LA PEDANTERIA HISTERICA DE LA IZQUIERDA

Por Hugo J. Byrne

"Quienes no sean capaces de apreciar la diferencia entre el dinero y el látigo, están destinados a aprenderla en su propia piel"

Ayn Rand ("The Anti Industrial Revolution")


El marxismo en su universal descrédito ha dejado una secuela necia entre quienes antaño siguieran su irrazonable e inmoral reclamo. No es cómodo justificar un pasado erróneo y muchísimo menos un presente de bancarrota intelectual. Quienes se debaten en esa poco envidiable situación lo demuestran siempre mediante ataques histéricos y agresivos contra los mismos molinos de viento que arremetiera Marx.

Muy a pesar de su reclamo científico el seudofilósofo alemán, quien nunca perteneciera a la "clase", de cuyos intereses se erigía en defensor (Marx nunca trabajó en su vida, siempre sosteniéndose a costa de sus familares y amigos o colaboradores), demuestra a través de su obra que su encono y repugnancia anticapitalista tenían un origen visceral y no científico. Un estudio objetivo de "El Capital" y el resto de las obras de Marx conduce ineluctablemente a esa conclusión.

El marxismo es una religión, pues sólo así puede definirse una agenda social que eminentemente fracasada tanto en teoría como en práctica, alcance aún relativo éxito político en ciertos entornos. Las doctrinas de Marx han generado un enquistamiento mental tan fanático entre los antiguos fieles de ese "reino de este mundo", que se manifiesta mediante la repetición infinita de argumentos falsos e indemostrables. La otra característica evidente es la violencia verbal. Tratando (como Marx) de confundir la ciencia con la elocuencia, utilizan siempre una invectiva jupiteriana con la que en vano pretenden substituir la ausencia de un argumento lúcido. Jamás están en acuerdo o desacuerdo con nada o con nadie, sino en absoluta posesión de la verdad. Siempre tienen la razón y quien se tome el atrevimiento de contradecirles es o bien un total ignorante, o un malhechor empedernido. Esa es la esencia del fallido profetismo marxista y la razón del descrédito de su historicismo.

Para entender esa realidad basta apreciar que la "moral socialista" (extraña ética que necesita la acompañía de un adjetivo) requería la total sumisión intelectual a la llamada "función histórica del proletariado en la lucha de clases". Ese evangelio demandaba que todo acto que respondiera a los llamados "intereses del futuro" fuera moral y loable, aunque objetivamente se tratara de una mentira o de un crimen. Esa corrupción de la moral justificó en su día los veinte millones de víctimas de Stalin y los cuarenta y cinco de Mao.

El ejemplo contemporáneo más acusado de la pedantería histérica postmarxista lo constituye el antiamericanismo. Aunque no toda la mala sangre anti yankee sea de origen socialista, todas sus manifestaciones contemporáneas (conscientes o no) demuestran una pasión tortuosa de naturaleza genuínamente marxista. La ojeriza contra el destierro cubano militante es simplemente un "by product" de ese antiamericanismo. Atacar con saña virulenta al exilio, de acuerdo a esta retorcida promoción del absurdo y la mentira, constituye una de las tantas formas de oponerse al "Imperio".

Aunque la capacidad productiva de dos millones en la llamada colonia cubana en Estados Unidos casi triplique a la de los once millones que sufren las "bondades" del socialismo en Cuba y aunque los activos militantes anticastristas en ella sean en su inmensa mayoría los más pobres y primeros insurgentes contra el antiguo régimen en Cuba y aunque nunca tuvieran nexos con el gobierno norteamericano, ellos siempre serán los herejes "Plattistas" en esa gran revisión postmarxista de la historia: "Castro combate al imperialismo y los cubanos libres combaten a Castro, por lo tanto los cubanos libres defienden el imperialismo".

No importa que arribaran a estas tierras sin un centavo, ni que tuvieran o no propiedades en la Cuba anterior a 1959. No importa que se vieran obligados a luchar por igual contra los esbirros de Castro y las autoridades norteamericanas, mientras procuraban con su trabajo honrado el sustento de sus familias. No importa que sus embarcaciones y armamentos adquiridos con subscripciones famélicas producto del sudor de trabajadores de factorías en Miami fueran confiscados por el "U.S. Customs" y sus activistas perseguidos, arrestados y condenados a largas penas de prisión por "violar las leyes de neutralidad de Estados Unidos" y algunos delitos más graves.

No importa que muchos exiliados terminaran sus días en combate desigual en una playa de Cuba como "el güajiro" Vicente Méndez y sus hombres en 1970 o ante el fatídico paredón como Amancio Mosqueda y los suyos en 1968. Para la hipócrita, pedante y totalitaria mentalidad postmarxista eran, en virtud de su oposición violenta a la tiranía, automáticamente reaccionarios fascistas y explotadores de negros. Aunque fueran tan negros como Margarito Lanza Flores ("Tondike"), jefe de guerrillas fusilado en las cercanías de Sagua la Grande en 1962, o como Eusebio Peñalver, antiguo guerrillero del Escambray, quien gracias a Dios pudo escapar con vida y felizmente está hoy entre nosotros.

Por infantil que esa mentalidad izquierdista parezca, está incrustada en el meollo de su agenda política como la yema en el centro del huevo. Es imposible intentar un debate legítimo y razonable con la fe marxista. La fe no debate ni analiza. La fe marxista no se fundamenta en razones y mucho menos en leyes, incluyendo las inhumanas leyes que los socialistas decretan. Cotidianamente esas leyes son violadas por los mismos regímenes que las imponen, supuestamente respondiendo a "necesidades de estado", pero realmente sólo debido a su naturaleza inaplicable. Por eso la llamada "disidencia" de Payá o Sánchez Santa Cruz tiene tanta probabilidad de éxito futuro como la que tenían los autonomistas de 1878.

Los cubanos del exilio saben que la libertad económica es la única garantía en la preservación de los derechos y que estos últimos sólo se conquistan con sangre. También lo sabe el Tirano. Por eso se atrinchera y redobla su centralismo económico y por eso ni él ni sus herederos darán la menor tregua ni espacio político al pueblo. Por haber adquirido el poder por la violencia y por mantenerlo de la misma forma, nunca renunciarán a ella. Por esa razón los cubanos libres tampoco lo pueden hacer mientras exita la tiranía, no importa cuanto ladren los perros.


FIN



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