DIOSES CON PIES DE BARRO

Por Hugo J. Byrne

"¿Qiénes son los buenos y quiénes son los malos?" Esta ingénua pregunta de la niñez evidenciaba nuestra curiosidad por identificar a los caracteres en las películas de aventuras de la matinee de los domingos. A menudo la respuesta era evidente. Hace muchos años dejamos atrás la ingenuidad que caracteriza a la infancia y sin embargo, colectivamente este exilio nuestro, a través de sus medios publicitarios, presenta las mismas características de incapacidad para distinguir entre buenos y malos.

El caso de la siquiatra ex-castrista (y aún comunista) Hilda Molina, trae de nuevo ese tema al tapete. La tendencia a presentar antiguos cómplices de crímenes como investidos de virtudes morales que los diferenciaban de los tiranos a cuyas actividades delictivas sirvieron abyectamente, ni es nueva ni privativa del destierro cubano. Muchas obras de la post guerra exitosamente presentan al Mariscal Erwin Rommel y a los generales nazis Guderian y Von Manstein, o al Soviético Zhukov, como soldados honorables, cuyas acciones deben estudiarse separadamente al interés maligno de los tiranos a los que tan sumisamente sirvieron. La realidad objetiva es diáfanamente distinta.

La inclinación a glorificar, o por lo menos a compadecer a esos cómplices, en múltiples casos responsables ellos mismos de crímenes inconfesables, empezó muy temprano. En su libro "El Guerrero en la sombra" nuestro buen amigo y mejor cubano Félix Rodríguez Mendigutía, describe cómo en un momento de emoción abrazara al criminal argentino Ernesto Guevara instantes antes de que los soldados bolivianos le hicieran justicia. A pesar de la gran admiración y el respeto que sentimos por Rodríguez, no comprendemos los alcances de su generosidad por quien no tuvo ninguna para tantos otros patriotas cubanos. Es probable que Félix sea mejor cristiano que nosotros.

La prensa del exilio convirtió en un mártir al delincuente internacional Arnaldo Ochoa Sánchez y a los otros tres vulgares esbirros castristas ejecutados en 1989 simplemente porque cayeran en desgracia y porque "Fifo" ordenara su fusilamiento. Cualquier persona honrada que conozca la biografía de esas cuatro "víctimas" de la tiranía, sólo puede deplorar que su muerte no hubiera ocurrido treinta años antes. No es necesario que entremos de nuevo en detalles harto cubiertos en esta columna. En la época de la información cibernética nadie puede aducir ignorancia de los eventos contemporáneos.

Si es deplorable que el Tirano encercele arbitrariamente a más de setenta personas que incurrieron en su ira, es aún más deplorable que el predicamento de ellas por injusto que sea, se convierta en un Jordán que purgue todos sus crímenes pasados contra la libertad y la dignidad del pueblo cubano. El poeta Raúl Rivero cantó antaño sin sonrojo las "virtudes" del paredón. Los cuatro autores de la apelación al Partido Comunista Cubano llamada "La Patria es de todos", tienen respectivas hojas de inmenso y bochornoso servicio al régimen. La Dra. Molina sirvió con gran devoción los nefastos intereses propagandísticos del castrismo y no se arrepiente de ello. Ahora, con el auxilio de la cotorra amaestrada de CNN, Sofía Neuman, clama por reunirse con sus nietos en Argentina y ha provocado una muy interesante y explosiva situación diplomática que prometemos cubrir en breve. ¿Cuántos miles de abuelos se han visto separados de sus nietos, cuántos padres de sus hijos, muchos definitivamente por obra y gracia del régimen que la Dra. Molina defendiera tan fervientemente hasta finales de los años ochenta?

Este llamado "exilio" rebosa de miserables cobardes que de mil maneras apoyaron crímenes nefandos en Cuba y que por razones totalmente personales y mercenarias abandonaran la "robolución". ¿Acaso no los conoce Vd., amable lector? ¿Desea algunos nombres? Aquí van cuatro: Alcibíades Hidalgo, antiguo aseador del trasero del "Hermanísimo" Raulito. Norberto Fuentes, antiguo plumífero privilegiado del régimen y equívoco ferviente admirador (por propia confesión) de los atributos masculinos del felizmente desaparecido General Arnaldo Ochoa. General de la Fuerza Aérea de "Fifo" Rafael del Pino, quien descubrió que el castrismo era malo cuando Seguridad del Estado le propinara una soberana pateadura a uno de sus hijos. General de la Fuerza Aérea de "Fifo" Alvaro Prendes, quien sirviera abyectamente los crímenes de su amo durante cerca de cuarenta años, quien por suerte terminara ya sus miserables días y por desgracia, en Miami.

Cuanto más observamos a estos "nuevos dioses" con pies de barro, más admiramos a quienes realmente merecen nuestro reconocimiento. Aquellos que como los próceres del 68 y el 95, arriesgaran todo sin comprometer nada. Vienen a la mente soldados de la patria como Luis Posada Carriles, como el Dr. Orlando Bosch, o como nuestro fraterno Luis Crespo. Pensamos en muestro otro hermano el Capitán René García, quien antaño se cubriera de gloria sobre la base aérea castrista de San Antonio de los Baños, hundiendo el cañonero "Baire" frente a Nueva Gerona y causando pavor a la manada castrista sobre las playas de Girón. El mismo René García que en el Congo convirtiera a los "simbas" (leones) de Guevara en asustadizos gatos y que hoy llace paralítico, víctima de una hemorragia cerebral masiva y casi olvidado por quienes tanto sacrificó.

La interminable lista de los que realmente debían ser nuestra brújula en este laberinto que conduce inexorablemente a la libertad de Cuba es el rastro sangriento de los que ofrendaron sus vidas en ese santo empeño. No es posible recordarlos a todos en el marco limitado de esta columna. No es justo mencionar un nombre y omitir otro. Sólo podemos dedicarles nuestros pensamientos y nuestras oraciones. Sólo nos queda honrar su ejemplo excelso con nuestra conducta hasta el fin de nuestras vidas.


FIN



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