LA REPUBLICA SOCIALISTA DE CALIFORNIA Por Hugo J. Byrne Las naciones que llamamos "latinoamericanas" y que con mucha más propiedad debíamos llamar iberoamericanas (pues recibieron lenguas y culturas de la penísula ibérica), siempre han sido en potencia, enormemente ricas. Entre ellas se destacan singularmente Brasil y México, por su enorme extensión territorial y una inmensa reserva mineral y energética, elementos fundamentales para desarrollar un poderío político y estratégico a nivel universal, lo que siempre debe ser corolario de una sociedad acaudalada y un nivel vital muy alto. En suma, esos pueblos podían ser, en virtud de su riqueza, potencias comparables a los Estados Unidos. De hecho, a principios del pasado siglo, Brasil y muy especialmente La República Argentina, parecían destinadas a ese futuro brillante. Ambas naciones recibieron por ese entonces,una inmigración europea laboriosa y capacitada, al mismo tiempo que experimentaban pleno desarrollo de una poderosa y lucrativa industria agropecuaria. A principios de los treinta, en Argentina (como en Cuba), había muchas más cabezas de ganado que habitantes. ¿Quién puede asombrase del precio irrisorio que entonces tenía la carne de res en ambas naciones? En una medida quizás un tanto más modesta les seguía el México de las grandes haciendas de principios del siglo XX, durante la dictadura paternalista y un tanto esclerótica de Porfirio Díaz, antiguo general del ejército juarista. "La era de Don Porfirio" siempre fue íntimamente identificada con el México rural del "Rancho Grande". ¿Qué pasó con todo eso? ¿A dónde fueron a dar las legítimas esperanzas de un futuro digno y colmado para esos pueblos que en Estados Unidos siempre ubican como "al sur del Río Grande"? No es el propósito de este artículo realizar un estudio histórico profundo y exhaustivo de todos los polvos que produjeron estos lodos. Las razones que les han impedido a estas repúblicas, que tan a menudo llamamos "hermanas", alcanzar un nivel de desarrollo comensurado a sus rosadas espectativas de antaño, son evidentemente muchas y variadas. Necesitaríamos por lo menos veinte volúmenes, los que no pueden sintetizarse en dos cuartillas. Sin embargo, una obervación breve, aprecia inmediatamente un denominador común de bancarrota: El estatismo, la "macroburocracia", la "ingeniería social", el "populismo", el altruísmo. Podemos llamarle de mil modos, pero las características esenciales no varían. En suma, el cancer que ha consumido al continente es el socialismo. He ahí al gran culpable. No el único, pero sin duda alguna, el principal. Se trata de una irrazonable expectativa de éxito del estado como árbitro de la economía, junto a la noción infantil de que despojar a los elementos productivos de la sociedad de su bien ganado peculio y malgastarlo en presunto beneficio de quienes no son tan productivos, genera justicia social. Lejos de eso, lo único que realmente genera esa idea perversa es miseria, irresponsabilidad, dependencia y vagancia. También genera a menudo terror y una clase social parasitaria y ausente de ética, que se alimenta del esfuerzo ajeno. El resultado final es la bancarrota. Bancarrota moral inmediata, que siempre antecede muy brevemente a la económica. Los iberoamericanos no son miserables porque ese sea su destino histórico predeterminado. Su miseria es el resultado directo de la ignorancia que mata la gallina de los huevos de oro. Es cierto que han llegado a ser subdesarrollados económicamente, pero su peor subdesarrollo es intelectual. Su ignorancia ha permitido que las sabandijas "revolucionarias" lleguen a detentar un poder político sin límite sobre ellos. Algunas de estas sabandijas parasitarias ascienden al poder por la violencia, como Getulio Vargas, Lázaro Cárdenas, Juan Perón o Fidel Castro. Otras veces son electos por sus propias futuras víctimas, como es el caso de Salvador Allende, "Lula" Da Silva y Chávez. Este último ejemplo llora ante los ojos de Dios. Chávez está decididamente "en el umbral" sicológico. El antiguo golpista es casi un retrasado mental. Increíblemente, eso no impidió que los venezolanos lo eligieran presidente, otorgándole poderes de excepción, por mayoría abrumadora. Empero, es importante comprender que la ignorancia política no es privativa de Iberoamérica. California es el estado más populoso e importante de la Unión Americana. Hace pocos años California era considerada la potencia económica por antonomasia en Estados Unidos. Todo eso, por desgracia, pertenece al pasado. En menos de cuatro años Davis fue capaz de convertir un superávit fiscal de más de diez mil millones de dólares, en un déficit de más de treinta y cinco mil millones. Aunque es justo admitir que la recesión económica nacional acelerara ese déficit, reconozcamos que el ejecutivo, ignorándola, continuó malgastando el dinero de los contribuyentes como si el futuro inmediato no existiera. Gray Davis es un fraudulento politiquero, quien ocultó a los votantes el real volumen del déficit. Sin embargo, los votantes de California, sabiendo que el superávit fiscal se había evaporado durante su primer período, lo reeligieron junto a su Vicegobernador Cruz Bustamente. Bustamante por comparación hace lucir al venezolano Chávez como un brillante intelectual. No basta con retirar a Davis de la gobernatura estatal, o incluso barrer de la legislatura de ese estado con todo aquel que lo apoyara. Ni siquiera se trata de un problema partidista. Desgraciadamente, los republicanos "populistas" también hacen legión. Lo que sí es imperioso y apremiante es que muchos de los votantes californianos sean capaces de sacudirse las barreras mentales con las que tan a menudo han substituído el pensamiento racional por consignas políticas. De lo contrario California se ha convertido en una "república bananera", en la que la gente de veras cree que el maná cae del cielo y que los empleos crecen en los árboles. En una ocasión oímos de quien nos enseñara casi todo lo que sabemos, que "los pueblos tienen los gobiernos que se merecen". Aunque no coincidimos completamente con ese aserto, en el caso de California se aplica ampliamente. Davis ha sido electo a posiciones oficiales cinco veces consecutivas. Si los votantes lo reeligen la sexta, deben prepararse a vivir en la República Popular de California. En ese caso, Gray Davis y la California de hoy estarían hechos el uno para el otro. FIN Las credenciales específicas del columnista Hugo J Byrne están descritas para información del lector en: http://www.amigospais-guaracabuya.org/g_byrne.html
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