EL FIN DE LOS TIRANOS

(SIC TRANSIT…)
Por Hugo J. Byrne

Irsuto, hedihondo, piojoso e incoherente, el viejo tembloroso fue sacado del hueco en la tierra donde se escondía como rata asustada: "No tiren, soy Sadam Hussein Presidente de Irak y estoy en disposición de negociar". La respuesta del soldado de la Cuarta División de Infantería del ejército norteamericano a cargo de desalojar la ratonera, tuvo resonancia poética: "Yo le traigo un saludo del Presidente Bush".

El sanguinario tirano fue llevado nada más y nada menos que a uno de sus antiguos palacios, sito en las cercanías de Tikrit su ciudad natal, donde radican los cuarteles generales de la Cuarta División. Después de ser expurgado de piojos como un simio y examinada su dentadura con la minuciosidad de quien compra un caballo, por un médico militar (o quizás un veterinario), Sadam fue bañado y afeitado. Se le afeitó la barba y no el bigote, en consideración a su presunta fe musulmana, la que requiere, en su forma ortodoxa, pelo facial en el hombre.

Sería interesante adivinar lo que pudiera analizar el depuesto dictador sobre su situación actual, si es que este humanoide tiene aún capacidad pensante. Hace escasamente menos de un año Sadam blandía desafiante una cimitarra simbólica, mientras vociferaba iracundo insultos a Norteamérica. También le gustaba disparar al aire una carabina en actitud pretensamente viril ante una multitud aduladora desde un balcón de Bagdad, sin parar mientes de que cada bala que encuentra el vacío está sujeta a la gravedad terrestre y pudiera herir o matar a un inocente.

Hace menos de un año Sadam vestía uniformes marciales o bien cortados trajes italianos. Atildado y perfumado, el dictador iraquí obligaba a sus vasallos a besarlo dos veces, pero nunca en las mejillas. Consciente de gérmenes y bacterias al extremo enfermizo de un Howard Hughes árabe, Sadam demandaba ser besado en ambas solapas del saco, o en los hombros de la guerrera. Algunos de sus palacios tenían piezas de baño con incrustaciones de oro.

Esos palacios hacían justicia a la frase "lujo oriental" y su vida toda estaba rodeada de todo tipo de comodidades y de cuanto el poder político absoluto puede brindar en un país considerablemente rico. Para mantener el poder absoluto que hacía posible todo ese lujo corrupto, Sadám y sus esbirros torturaron, violaron, persiguieron y asesinaron a sus compatriotas por los cientos de miles. Invadieron a países vecinos como Irán y Kuwait al costo de casi un millón de bajas y depauperaron a Irak al extremo de crear una deuda exterior de más de doscientos mil millones de dólares.

Tal como Castro, el "Sadam del Trópico", Hussein persiguió sin piedad a todo aquel que desafiara su poder. Esa persecución no perdonó ni siquiera a sus familiares inmediatos, habiendo asesinado a más de cuarenta de los mismos.

La situación de Hussein aparentemente debe tener muy impresionado a Castro, quien curiosamente ni siquiera dejó que su maquinaria de propaganda anunciara la captura del tirano árabe durante las primeras veinticuatro horas. "Gramma" recién dio las primeras noticias sobre la némesis de Sadam el día de hoy 15 de diciembre, el mismo en que escribo este trabajo.

A Castro le sobra razón para impresionarse. Hussein y él son dos personajes de vidas muy similares, tan paralelas que habrían merecido una narración de Plutarco de haber sido contemporaneos del biógrafo griego. Ambos son totalmente exentos de escrúpulos éticos. Ambos alcanzaron el poder político por la fuerza y por la fuerza ambos lo mantuvieron. Por razones distintas ambos explotaron el antiamericanismo como herramienta política. Tristemente para Cuba, Castro es sin duda el más inteligente de los dos, siendo capaz hasta hoy de identificar deductivamengte los límites que tienen las manifestaciones prácticas de ese antagonismo, para mantenerse prudentemente dentro de ellos.

Existen también diferencias funcionales. Para "Fifo" el poder politico tiene implicaciones mucho más sutiles que para Sadam. Aunque también rodeado de comodidades y capaz de lujos sibaríticos, como un inodoro en su oficina privada para el que ordenó fabricar una horma de su trasero, Castro es un personaje esencialmente furtivo, quien es celoso de su vida privada y quien no es dado a la ostentación. Su casa es más bien modesta si se le considera la residencia personal de un omnipotente jefe de estado. Para Castro el disfrute del poder es sólo el puro y malévolo goce de ejercerlo e imponerlo.

Castro simpatiza con Sadam y ha cooperado con frecuencia en su agenda terrorista. Sus relaciones con el "carnicero de Bagdad" fueron excelentes hasta el final. Sadam por su parte, ha sido y es un admirador de Castro. Esa admiración tiene su origen en la ayuda práctica que el tirano de Cuba le brindara a Sadam y a su familia. No debemos olvidar que fue precisamente el notable ortopédico comunista cubano Dr. Rodrigo Alvarez Cambra, quien compusiera al hijo mayor de Sadam de un descalabramiento también mayor.

Castro, quien es notorio por su hipocondría y quien siempre mantiene una buena dotación médica entre su "entourage", le pagó a Alvarez Cambra los estudios especializados en París hace dos décadas. Alvarez Cambra es miembro prominente de la cúpula en La Habana y preside el "Instituto Cubano de Amistad con Irak". Afortunadamente para la humanidad, los soldados norteamericanos volvieron a "descomponer" al retoño de Sadam, junto a su hermano. Esta vez permanentemente.

¿Qué pensamientos habrán pasado por la mente de Fidel Castro ante el desplome y captura de Hussein? Quizás por un segundo su alma furtiva haya atisbado la posibilidad de que al final nada sea permanente en este mundo y mucho menos una tiranía como la suya. El veredicto racional es inescapable: Ayer Sadam era un arrogante mandón temido y omnipotente. Terminó como un viejo zarrapastroso y deletéreo, agazapado en un hueco cual alimaña acorralada. "¡Sic transit gloria mundi!"


FIN



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