CONOCIENDO AL ENEMIGO

Por Hugo J. Byrne

La historia trágica y triste de las batallas que se han perdido en nuestra lucha contra el régimen tiránico y asesino que nos fuera impuesto desde enero de 1959 es la de muchos cubanos bien intencionados, generosos, heroicos, nobles y… fundamentalmente desconocedores de la naturaleza del enemigo que enfrentaban. Muchos de los obstáculos que sufrimos hoy todavía surgen de la misma ignorancia.

En realidad esa ignorancia es nuestro peor enemigo. Castro y sus esbirros se benefician de ella a diario, con efectividad insidiosa. Sin el desconocimiento de cómo el enemigo opera con sus agentes provocadores, el espía-piloto Juan Pablo Roque no habría podido escribir un libro en el exilio financiado por La Fundación Nacional Cubano Americana, contraído matrimonio con una exiliada cubana legítima (a quien abandonara al fugarse a su cubil), e infiltrar “Hermanos al Rescate” con el único propósito de facilitar el asesinato alevoso de cuatro de sus miembros, el fatídico 24 de febrero de 1996.

Por increíble que suene, este cronista encontró un ejemplar del libro escrito por Roque a la venta, en una de las últimas clases de Misión Martí (el desdichadamente terminado excelente programa educativo que promovía La Fundación), muchos meses después de febrero de 1996. Sin darle crédito a lo que veían mis ojos, pregunté cómo eso era posible. Los interrogados no pudieron darme una respuesta sensible y se limitaron a retirar el libro.

Por el contrario, cuando hacemos recuento de nuestras victorias contra la tiranía, estudiamos eventos basados en el conocimiento cabal, no sólo de las actividades y designios de los amos de Castrolandia, sino de su naturaleza política y de su esencia furtiva. Recordemos que fueron organizaciones del destierro cubano las primeras que denunciaran la instalación de misiles soviéticos ofensivos de alcance intermedio en nuestra patria.

Las evidencias presentadas por los cubanos libres fueron ignoradas, e incluso ridiculizadas por los círculos oficiales de Washington, hasta que las fotos tomadas a gran altitud por los aviones U2 no dejaran lugar a dudas. Las derrotas de los terroristas de Guevara en Africa y más tarde en Bolivia, no habrían sucedido sin la cooperación de la inteligencia cubana libre, o la acción directa de sus operativos sobre el terreno.

Algún día quizás no lejano se ha de saber la importancia de la cooperación de Cuba Libre en las pesquisas que precedieron a la liberación de Granada, el arresto del dictador Noriega en Panamá, e incluso en los operativos que culminaran en el desmantelamiento parcial de las actividades de los espías castristas en los Estados Unidos. Hacemos énfasis en la palabra parcial, pues nadie debe dudar que las infiltraciones enemigas continúan sin pausa y que alguno de sus espías o agentes provocadores, persona a la que podríamos conocer socialmente por mucho tiempo, puede que ocupe el asiento contíguo en la próxima reunión del organismo exiliado en el que corrientemente militemos.

¿Puede esa eventualidad prevenirse? No por completo. Lo que sí puede lograrse es impedir que nuestras indiscreciones, o nuestra ingenuidad, faciliten la labor de nuestros enemigos. Para lograr el éxito de la libertad, el primer paso es aprender todo lo posible sobre cómo opera la subversión. Esta labor es bastante simple y aunque de carácter intelectual, no es necesariamente literaria.

Un “perfil” del típico agente encubierto nos revela un individuo que está muy lejos de ser tranquilo o callado, tratando obviamente de aquilatar a quienes lo rodean. Ese es el estereotipo. El infiltrado real es locuaz y elocuente. Tiene siempre muy buenas y nuevas ideas y sugerencias y en poco tiempo lleva la voz cantante, si se lo permiten. El jefe militar de una notable organización exiliada (en los años ochenta) fue identificado por el FBI como agente castrista y fotografiado cuando intercambiaba información con un oficial de la Sección de Intereses de Castrolandia.

Durante los años sesenta un agente castrista trató de infiltrar la delegación de California de “Comandos L”, en la que un servidor militaba. Afortunadamente, el individuo, quien ya hace tiempo está en la calurosa compañía de Satanás, trató de distraer y subvertir nuestras reuniones casi inmediatamente, con proyectos descabellados. Durante la segunda reunión a la que asistió fue puesto literalmente de patitas en la calle, lo que fue objeto de críticas de algunos entre los presentes, quienes consideraron ese proceder abusivo, pues ni siquiera se le pedió permiso al dueño de la casa y porque el individuo sufría de un defecto físico. Desde la calle nuestra “víctima”, desaforadamente nos dedicó insultos y amenazas. Algún tiempo después este agente del tirano, quien había infiltrado más de una organización exiliada en el sur de California, salió oficialmente del “closet” en Miami, declarando públicamente su infinito amor por “Fifo” y su “robolución”.

Otro agente castrista, un picapleitos de aspecto esmirriado y sietemesino que corrientemente conmuta entre California, Florida y La Habana, hace años figuraba en la plana mayor de una organización del exilio en Los Angeles. Más de una agencia de inteligencia posee evidencia documental de que este sujeto (quien todavía sirve diligentemente al enemigo) ejercía autoridad dentro de esa organización para enviar comandos de infiltración a Cuba. Es de imaginar el destino que esperaba a quienes fueran lo suficientemente ignorantes como para obedecer sus traidoras directrices.


FIN



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