UNIDAD A LA FUERZA

Por Hugo J. Byrne

¡A la porra con la "unidad"!

En los partos normales, los seres humanos nacemos siempre separados, aún en el caso de mellizos, trillizos, etc. Llegamos uno a uno porque el camino a la vida es bien angosto. Digo partos normales, porque los "siameses" son producto de procesos biológicos fuera de lo normal. Se les conoce por siameses, porque los más famosos entre los mellizos anormalmente unidos anatómicamente, nacieron en Siam. Hace mucho tiempo que la ciencia, con absoluta propiedad, trata esos casos como anormales y la cirujía correctiva para culminar el proceso que intentara la naturaleza, es hoy en día casi rutina.

Esa singularidad del nacimiento es en nuestro criterio un gran ejemplo que nos brinda madre natura. Existen, por supuesto asociaciones humanas imprescindibles, como la familia y la nación. La familia es el fundamento de la sociedad humana. La nación es en realidad una extensión de la familia. La "gran" familia, si se quiere. El elemento determinante de una sociedad-nación es una cultura más o menos homogénea y el mortero que mantiene esa homogeneidad de la cultura es un idioma común.

Dios nos desarrolla como entidades separadas e independientes, dotadas de un pensamiento absolutamente individual. No obstante, a través de los siglos, paradójicamente el hombre ha sufrido una contínua presión social a todo tipo de integración política, religiosa, económica o castrense. El ejemplo más extremo de esa presión es la esclavitud.

Los forzados en las galeras mediterráneas estaban perfectamente integrados al remo, al banco, al navío y entre sí, mediante grillos de tobillo y muñeca y una pesada y común cadena de hierro. Vivían juntos, juntos comían la bazofia que se les servía para que pudieran mantenerse remando. Sobre el mismo banco dormían y hacían sus necesidades fisiológicas. De zozobrar la galera, todos juntos tenían un idéntico destino: El fondo del mar. No cabe en lo posible integración mayor.

La esclavitud física corría a parejas con la esclavitud del pensamiento. Para servir a la fé se torturaba y suprimía físicamente. Qienes no demostraban devoción a los símbolos sagrados podían muy fácilmente ser tostados lentamente en la estaca de la Inquisición. Los discípulos de Mahoma atravesaron el norte africano y parte de Europa, conquistando la Península Ibérica para evangelizarla en la fe musulmana. En el proceso decapitaban a quienes ponían objeciones a ser convertidos, costumbre que algunos todavía mantienen.

Dos famosos lemas resuenan en nuestros oídos después de tantos años de haber salido de Castrolandia: "Unidad" y "Paredón". Ambas nociones se complementaban perfectamente, como la clásica soga con el caldero. Una nos comminaba a formar parte de la manada sumisa al estado omnipotente, sometida a la dictadura del mandón extraordinario y la otra nos amezaba de las consecuencias letales de rehusar. La "integración revolucionaria" era la frase clave. Si sabíamos interpretar el código y aceptábamos la dirigencia soberbia y despreciativa de los antiguos militantes socialistas, nos podíamos considerar "integrados". Ignorar ese código, o simplemente oponerse a él pasivamente era exponerse a la prisión o a la estaca de fusilamiento.

Quienes siempre demandan que nos unamos tienen con inusitada frecuencia una carta mal disimulada en la manga. Si se trata de ciertos "cubanos exiliados" a quienes se les pide actuar efectivamente contra el tirano, nos condicionan ese esfuerzo a que la integración del destierro se perfeccione. Afirman que sin ella no moverán un milímetro su dedo meñique. Esa es la unidad como excusa. Por regla general aquellos que denuncian las divisiones, demandan que la unidad se establezca bajo su agenda particular, aunque ella sea minoritaria. Obsérvese cómo los perdedores en las elecciones norteamericanas del 2004 se desgañitan pidiendo integración política, pero sólo si el gobierno adopta sus desacreditadas directrices, las mismas que el electorado rechazara mayoritariamente el dos de noviembre.

La unanimidad sólo se alcanza usando el látigo. Los hombres libres no la han necesitado nunca. Los hay ahora que hablan de largarse de Estados Unidos porque no pueden resistir otros cuatro años la misma administración. Claman plañideramente que "el país está muy dividido". Están ciertamente en libertad de irse, nadie se los impide. No obstante, sospechamos que en su inmensa mayoría no lo harán. No concebimos mejor ejemplo para un viejo proverbio castellano: "¿Dónde van a ir que más valgan?" Sin embargo, tenemos la recóndita esperanza que al menos Robert Redford haga buena su promesa. Por supuesto, ese redomado hipócrita no residirá en Castrolandia, donde con tanta frecuencia ha ido a besar "le derriere de Monsieur Fifo", sino a Irlanda, donde tiene una mansión y donde casi no pagará impuestos.

¡Uníos hipócritas, cobardes y traidorzuelos de estas tierras, en las que a vuestro pesar prevalecen todavía la libertad y la responsabilidad que a vosotros se les hacen tan insoportables! ¡Uníos en el éxodo! ¡Con la peste el último! ¡No teneis nada que perder, excepto vuestros postreros y escasísimos vestigios de dignidad humana! "Good riddance!"

¡A la porra con la unidad!


FIN



Éste y otros excelentes artículos del mismo AUTOR aparecen en la REVISTA GUARACABUYA con dirección electrónica de:

www.amigospais-guaracabuya.org