ENTRE LA CORDURA Y LA IGNORANCIA Por Hugo J. Byrne
"Comer hasta saciar el hambre es bueno;
mas comer sin medida y con regalo
y reventar por bien comer, es malo,
pues la templanza es el mejor galeno". Uno de los más geniales filósofos clásicos definió la ignorancia como el peor de los vicios entre los muchos que afectan a la humanidad. ¿La ignorancia un vicio? De aceptar esa definición necesitaría el género humano poner en rehabilitación indefinida (y con urgencia) a miles de millones de personas. Mas bien creemos que la ignorancia, cuando llega a ciertos niveles no se diferencia mucho de la locura. Un bromista amigo nuestro, cuando alguien en su presencia trata de disculpar las excentricidades de otro individuo calificándolo de "loco", siempre afirma; "Obsérvalo cuidadosamente y fíjate si en algún momento se propina adrede un martillazo en un testículo. Si hace eso u otra cosa semejante, sólo entonces puedes clasificarlo como loco. De lo contrario te sugiero escepticismo". Los "locos populares" de nuestro pueblo natal eran vistos con cierto docto cinismo por parte de mi padre: "Ese que se comporta pretensamente como un loco, tiene un cuarto de loco y tres de sinvergüenza". Cuando una persona demuestra sabiduría en sus actos decimos que actúa con "cordura" Por el contrario, cuando un individuo enseña su ignorancia comportándose festinadamente y de manera absurda, decimos de él que "se ha vuelto loco". Eso demuestra la relación íntima que tácitamente apreciamos entre la cordura y la sabiduría. O, por consecuencia, entre la locura y la ignorancia. El sicólogo y sociólogo francés Gustave Le Bon (1841-1931) nos demostró científicamente cómo colectividades humanas pueden actuar contra sí mismas como una unidad simple, bajo ciertos estímulos y condiciones. En su "Psycologie des foules" (1895) (Titulado en su versión castellana "Sicología de las multitudes"), Le Bon establece que el común denominador intelectual de una turba es la mentalidad del individuo más estúpido e ignorante en ella. ¿Quién puede discutir semejante aserto teniendo la experiencia de las turbas castristas coreando "paredón" o propinando golpes, injurias y humillaciones a las víctimas de los llamados "actos de repudio"? Creemos firmemente que esa horrible experiencia nos permite definir algunas de las condiciones y estímulos que hacen a las multitudes actuar de manera insólita. La principal es el liderazgo. Todo grupo de animales necesita un guía o pastor. No importa si se trata de una manada, una piara, una mancha, una bandada o una turba como las de Castro en Cuba. En Bolivia, el caudillo de los sangrientos disturbios que culminaran en el derrocamiento del poder legítimamante constituído es un indígena llamado Evo Morales. Es curiosa y quizás significativa la posibilidad de que la ignorancia de este Evo pueda que sea congénita (no genética, pues no somos racistas). ¿Llamar a un niño Evo en vez de Adán no sugiere ignorancia y confusión abundantes? ¿O es que quizás sus padres esperaban niña? Evo manifiesta el deseo de retrotraer el sistema de vida boliviano a los tiempos precolombinos y afirma que ese modelo deben seguir las otras comunidades indígenas de las naciones sudamericanas circundantes. De lo que se deduce que este "caudillo" de los indígenas de Sur América quizás no aspire a presidente de Bolivia, sino a Inca de un reino andino que incluya además de Bolivia, el norte de Argentina, Chile y la mayor parte de Perú. El promedio de edad alcanzado por los nativos de esa zona durante esa época era de 29 años (el que se reducía dramáticamente en el fatídico caso de ganar la lotería del sacrificio humano). ¿Estúpido? ¿Ignorante? ¿Enajenado? Ciertamente. Sin embargo, lo mismo se aplica a los motivos que impulsaron a tantos de sus compatriotas a secundarlo en el "excelso" empeño de desestabilizar a Bolivia. Otro ejemplo un poquitín más cercano de "locura" mediante ignorancia, es el del candidato presidencial demócrata, Dr. Howard Dean, tratando de ganar votos en los estados del sur. A estos efectos, el Dr. Dean afirmó que los "conductores de camionetas con banderas confederadas en sus defensas traseras", deben comprender que ellos tienen mucho que ganar con una administración demócrata que los provea de "seguro médico universal". En otras palabras, Dean les promete a los sureños "seguro de salud" y otras maravillas, si son capaces de lavarse "la tierra colorada del cuello" y votar por él en la columna democrática. No somos jugadores, razón por la cual nunca compramos boletos de lotería. Sin embargo, siempre existe la posibilidad de que algún amigo generoso nos obsequie el boleto ganador. Pero aún sin ser jugadores, nos atrevemos a apostarle al amable lector que el Dr. Dean, caso de ser nominado candidato presidencial por su partido, tiene menos probabilidades de ganar un estado del sur que nosotros el "Big Lotto". FIN
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