alemana, la Securitate rumana y la Dirección de Inteligencia castrista, creó el llamado "Trust", grupo supuestamente opositor violento a la tiranía soviética. En realidad el "Trust" no era otra cosa que un organismo soviético secreto que alcanzara uno de los éxitos de contrainteligencia más notables en la historia, con el arresto y consecuente asesinato del anticomunista ruso Boris Savinkov. Savinkov era un hombre de acción extraordinario, a quien Lenin temía tanto como Castro teme hoy (aún anciano y enfermo), a Luis Posada Carriles. En 1925 el Trust logró no sólo deshacerse de Savinkov, sino también del agente británico Shlomo Rozenblium, un nativo de Odessa, donde había sido capaz de escapar de la prisión al ser condenado a muerte por contrarrevolucionario. Rozenblium, habilísimo espía, quien sirviera de modelo para el peronaje ficticio "James Bond" o "007" de las novelas truculentas de Ian Fleming, era más conocido en el mundo de la contrainteligencia por el nombre de Sidney Reilly. Durante la década pasada escribí un artículo sobre el movimiento disidente de Cuba al que titulé "El Trust de la D. G. I." Como sabemos, D. G. I. significaba "Dirección General de Inteligencia", nombre de la Gestapo castrista, hasta que recientemente lo cambiaran a "Dirección de Inteligencia" a secas. El director de la Revista Electrónica Guaracabuya, abogado y veterano de la Brigada 2506 Miguel Uría, más recientemente también escribió un documentado y extenso ensayo sobre el "Trust". Lejos de acusar colectivamente a todos los militantes de la disidencia de connivencia con el régimen, ambos estudios recalcaban que dados los recursos y la intensidad de los esfuerzos de Castro por infiltrar y neutralizar a todos los oponentes, la existencia de una presunta "oposición pacífica" facilita inmensamente esos objetivos anticubanos. Sería absurdo olvidar en este contexto que los agentes del régimen han logrado infiltrar casi todas las legítimas organizaciones revolucionarias oponentes, tanto en Cuba como en el exilio durante muchos años. Desde el notorio "Hombre de Maisinicú", pasando por la captura de la guerrilla del Escambray que comandaba Pedro Emilio Carretero, usando a los mellizos de La Guardia quienes se hicieran pasar por agentes norteamericanos, hasta llegar a la lideratura militar en una de las más activas organizaciones exiliadas en los años ochenta y la infiltración de Hermanos al Rescate que culminara en el asesinato alevoso de cuatro de sus miembros en 1996, el castrismo ha demostrado notable capacidad en esa infame labor. Si la tiranía ha logrado infiltrar tan efectivamente organizaciones oposicionistas legítimas, dentro y fuera de las fronteras de la Isla, ¿qué le impediría no sólo infiltrar, sino controlar y usar a otras que operen abiertamente dentro del terrotorio cubano y son presuntamente obedientes a la llamadas "leyes socialistas"? Todas estas consideraciones amigos míos fuerzan una sóla conclusión lógica. Los trabajos de la llamada disidencia interrumpen distraen y demoran el único proyecto que necesita Cuba y el que en definitiva, más tarde o más temprano y por fuerza de realidades incontrovertibles ha de imponerse en el futuro de nuestra patria. Cuento con poder participar de un intercambio constructivo de ideas con el Dr. Ricardo Calvo y con todos los presentes en este simposio. Deseo terminar mi participación formal del mismo, mencionando algunas conceptos prácticos de dos personajes con cuyo ideario creo coincidir fundamentalmente. Citándolos no trato de equipararlos o ni siquiera comparalos, ya que algunos individuos son incomparables y no voy a dar oportunidad a que algún majadero trate de acusarme de tal torpeza. Los cito a ambos, porque sus palabras simplemente vienen al caso. Al Pueblo de Cuba: Nuestra estrategia es luchar sin descanso. Los invito a Uds. dentro y fuera de la Patria, para que juntos libremos esta cruzada por la LIBERTAD, asegurándoles que los fusiles asesinos de los torturadores de la Seguridad del Estado, serán insuficientes para impedir las ansias de LIBERTAD, de un pueblo que ha sabido una y mil veces enfrentar la opresión y derrotarla.
Luis Posada Carriles "Es lícito y honroso aborrecer la violencia, y predicar contra ella, mientras haya modo visible y racional de obtener sin violencia la justicia indispensable al bienestar del hombre; pero cuando se está convencido de que por la diferencia inevitable de los caracteres, por los intereses irreconciliables y distintos, por la adversidad, honda como la mar, de mente política y aspiraciones, no hay modo pacífico suficiente para obtener siquiera derechos mínimos en un pueblo donde estalla ya, en nueva plenitud de capacidad sofocada, o es ciego quien sostiene contra la verdad hirviente el modo pacífico: o es desleal a su pueblo quien no lo ve y se empeña en proclamarlo". José Martí
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