INJUSTAS GENERALIZACIONES

Por Hugo J. Byrne

En el idioma inglés les llaman también "broad statements". Se trata de la pésima costumbre de abarcar injustamente a todos los individuos de una nacionalidad, grupo social o étnico bajo un denominador no necesariamente común. Los cubanos libres hemos sido y somos víctimas de generalizaciones de todo tipo. Recordemos como la prensa "liberal" hizo picadillo con la reputación del exilio cubano durante la estadía de Elián González en los Estados Unidos.

Lo peor de todo eso es que con gran frecuencia nosotros mismos nos adjudicamos con entusiasmo merecedor de mejor causa, todo tipo de características negativas. Nos acreditamos como groseros, gritones, habladores, vanos, egoístas, díscolos y anárquicos. Nadie dude que existen muchos cubanos con algunos o todos esos defectos. Pero la realidad es que, como sociedad no somos peores, ni estamos más afectados por esas faltas que el resto del género humano. Y en eso tenemos que incluir a esta sociedad en la que vivimos.

No hace mucho un popular periodista venezolano, opositor de Chávez, nos endilgó el sambenito de cobardes o apátridas, o ambas cosas, expresando que Cuba llevaba 45 años de esclavitud socialista esencialmente "porque en Cuba no había venezolanos". Declaraciones de ese corte ya ni siquiera ofenden, pues no son otra cosa que una tácita confesión de inmensa estupidez e ignorancia. El derecho a opinar, lo que llamamos "libre expresión", nunca podrá excusar hacer tales generalizaciones. Para opinar es imprescindible primero tener una opinión.

Y una opinión sólo se adquiere a través de información y análisis. El susodicho periodista aparentemente sabe poquísimo o nada de la historia de Cuba durante estos últimos 45 años. Le podríamos recomendar leer "Cuba en guerra" por Enrique Encinosa, o, en caso de que no confíe en un historiador cubano del exilio, "Decision for Disaster" de Grayson Lynch. Aunque sinceramente dudamos que un idiota capaz de escribir semejante estupidez tenga suficiente intelecto para leer un libro completo. Y esto es una conclusión lógica sobre un individuo en particular y no una generalización.

Se ha puesto de moda recordar la derrota de Francia en 1940 y usar ridículamente esa tragedia histórica como ejemplo que explique todas las maldades francesas de hoy, en especial la duplicidad del gobierno de Chirac en la guerra contra el terrorismo. En realidad los franceses de hoy en su mayoría no son mucho más culpables en ese orden de cosas que los alemanes, los rusos y aún los británicos y los italianos, quienes si están aliados a Estados Unidos es sólo por tener (por el momento), líderes de visión y corage a cargo de sus respectivos gobiernos.

Sin Tony Blair y Silvio Berlusconi, Italia y el Reino Unido serían hoy ambas, iguales que Francia, Alemania o Rusia. Incluso en Estados Unidos, el partido de oposición, en forma mayoritaria, favorece salir de Irak cuanto antes y con el rabo entre las piernas. Al mismo tiempo y por razones que desafían nuestra comprensión, los cubanos siempre tratamos de excusar a España.

Recordemos que España tenía una fuerza militar pequeña pero políticamente significativa en Irak. Un atentado terrorista que matara en Madrid a 200 víctimas fue suficiente para que los desacreditados socialistas reconquistaran el poder en Madrid, derrotando al partido de Aznar y enarbolando las banderas de la más abyecta capitulación. Retirando sus tropas del frente, España se rinde en cuanto estalla dentro de su territorio la primera andanada terrorista. Esta entrega infame no es producto de derrota militar aplastante como en el caso de Francia en 1940.

El camino de la ignominia y el deshonor es escogido libre y voluntariamente por la mayoría de los españoles, quienes siendo atacados dentro de su país, se entregan sin disparar un tiro. Pero ese deshonor no puede afectar, por supuesto, a todos los españoles. Afirmarlo sería injusto. Sería generalizar. Por contraste, si bien Francia pide armisticio en 1940 es sólo después de sufrir casi 200,000 muertos, con las "Panzers" a las puertas de París y con sus únicos aliados abandonando el continente en Dunquerque.

En nuestro humilde criterio, esa Francia postrada y derrotada de 1940 merece más respeto que la de Chirac, o que la España que se transa por el amanerado y sonriente entreguismo de Zapatero. En 1944 por lo menos algunos franceses fueron capaces de borrar el bochorno de la derrota de 1940. Francia paga su derrota del 40 con la ocupación de una tiranía extranjera por cuatro años. Los cubanos llevamos 45 y medio bajo la bota pestilente del hijo de un soldado de Weyler, purgando las consecuencias de la perfidia extranjera en Bahía de Cochinos.

Al igual que en la Francia de 1940 a 1944, muchos nativos de Cuba han colaborado activa y sumisamente con la tiranía. Pero su traición a la patria nunca podrá reflejar negativamente en los cubanos que no claudican ni se entregan.

En 1944 los "colaboricionistas" en Francia no la pasaron bien. Más de 11,000 fueron ejecutados sumariamente en las primeras horas. Una vez que el estado de derecho se restableciera, otros muchos fueron convictos de traición. 40,000 terminaron en la cárcel y otros adicionales ochocientos perecieron amarrados a la estaca.

Algunos lograron escapar y, como siempre ocurre, más de un justo pagó por pecados ajenos. El Vicepremier del gobierno tránsfuga de Vichy, un ambicioso politicastro con cara de roedor llamado Pierre Laval, amigo y simpatizante de Franco, creyó que refugiándose en España salvaría la cabeza. Laval tenía un esperanzador precedente: Franco había extendido asilo a Leon Degrelle, líder de los colaboricionistas belgas, ignorando las protestas airadas de Bruselas.

Aunque era parte de la alianza victoriosa, Bélgica es un país pequeño y lejano, que no tiene fronteras con España. Con Francia las circunstancias eran muy diferentes. De Gaulle, a pesar de que al igual que Petain y Laval también simpatizaba con el "Caudillo" ferrolano se enfureció, cerrando la frontera pirenaica y ordenando amenazante el retorno inmediato del notorio traidor. Eliminados sus antiguos aliados, cercado políticamente, enfrentado a un residual pero potencialmente explosivo problema guerrillero, con una crisis económica muy seria y aún sumido en la devastación de la reciente guerra civil, Madrid obedeció con premura la orden de París.

Ante el ultimatum francés, al "Generalísimo sereno e imperturbable" (quien después curiosamente mantuviera relaciones con Castro contra viento y marea, presión norteamericana y justificado resentimiento del Marqués de Vellisca) en esa ocasión se le aflojaron las piernas. Laval fue devuelto sin demora a Francia y al patíbulo. En Cuba también llegará inexorablemente el día de cobrar y rendir cuentas, no importa cuantos traten de escapar, o cuantos baños purificadores traten de darse en el "Jordán" de la disidencia.

Pero los crímenes tienen que ser probados en tribunales contituídos. La generalización es siempre injusta, no importa que se use contra españoles, franceses o cubanos.


FIN



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