LOS "CUANITOS DE CAFÉ CON LECHE"

Por Hugo J. Byrne


Como la hierba mala, crecen en todas partes, afeando el ambiente y siempre dando la nota de estupidez y mal gusto. Afirman básicamente que lo saben todo y nada necesitan aprender. Tienen opiniones sobre lo humano y sobre lo divino. Aunque en realidad no tienen opiniones, sino que dicen interpretar "a cabalidad", la realidad que los rodea en forma muy peculiar, siendo capaces de argumentar que el día es noche y viceversa, con la más seria de las expresiones en el semblante. Se caracterizan por no tener ideas propias y a menudo confunden las de otros, o incluso aquellas que pretenden sostener.

Vocingleros e insultantes a distancia, o en una turba, se desaparecen cuando el objeto de sus insultos los confronta de cerca, individualmente. Cuando se sienten respaldados son bien bravos, pero si las cosas se ponen calientes, se vuelven muy cobardes.

El diputado a la Asamblea Francesa Paul Dérouléde, un monarquista fanático, acusó al republicano Georges Clemenceau (futuro primer ministro de Francia durante la guerra del 14 al 18) de corrupción. Clemenceau, a tenor de su carácter indomable y su lengua cáustica había tenido que enfrentar incontables duelos, por lo que se había convertido en excelente tirador de pistola y consumado esgrimista. No en balde era apodado "el Tigre" en los círculos políticos. Dérouléde en el seno de la Cámara gritó en forma dramática: "El nombre de este corrupto está en todos los labios, pero nadie se atreve a mencionarlo por tres razones que todos temen: Su pistola, su espada y su lengua. Pues bien, yo desafío a las tres". Cuando Clemenceau respondió al desafío, nadie pudo encontrar al monarquista.

No nos referimos a una persona específicamente, sino a muchísima gente y a nadie en particular.

Vamos a llamar a los cubanos de esta condición; "cubanitos de café con leche". No debe interpretarse esta denominación como un deseo nuestro de denigrar del café con leche, desayuno que disfrutamos desde la niñez. Simplemente usamos esa expresión banal para denotar nuestro profundo desprecio hacia los individuos que criticamos en estas líneas y nó contra el viejo y popular desayuno de Cuba. Tampoco el amigo lector debe concluir que los afiliados al "café con leche" se cuentan sólo entre nuestros compatriotas. Como dijimos ya, crecen en todas las latitudes, pero los que más nos molestan son los cubanos y es por eso que les dedicamos estas cuartillas de todo corazón.

Cuatro características denotan a los del "café con leche". La primera es por supuesto, la ignorancia, pero nó la ignorancia de temas ajenos a su interés (todos somos ignorantes de muchas cosas), sino de aquellas cosas que más porfían y que incluso los afectan directamente. La segunda característica es el completo rechazo al análisis de posibles méritos en la opinión ajena. No es sólo que no sepan, es que tampoco desean enterarse.

La tercera característica de esta fauna peculiar es que pretenden vivir en un vacío social y actúan como si sus acciones carecieran de consecuencias. Viven en un mundo infinitamente limitado y son ellos mismos quienes establecen los límites.

La cuarta y más peligrosa de esas características determinantes es que viven inconscientes de las tres antes mencionadas. Tienen, por regla general (o pretenden tener), una gran opinión de sí mismos.

Finalicemos estas líneas con ejemplos prácticos de esta gentecita que sufrimos. En Cuba, a la caída del régimen del 10 de marzo (aunque nunca hicieran nada en su contra), se enamoraron de la "revolución". Este enamoramiento se manifestó de múltiples formas. Se uniformaron de milicianos, gritaron todo tipo de eslogan no importa cuan estúpido, sin excluir "Paredón", se prestaron voluntariamente a "hacer guardia" y a otras labores aún más execrables, como espiar a sus vecinos.

Alcanzaron menores posiciones administrativas en el régimen, aunque carecieran de capacidad para las mismas y, en algunos casos, persiguieron y abusaron de sus subalternos si eran desafectos al sistema, o si podían avanzar por ese método sus espurios intereses, o destacarse como incondicionales. Marcharon en manifestaciones multitudinarias, escuchando al tirano desbarrar por horas bajo el sol, sufriendo la pestilencia vecina y con frecuencia colgaron un letrerito en sus puertas que rezaba: "Esta es tu casa, Fidel".

Pero cuando el régimen tomó el ofrecimiento en serio, de súbito cambiaron radicalmente de opinión y muchos de ellos decidieron emigrar de Cuba. Una vez aquí, se contaron entre los primeros en hacerse ciudadanos de Estados Unidos y dedicando sus esfuerzos humanos totalmente a hacerse de medios económicos (lo que analizándose aisladamente no es condenable), no escatimaron burlas para quienes emplearan algo de su tiempo y peculio a la ingrata tarea de libertar a la patria.

Se contaron entre los primeros en tomar ventajas de las posibilidades de lucro en negociaciones con la tiranía, tanto como traficantes de paquetes o de dinero a Cuba y fueron también pioneros de los viajes a la Isla.

Hoy están en primera fila demandando la liberalización del "bloqueo" de Estados Unidos a Castro. A quienes nos oponemos a la tiranía nos denuncian como extremistas y radicales, teniendo el descoco de llamarse a sí mismos exiliados.

¿No es denigrante tenerlos cerca?


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