BREVE HISTORIA DEL EXILIO CUBANO Por Hugo J. Byrne Maquiavelo y Bonaparte, dos figuras de la historia que respeto intelectualmente y aborrezco por convicción, establecieron por pensamiento y acción las bases de la agenda mesiánica contemporánea. El estadista florentino enunció en sus obras del siglo XV la separación tangible entre el mundo moral y el arte de obtener y mantener el poder: "El Príncipe (término usado en el Renacimiento para designar a un caudillo militar o político) siempre debe preferir ser temido a ser amado". El notorio soldado-emperador aplicó el aforismo del burócrata toscano con indudable éxito entre fines del siglo XVIII y pricipios del XIX. En el presente ámbito americano, ¿quién podría negarle tal herencia política al absolutismo totalitario de Castro? La realidad histórica es que el ritmo constitucional se interrumpe violentamente en marzo de 1952, culminando en la tiranía que avasalla a Cuba desde 1959. Esto fue lo que animara a tantos cubanos de muchas vertientes ideológicas y grupos sociales y económicos diversos a oponerse a la violencia con la violencia. Es curioso que sólo el Partido Socialista Popular se retrajera de tales actividades, denunciando oficialmente las acciones de otros grupos como el Directorio Revolucionario Estudiantil, la Organización Auténtica, la Triple A o el 26 de julio. Curioso, aunque no sorprendente para quien conozca las relaciones mercenarias existentes entre el caudillo de los golpistas del 52 y los corruptos jerarcas del socialismo cubano. El propósito, único y universalmente aceptado por los sectores de la oposición armada al pronunciamiento (incluído el futuro Tirano) en múltiples documentos y todas las minutas de todas las reuniones y cabildos (incluyendo Montreal y Caracas), era el regreso al gobierno civil, a la Constitución violada en el 52 y a un estado de derecho sin limitaciones ni cortapisas, con pluripartidismo político y elecciones libres a un plazo razonable después de la derrota de los usurpadores. El socialismo que Martí denunciara por sus "lecturas extranjerizantes" nunca fue una opción escogida libremente por los cubanos antes o después de 1959. Esa noción es malintencionadamente avanzada por quienes tienen interés en reescribir la historia para justificar el crimen. Castro, como Franco (de acuerdo a Unamuno), venció (temporalmente), pero no podía convencer a nadie. Por eso no reveló sus verdaderos propósitos hasta el instante mismo de controlar todos los resortes del poder, extremo que cínicamente admitiera en diciembre de 1961. Ese es el origen del exilio cubano contemporáneo. Por esa razón marchan al exilio de Norteamérica casi dos millones de cubanos durante un período que ya supera los cuarenta y seis años. De estos, muchos lo hacen a riesgo de todo, cruzando el Estrecho de la Florida en embarcaciones de fabricación casera. Entre estos últimos, estimados conservadores determinan que por cada tres de aquellos que alcanzan las costas del Norte, uno perece en la travesía. Al empezar el éxodo Cuba cuenta con más de siete millones de habitantes y después de 46 años de socialismo, apenas supera los once millones. A pesar de la insularidad y de la vigilancia estrecha que de sus costas mantiene el régimen, el diecisiete por ciento de la población cubana logra marchar al destierro. El exilio en Estados Unidos es una tradición de Cuba Libre: La contribución sacrificada de los trabajadores de la industria del tabaco en la Florida (cubana, española, cubanoamericana y norteamericana por igual) y en especial en Tampa y Cayo Hueso, financia nuestra independencia. El odio colonial (aún intacto) hacia la libertad que procuraban nuestros antecesores hizo de esa emigración a finales del siglo XIX el objetivo de la virulencia soez de los gacetilleros penisulares. ¿A quién puede sorprender que la toma traicionera del poder absoluto por el hijo bastardo de un antiguo soldado de Weyler, mimetizándose como "socialista cubano" y amparándose en las circunstancias de la "guerra fría" revuelva de nuevo esos viejos enconos? ¿Cuántos cubanos partirían hoy al exilio si pudieran salir del manicomio (marxista, europeo y mesánico) al que el castrismo y sus alaberderos (confesos o solapados) los condenaran a vivir desde 1959? Nadie puede honestamente estimar con precisión esa cifra, aunque sí se podría vaticinar que sería enorme (durante un período de menos de dos meses en 1994, al relajar la tiranía la vigilancia costera para chantajear a Washington, se hacen a la mar más de 32,000 balseros). Lo que sí puede deducirse es que en su casi totalidad los nuevos exiliados preferirían vivir en Norteamérica. Las razones de esto son múltiples, pero la cercanía a la patria es la principal. Cuba carecía de la vocación inmigrante que obviamente aqueja al resto de América Hispana desde mucho antes de 1959. De acuerdo al "Estudio Económico sobre Cuba" (1964), obra monumental de La Universidad de Miami dirigida por el Dr. José Alvarez Díaz, antiguo Ministro de Hacienda cubano con el Presidente Prío y el más reconocido economista del continente en su tiempo, lo opuesto sucedía: Cuba era un país abierto a la inmigración, absorbiendo tan sólo en el período de 1902 a 1919, más de 600,000 extranjeros como residentes permanentes. Emigración no sólo española y europea, sino también oriental y negra: Los emigrantes de Jamaica se contaban por miles, explicando la incidencia de apellidos ingleses en cubanos negros. El barrio chino de La Habana atestiguaba la influencia de una etnia en la que aunque su máximo influjo migratorio (30,000) se produjera entre los años 1919-25 (investigaciones demográficas por Juan Pérez de la Riva, irónicamente llamada "Los culíes cubanos en China" ) contaba con más de 14,600 chinos en 1899, muchos de los cuales participaran activa y heroicamente en la Guerra de Independencia. De ellos dijera el cubanoamericano Gonzalo de Quesada, íntimo de Martí y nuestro primer embajador en Washington: "No hubo un chino desertor, no hubo un chino traidor". Tal es la historia demográfica de Cuba en una cápsula y la razón de ser del exilio cubano, pasado y presente. FIN
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